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Voto de edgar_33:
9
7,4
42.653
Thriller
Anna, Georg y su hijo Georgie van a pasar las vacaciones a su bonita casa a orillas de un lago. Sus vecinos Fred y Eva han llegado antes que ellos. Las dos parejas quedan para jugar al golf al día siguiente. Mientras padre e hijo preparan el velero, Anna prepara la cena. De repente, Peter, un joven muy educado que se aloja en casa de los vecinos, se presenta para pedir que le presten algunos huevos porque a Eva no le queda ninguno. De ... [+]
30 de noviembre de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La interacción entre personajes y espectadores, el pánico generalizado ante el horror presenciado, la inmoralidad de lo sucedido… Es todo un juego planificado a la perfección que resulta terriblemente divertido para Paul y Peter, dos criminales que a primera vista resultan personas puras y apacibles, parecen humanos al fin y al cabo. Un entretenimiento divertidísimo para los asesinos, terrorífico para la comunidad de vecinos residentes cerca de un precioso lago austríaco. Todos somos víctimas; desde la familia torturada hasta el público. Paul, después de lanzar la apuesta, mirando a cámara pregunta: “¿Qué opináis vosotros?” ¿Qué significa esto? ¿Somos partícipes como cómplices o como una víctima más? Participamos en el film y son nuestras emociones las que señalan de qué parte estamos.
Nuestra implicación es patente. Colaboramos con los asesinos, somos testimonios mudos de unos crímenes imperdonables. Es completamente normal terminar la película con esa sensación repugnante de cómo dos seres humanos pueden cometer semejantes atrocidades.
La puesta en escena es impoluta. Impoluta por su calidad cinematográfica y por su ambiente inicial tan inmaculado, tan nítido, tan natural y tan puro. El film empieza con una panorámica del coche familiar al más puro estilo The Shining. Hay una atmósfera pacífica: sonido del agua, pájaros cantando, hierba moviéndose a causa del viento… en un entorno reservado para gente con pasta que pueden permitirse el lujo de pasar un verano entero en chalets. Hijo y padre van a pescar y navegar por el lago mientras la madre se queda en casa cocinando. Todo normal; parece una historia de cine familiar de tarde de domingo. Al cabo de unos minutos, Peter, un joven regordete, pica al timbre para pedir huevos y Anna se los ofrece, dejándolo entrar en casa. Al salir el chico por la puerta, le caen los huevos al suelo y vuelve a entrar para coger un pack nuevo. Anna le da una docena más. Mientras los coge, el joven tira el teléfono a la pica, mojándose y volviéndose inservible. Anna se enfada y lo echa de casa. A continuación aparece Paul, un chico flaco y pálido que viste de blanco, como su camarada. Anna, enfadada, les pide que marchen. Sin quererlo, Anna habrá entrado en el juego de los jóvenes y dará comienzo a la macabra diversión. George padre entra en escena y educadamente les pide que se vayan. Replican a George, que pega una bofetada a Paul. Éste, coge un palo de golf de la colección de George y le rompe el menisco. George entra en conflicto y también accede a participar en el siniestro juego. Obviamente, George hijo no puede escapar de la diversión. Ni tan siquiera el perro de la familia. Empieza la perversidad.
Haneke no concede un respiro, pretende que palpemos la tensión en cada segundo del metraje. El film es detallista, una palabra poco usada para definir el ritmo de una película. Se suele recurrir al adjetivo “lento”, una palabra negativa. Después de la muerte del niño, aparece la famosa escena de 10 minutos de duración, archiconocida por contar en un buen lapso de tiempo como George se levanta del suelo con la pierna rota gracias a la ayuda de Anna. ¿Por qué tanto rato para levantarse? No es sólo ponerse de pie y sentarse en el sofá a descansar, es también admitir que lo vivido no es una pesadilla, sino la realidad; es levantarse después de la paliza; es el lamento de haber perdido un hijo por culpa de unos psicópatas; es digerir que un ser humano tan joven haya sido cruelmente asesinado; es tragar con el recuerdo de la imagen de tu propio hijo ajusticiado sin haber podido defenderlo; es la impotencia ante la maldad. La cojera del padre es lo menos importante. La magia del cine, aparte de servir como herramienta de entretenimiento y de abstracción mental, consiste en sugerir, en sugerir pensamientos, emociones, sensaciones. Son diez minutos mágicos de ritmo pausado, de magnífico dominio del tempo fílmico. Diez minutos que sirven de antesala a la tormenta final. Más allá del macabro juego, lo admirable de Funny Games es su atmósfera. Haneke introduce un silencio sepulcral en el ambiente de los alrededores de la casa. No hay música extradiegética, algo que dota de autenticidad a la historia. La película es más seca, más dura, más agobiante, más cruel ejecutada de esta forma.
