Compleja y muy interesante película de un desconocido Stephen Gaghan tratando un espinoso asunto de siempre constante actualidad.

Se cuentan tres historias convergentes en torno a un eje principal: los intereses de USA sobre el gas natural de zonas de Oriente Medio en las que los petrodólares corren sucios y es fácil controlar a los reyezuelos. Por un lado, hay un analista financiero (Matt Damon) que asesora al príncipe Nasir (Alexander Siddig), un jeque de claras y fuertes convicciones que lucha porque su padre no cometa el error de dar el trono a su otro hijo, mucho menos preparado y más maleable para los intereses norteamericanos. Por otro lado, hay un investigador federal que busca pruebas de la fusión de una importante empresa petrolífera americana con otra soviética para hacer competencia con los chinos por la posesión de los recursos de la zona. Y, por último, hay un espía de la CIA, Robert Baer (George Clooney), veterano y buen conocedor de la zona, al que le encargan una misión en la que podrá ver y sentir en sus propias carnes hasta dónde está dispuesto a llegar su gobierno.

El filme se desarrolla como un thriller político de muy buena factura, aunque de ritmo muy variable. Ello es debido a que la trama es bastante compleja de seguir, y no sólo requiere el máximo de concentración en el espectador, sino también algo de conocimiento sobre el tema. La cantidad de situaciones, lenguaje político-económico y personajes hacen muchas veces difícil seguir la narración, debido al parecer por un montaje caótico, demasiado disperso durante la mayor parte de la cinta y algo más cohesionado en los últimos 45 o 30 minutos.

A pesar de la evidente complejidad de la trama, el tono del filme es acertadamente conspiranoico. El conjunto respira tensión, aunque no se mantiene en todo el metraje, pero da la sensación de estar presenciando algo real, algo que tristemente sucede. Es una poderosa crítica al gobierno norteamericano, y por ende a muchos gobiernos occidentales que hacen de la corrupción su sustento, aunque para ello tengan que contradecirse en sus actos. Una cosa son los acuerdos y proyectos oficiales, de cara al mundo y la prensa, y otra son los hilos que se mueven extraoficialmente, con espías industriales y sobornos escandalosos para hacer más ricos a los ricos y más pobres a los pobres.

En las actuaciones, vemos principalmente a un George Clooney en estado de gracia, a un Matt Damon haciendo el mismo papel bobalicón de siempre, y a un Jeffrey Wright simplemente correcto. Por otro lado, tenemos a un grande Christopher Plummer, con escasas apariciones, pero todas ellas muy acertadas encarnando a uno de tantos titiriteros escondidos entre bastidores que, revelados sus nombres en susurros al oído, harían temblar los pilares de la economía occidental.

Para público muy paciente e interesado en las complejas tramas de la política exterior.