En el moderno cine espectáculo siempre hay películas que, si bien no reportan nada nuevo en cuanto a argumento ni guión, son capaces de establecerse como iconos propios de un género que, como en el caso de los espías, no da para muchas ideas nuevas. El caso de Misión Imposible sigue siendo una película más de espías, pero goza de un estilo propio y un ritmo que sólo Brian De Palma puede ofrecer con garantías.

Desde el primer momento, el filme se va desarrollando con los clichés propios del género: agentes secretos, planificaciones extremas, agentes más secretos que los secretos y un nivel de tensión que De Palma consigue despachar con auténtica mano maestra. Sobre todo, con esos planos secuencia tan autoexplicativos que están entre los mejores momentos del filme. Si a esto le añadimos unas secuencias de acción impresionantemente efectivas, estamos ante un filme que no hay que dejar de lado y que tiene merecido el bombo que se le dió en el momento de su estreno allá por 1996.

En el reparto, de auténtico lujo, brillan estrellas de la talla de Tom Cruise, John Voight y Jean Reno, pero la pena es que ese brillo sólo es superficial. John Voight es el claro ejemplo de cómo puede irse al garete una carrera de comienzos brillantes cuando eliges los papeles incorrectos, y lo mismo se podría decir de Jean Reno, totalmente desaprovechado. Sólo Tom Cruise da la talla, si se puede decir eso de un actor cuyas interpretaciones son las mismas en todas sus películas. Tan sólo le cambian el nombre.

De Palma ha rodado la mejor de las tres películas que se han realizado sobre el agente Ethan Hunt. El resto tienen más artificio que miga, y cada una es distinta en sí misma, pero la esencia de este tipo de cine la tiene De Palma en un cofrecito que abre (sólo de vez en cuando, pues también ha firmado unos cuantos bodrios) para impregnar las tiras de celuloide con ese toque personal y único que tantas veces ha regalado a los aficionados al género.