Partiendo de la comparación anterior de la secuencia inicial panorámica con la escena de The Shining, vemos que la importancia de elementos a priori secundarios como la música, el sonido y la iluminación, son imprescindibles para sembrar el pánico. En Funny Games estos tres ingredientes destacan, por presencia o por ausencia. El sonido es real, sin más. Sin recurrir a efectos para fabricar el golpe con el palo de golf ni para pegar al niño. Tal y como debe ser, dándole autenticidad. Los juegos de luces son brillantes, con la base de la estética impoluta y blanca, destacando también la fotografía, tanto de exteriores como de interiores. Pero lo más destacable es la utilización de la música, o más bien su ausencia, porque sólo aparece en los créditos iniciales y en los finales. Suena un solo tema durante los créditos y un par de temas de música clásica en forma diegética (piezas musicales de una cadena de radio). La canción que abandera el film pone los pelos de punta; en un principio parece inadecuada por la paz que reina en esos idílicos paisajes, pero al final resulta ser de lo más acertada por definir la locura de los actos acontecidos.
Nuestra implicación es patente. Colaboramos con los asesinos, somos testimonios mudos de unos crímenes imperdonables. Es completamente normal terminar la película con esa sensación repugnante de cómo dos seres humanos pueden cometer semejantes atrocidades.
La puesta en escena es impoluta. Impoluta por su calidad cinematográfica y por su ambiente inicial tan inmaculado, tan nítido, tan natural y tan puro. El film empieza con una panorámica del coche familiar al más puro estilo The Shining. Hay una atmósfera pacífica: sonido del agua, pájaros cantando, hierba moviéndose a causa del viento… en un entorno reservado para gente con pasta que pueden permitirse el lujo de pasar un verano entero en chalets. Hijo y padre van a pescar y navegar por el lago mientras la madre se queda en casa cocinando. Todo normal; parece una historia de cine familiar de tarde de domingo. Al cabo de unos minutos, Peter, un joven regordete, pica al timbre para pedir huevos y Anna se los ofrece, dejándolo entrar en casa. Al salir el chico por la puerta, le caen los huevos al suelo y vuelve a entrar para coger un pack nuevo. Anna le da una docena más. Mientras los coge, el joven tira el teléfono a la pica, mojándose y volviéndose inservible. Anna se enfada y lo echa de casa. A continuación aparece Paul, un chico flaco y pálido que viste de blanco, como su camarada. Anna, enfadada, les pide que marchen. Sin quererlo, Anna habrá entrado en el juego de los jóvenes y dará comienzo a la macabra diversión. George padre entra en escena y educadamente les pide que se vayan. Replican a George, que pega una bofetada a Paul. Éste, coge un palo de golf de la colección de George y le rompe el menisco. George entra en conflicto y también accede a participar en el siniestro juego. Obviamente, George hijo no puede escapar de la diversión. Ni tan siquiera el perro de la familia. Empieza la perversidad.
Haneke no concede un respiro, pretende que palpemos la tensión en cada segundo del metraje. El film es detallista, una palabra poco usada para definir el ritmo de una película. Se suele recurrir al adjetivo “lento”, una palabra negativa. Después de la muerte del niño, aparece la famosa escena de 10 minutos de duración, archiconocida por contar en un buen lapso de tiempo como George se levanta del suelo con la pierna rota gracias a la ayuda de Anna. ¿Por qué tanto rato para levantarse? No es sólo ponerse de pie y sentarse en el sofá a descansar, es también admitir que lo vivido no es una pesadilla, sino la realidad; es levantarse después de la paliza; es el lamento de haber perdido un hijo por culpa de unos psicópatas; es digerir que un ser humano tan joven haya sido cruelmente asesinado; es tragar con el recuerdo de la imagen de tu propio hijo ajusticiado sin haber podido defenderlo; es la impotencia ante la maldad. La cojera del padre es lo menos importante. La magia del cine, aparte de servir como herramienta de entretenimiento y de abstracción mental, consiste en sugerir, en sugerir pensamientos, emociones, sensaciones. Son diez minutos mágicos de ritmo pausado, de magnífico dominio del tempo fílmico. Diez minutos que sirven de antesala a la tormenta final. Más allá del macabro juego, lo admirable de Funny Games es su atmósfera. Haneke introduce un silencio sepulcral en el ambiente de los alrededores de la casa. No hay música extradiegética, algo que dota de autenticidad a la historia. La película es más seca, más dura, más agobiante, más cruel ejecutada de esta forma.
Partiendo de la comparación anterior de la secuencia inicial panorámica con la escena de The Shining, vemos que la importancia de elementos a priori secundarios como la música, el sonido y la iluminación, son imprescindibles para sembrar el pánico. En Funny Games estos tres ingredientes destacan, por presencia o por ausencia. El sonido es real, sin más. Sin recurrir a efectos para fabricar el golpe con el palo de golf ni para pegar al niño. Tal y como debe ser, dándole autenticidad. Los juegos de luces son brillantes, con la base de la estética impoluta y blanca, destacando también la fotografía, tanto de exteriores como de interiores. Pero lo más destacable es la utilización de la música, o más bien su ausencia, porque sólo aparece en los créditos iniciales y en los finales. Suena un solo tema durante los créditos y un par de temas de música clásica en forma diegética (piezas musicales de una cadena de radio). La canción que abandera el film pone los pelos de punta; en un principio parece inadecuada por la paz que reina en esos idílicos paisajes, pero al final resulta ser de lo más acertada por definir la locura de los actos acontecidos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Sin la música, en Funny Games la crudeza y el realismo de las imágenes se refuerzan. La última muerte, la de Anna, es de una pasmosa brutalidad inhumana: ambos chicos hablando y de repente la tiran al lago como si fuera una bolsa de basura. Todo sin música. Pone los pelos de punta.
