Un joven doctor regresa a su pueblo tras acabar sus estudios y es enviado, con gran decepción por su parte, a una clínica de muy pocos recursos y que atiende a gente muy humilde, dirigida por un médico llamado Barbarroja.
Sin ser de las más recordadas/reconocidas películas de Kurosawa, es una gran obra, retrato de un personaje que evoluciona y va aprendiendo, forjando una personalidad. No está lejos de los mejores títulos del autor, tanto a nivel estilístico como a nivel temático: pese al fondo pesimista, Kurosawa dibuja otro retrato de héroes anónimos sin espada, dónde siempre hay que buscar en el horizonte una esperanza, fundamentada en la consolidación individual para engrandecer una salida más colectiva que redima al ser humano de un futuro escéptico y no muy optimista. Humanista, en consecuencia, desarrollada con precisa premura que revaloriza la dignidad de la vida hasta el final y con excelente sensibilidad, roza lo magistal.