Karate Kid 2

Secuela de "Karate kid" que se inicia justo donde terminó la primera parte, dirigida otra vez por John G. Avildsen (Rocky), la película nos muestra como Daniel (Ralph Macchio), tras ganar el campeonato decide acompañar al señor Miyagi (Pat Morita), a Okinawa donde tiene que resolver varios asuntos de honor del pasado.
El argumento sigue siendo igual de sencillo que la primera parte, la eterna lucha entre el bien y el mal, con el aliciente esta vez de darnos a conocer algunas de las antiguas costumbres y tradiciones japonesas. Pat Morita se erige en esta segunda parte en el gran protagonista de la película con una memorable actuación dejando a Ralph Macchio y al resto del reparto en un segundo plano, pocas cosas mas merecen ser comentadas, aceptable continuación de uno de los grandes clásicos de los ochenta.

Uno de los grandes descubrimientos de la primera parte de esta saga fue Pat Morita y su firme, a la par que entrañable personaje, "el señor Miyagi", que le sirvió además para estar nominado a mejor actor de reparto en los Oscar y Globos de Oro.

Y para explotar este fenómeno se hizo esta secuela que se adentra en los orígenes del "sensei", quien vuelve a su tierra natal donde revive un amor de juventud, el cual queda irresoluto sin explicación alguna. Por supuesto "Daniel San" tiene propia trama propia con su dosis de amor y malote acosador, todo envuelto en un preciosismo paisajístico que logra eclipsar y disimular un guion bastante endeble para una película recomendada solamente para seguidores del universo Karate Kid.

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El señor Miyagi hace sonar un tamborcito en miniatura y ocurre el gran milagro: Daniel LaRusso, un enclenque y lerdo karateca, ataca como un tigre o una cobra asesina. Por culpa de películas como esta han golpeado sin piedad a un montón de adolescentes que creyeron eso de que limpiar vidrios o encerar el piso era lo mismo que lanzar un mahuachi. Lo rescatable es que Ralph Macchio, el actor protagonista, no usa esteroides como si lo hizo la mayoría de los héroes de Hollywood en la década del ochenta. El combate final debe ser de lo más penoso que se ha visto en el rubro de las películas de artes marciales.
Síntesis: Por ningún motivo creer que esto es buen karate y nunca aplicar a alguien la patada del águila o como se llame.

Hay veces en las que la segunda parte de una película de éxito baja el listón (casi siempre), pero en este caso lo hicieron de una manera exagerada, dando la sensación de tomadura de pelo al espectador. Aquí pasamos de una película aceptable (aunque mítica para los niños del momento), a una continuación que es mala, y bastante.
Si en la primera había pocas peleas, aquí creo que no llegan a los 3 minutos.
Si en la primera el señor Miyagi era muy gracioso, aquí apenas hace nada interesante, y encima le vemos enamorado sin venir a cuento para la historia. Mucho rollo con la excusa del viaje a Okinawa de Daniel, hasta el punto de que nos hacen ver una ceremonia del té y unos bailes tradicionales larguísimos y aburridísimos.
En conclusión, una completa estafa para aprovechar el éxito de la primera.