Jim Jarmusch nos presenta a Paterson, un hombre tranquilo y de pocas palabras que trabaja como conductor de autobús en su ciudad, también llamada Paterson, en Nueva Jersey. En sus ratos libres le gusta escribir poesía en su cuaderno “secreto”, versos sin rima que hablan de lo cotidiano y que tienen como referente al poeta William Carlos Williams, cuyo poema más largo y conocido se titula, una vez más, Paterson. Puede parecer demasiado, pero no lo es en el momento que comprendes que los tres elementos comparten protagonismo en esta historia colmada de repeticiones.

Sobresale la sencillez tan compleja que esconde la película, con la que logramos comprender a un protagonista que se pasa el día escuchando. Es a través de su oído que entendemos su forma de ser, y todo lo que le rodea crea en él poesía. Esta vez el director se atreve a mostrarnos el mundo desde el punto de vista de un hombre que no compara su vida con la de nadie, no por resignación, sino porque no lo necesita.

Adam Driver interpreta a la perfección a un poeta que, sin pretenderlo, consigue embelesar cuando habla y cuando calla, mostrándonos los placeres y los problemas de una vida normal. Cuando crees que no ocurre nada es cuando ocurre todo, ya sea en su recorrido diario en autobús o llegando a casa y prestando atención a su novia, cuyas virtudes y defectos le fascinan. En el momento en el que la monotonía adquiere matices es cuando puedes ver la relevancia de las pequeñas cosas, y eso es lo que hace Paterson con gran inteligencia. Enumerado en forma de semana, los días pasan marcando una rutina que a pesar de ser la misma, nunca es igual.

La película consigue que nos quedemos prendados de Paterson: poema, ciudad y protagonista. Y como no se debe traducir la poesía, simplemente diré: Would you rather be a fish?