La muerte de Anna cierra el victorioso círculo de los psicópatas, vencedores de su apuesta. Instantes después en la escena siguiente, abren un círculo nuevo, ahora con Paul preguntando por unos huevos, con los asesinos en papeles invertidos. Paul mira a cámara, sonríe, aparece la música y créditos finales. Fin del calvario. ¿Qué pasará después? ¿Repetirán los homicidios? ¿Esta vez será Peter el cabecilla de la banda e insultará a Paul como la hacía este? ¿Las futuras posibles víctimas entrarán en el trapo y volverán a picar? ¿Podrán volver a jugar a su antojo? Sí, seguro, porque ellos dominan el terreno, ellos deciden qué hacer y qué no. Paul, en una escena donde Anna mata de un escopetazo a Peter, rebobina con el mando de la televisión y vuelve donde él quería. Siguiendo las reglas de un juego cualquiera estaría haciendo trampas, pero es su juego y las reglas las escriben ellos. Cuando rebobina, se ratifica a sí mismo como el dueño de la situación, y nosotros los espectadores somos como sus esclavos, ellos deciden la dirección del film. Estamos sus 108 minutos de duración sometidos a sus normas.
Funny Games también podría considerarse una crítica a lo bestia a la burguesía. Los asesinos dan un plazo de 12 horas a la familia para ganar la apuesta o lo que es lo mismo, escapar, y los psychos se distraen lo suficiente como para que los presos puedan fugarse. Pero entre la aflicción por lo sucedido y la poca ayuda de la vecindad no lo consiguen. La falsa cortesía entre vecinos demuestra la hipocresía de la clase burguesa. Antes de que circule la sangre, Anna va acompañada por Paul a charlar con unos vecinos y les dice que hoy no van a salir. Curioso porque teniendo a un chico siniestro y desconocido encima, los vecinos no preguntan nada, ni se inmutan, y luego siguen con sus cosas.
La lucha de clases como mensaje oculto del film suena un poco rebuscado y fuera de lugar. Leyendo la sinopsis entera es complicado llegar a esta conclusión. Funny Games es “sólo” un thriller psicológico llevado a la locura más extrema. Complicado irse vacío con la película, para bien o para mal. Imposible no turbarse con una película tan desagradable. La crueldad humana nunca deja indiferente a nadie.
La muerte de Anna cierra el victorioso círculo de los psicópatas, vencedores de su apuesta. Instantes después en la escena siguiente, abren un círculo nuevo, ahora con Paul preguntando por unos huevos, con los asesinos en papeles invertidos. Paul mira a cámara, sonríe, aparece la música y créditos finales. Fin del calvario. ¿Qué pasará después? ¿Repetirán los homicidios? ¿Esta vez será Peter el cabecilla de la banda e insultará a Paul como la hacía este? ¿Las futuras posibles víctimas entrarán en el trapo y volverán a picar? ¿Podrán volver a jugar a su antojo? Sí, seguro, porque ellos dominan el terreno, ellos deciden qué hacer y qué no. Paul, en una escena donde Anna mata de un escopetazo a Peter, rebobina con el mando de la televisión y vuelve donde él quería. Siguiendo las reglas de un juego cualquiera estaría haciendo trampas, pero es su juego y las reglas las escriben ellos. Cuando rebobina, se ratifica a sí mismo como el dueño de la situación, y nosotros los espectadores somos como sus esclavos, ellos deciden la dirección del film. Estamos sus 108 minutos de duración sometidos a sus normas.
Funny Games también podría considerarse una crítica a lo bestia a la burguesía. Los asesinos dan un plazo de 12 horas a la familia para ganar la apuesta o lo que es lo mismo, escapar, y los psychos se distraen lo suficiente como para que los presos puedan fugarse. Pero entre la aflicción por lo sucedido y la poca ayuda de la vecindad no lo consiguen. La falsa cortesía entre vecinos demuestra la hipocresía de la clase burguesa. Antes de que circule la sangre, Anna va acompañada por Paul a charlar con unos vecinos y les dice que hoy no van a salir. Curioso porque teniendo a un chico siniestro y desconocido encima, los vecinos no preguntan nada, ni se inmutan, y luego siguen con sus cosas.
La lucha de clases como mensaje oculto del film suena un poco rebuscado y fuera de lugar. Leyendo la sinopsis entera es complicado llegar a esta conclusión. Funny Games es “sólo” un thriller psicológico llevado a la locura más extrema. Complicado irse vacío con la película, para bien o para mal. Imposible no turbarse con una película tan desagradable. La crueldad humana nunca deja indiferente a nadie.