Después del fracaso en crítica y público que supuso el remake de "El planeta de los simios", Burton intentó equilibrar la balanza con una obra que gustó a propios y extraños pero, curiosamente, no ha calado mucho entre los fans de su estética. Está claro que "Big Fish" es una película preciosa, pero carece de menos constantes burtonianas que otras películas. Sin ir más lejos, entra dentro del romanticismo y nostalgia que desprendía "Eduardo Manostijeras", pero no llega a igualar su lirismo y poesía visual.

Se cuenta la historia de Edward Bloom (un grandioso Albert Finney y un correctito Ewan McGregor al mismo tiempo) un hombre imaginativo que le gusta contar historias añadiéndole toques fantásticos. Su hijo, Will Bloom (Billy Crudup), siente que toda su vida ha vivido con los engaños de su padre y lo juzga por ello, pues sospecha que hay una historia familiar escondida y todas sus invenciones son la fachada tras la que se oculta una posible infidelidad.

La narración mezcla toques fantásticos con drama, todo perfectamente conjugado y diferenciado hasta que ambos mundos se unen en una escena muy emotiva, quizás la mejor y más profunda no sólo de todo el metraje, sino me atrevería a decir de toda la filmografía de este gran director.

Sin los toques fantásticos, esta película podría haberla realizado cualquier otro director con la misma sensibilidad artística que Burton. La historia subyacente no deja de ser un drama de telefilme de sobremesa con un disfraz elegante y vistoso, y ahí es precisamente donde reside el arte y la destreza del director. Burton consigue, sin apenas esfuerzo (gracias a su sobrada experiencia en lides estéticas y narrativas), una obra que a cualquier otro le hubiera supuesto una montaña imposible de escalar.

Recomendable.