Diario de un ejecutivo agresivo

Me encanta tener amigos. Siempre están ahí para ayudarte, para sacarte de casa cuando estás depre o para presentarte a una chica cuando notas que tu cosilla está más fría que un cubito. Qué buena gente. Sin embargo a veces te la juegan, como la vez que uno de ellos me invitó a su casa para ver Diario de un ejecutivo agresivo. Desde entonces sé que me odia, y yo pienso que carajo le hice para que me pusiera una película tan rematadamente mala como ésta.

La película empieza mal, de una forma tópica y mil veces usada: vemos al Affleck superbien y superguapo. Principio coñazo: empiezo a pensar que mi amigo me quiere decir algo. La película sigue, me empieza a doler la cabeza y no me atrevo a pedirle a mi amigo una pastilla porque después de ver un par de escenas de espanto sé que en el vaso habrá veneno. Y no quiero morir tan joven. Llegamos a la mitad y yo siento irrefrenables ganas de salir de allí. Pero no puedo; mi amigo tiene cerrada la puerta con llave y ésta se encuentra en su estómago, estilo juego macabro tipo Saw. Y entonces pienso: "¡Podría haber puesto Saw III que es la que me falta de ver y seguro que es mejor que este coñazo!". En fin, la película acaba y yo, con una sonrisa falsa me despido de mi amigo. No le he vuelto a ver. Sabe cuáles son mis debilidades y sin duda las usará para hacerme sufrir... y también sabe lo que no aguanto... apuesto a que ahora mismo está consiguiendo toda la filmografía de Jim Carrey para un segundo asalto contra mí...

Película penosa, de la que solo se salva el apartado musical y la fotogenia de Rebecca Romjin-Stamos. Lo demás es basura pura y dura. Para nada recomendable, mejor no hacer nada.

Pésimo guión, ritmo soporífero, historia manida... ¡hasta Ben Affleck parece más gordo! Ahorraos la pasta.

Una película en la que aparezca Ben Affleck no suele ser garantía de calidad, pero las expectativas en el caso de este film eran un poco mayores, sobre todo si la venden como una comedia desternillante. Yo no sé si alguien se ha reído con esta película, y no me refiero a las risas de vergüenza ajena que te propician su torpe guión y la cara benaffleckiana impasible a lo largo de hora y media (eterna, por cierto).

Es una película donde no ocurre nada interesante, y lo poco que ocurre no lleva a ningún sitio. Ni es una comedia ni es un drama, pero si hubiera que clasificarla se acercaría más a este último género. Aunque a nadie llega a conmoverle la situación del pobre-niño-rico ejecutivo que se siente solo y lo escribe en su dichoso diario desde su súper despacho y su casita de 1000 m2. No es una historia que dé para mucho así planteada, y creedme, efectivamente no da. Lo dicho, que nadie pierda el tiempo.

Un consejo para navegantes: si por casualidad estás a punto de verla en la televisión (imposible que nadie haya tenido la ocurrencia de alquilarla), no lo hagas, no vale la pena.
Cualquier cosa que se te ocurra hacer estará mejor empleado que perder el tiempo visionándola.

Despues de verla, estarás dispuesto a intentar perdonar a tu pareja lo que siempre pensaste inadmisible.