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Argentina Argentina · Colastiné
Voto de Adela Hache:
8
Comedia Octubre, 1918. En los últimos días de la I Guerra Mundial, el soldado Charles Plumpick (Alan Bates) es enviado por sus jefes a desactivar las supuestas bombas dejadas por los alemanes en retirada a su paso por un pueblito francés. Plumpick llega al lugar, sólo para encontrarse con que los internos de un manicomio abandonado han tomado el pueblo. (FILMAFFINITY)
30 de mayo de 2010
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta entrañable comedia dirigida por Philippe De Broca en 1966 es ante todo una deliciosa parábola sobre el absurdo de la guerra, que reinvindica con espíritu quijotesco "una sabia locura antes que una tonta cordura".
Como un mago, en la que sin duda es su mejor película, este director francés injustamente relegado en el olvido, despliega una fantástica galería de personajes extravagantes, tan poéticos como inolvidables.

El hilo de la historia está situado a fines de 1918, en un pueblecito del norte de Francia. Con las fuerzas aliadas avanzando, un batallón alemán recibe la orden de retirarse pero no sin antes dejar sembrados terribles explosivos coordinados a un mecanismo de relojería. Las fuerzas aliadas, previendo este tipo de despedida de los perdedores, envían a un especialista, el británico Plumpick, para que encuentre la bomba y la desactive.
El protagonista (interpretado por Alan Bates) llega a la ciudad que fue abandonada no sólo por los alemanes sino por sus propios habitantes que sospechan la inminencia del desastre. Pero la desolación no es absoluta. Un puñado de pacientes del manicomio del pueblo, deambula con alegría y espíritu libertario por las calles desiertas y dan la bienvenida al soldado británico, nombrándolo con el título de Rey de Corazones.
Pendiente de alcanzar su objetivo sin despertar el pánico, Plumpick jugará a contrarreloj el doble rol como rey de los locos y desactivador de bombas, buscando la que los alemanes han dejado escondida y que puede estallar en cualquier momento.
Mientras crece el peligro, se acrecienta también la afinidad con sus encantadores huéspedes entre los cuales se encuentra la exquisita Coquelicot (Genevieve Bujold) de la que se enamora. Una película impregnada de poesía en todas las imágenes que tengan que ver con los locos; y de suspenso, en las anécdotas de guerra. Los dos mundos se entrecruzan en el corazón del protagonista, que deberá optar por uno.
Es una película que puede verse infinitas veces, nada más que para dejarse envolver en la frescura poética de su pura magia que no ha logrado desgastar el tiempo.
Adela Hache
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