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Cuestión de tiempo

Romance. Comedia. Fantástico Tim Lake (Domhnall Gleeson) es un joven de 21 años que descubre que puede viajar en el tiempo. Su padre (Bill Nighy) le cuenta que todos los hombres de la familia han tenido desde siempre ese don, el de regresar en el tiempo a un momento determinado, una y otra vez, hasta conseguir hacer "lo correcto". Así pues, Tim decide volver al pasado para intentar conquistar a Mary (Rachel McAdams), la chica de sus sueños. (FILMAFFINITY)
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Críticas 167
Críticas ordenadas por utilidad
10 de julio de 2019
20 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al comienzo tenemos a un chico que hace de pardillo de una forma tan exagerada que te da verdadero apuro mirar, es una auténtica tortura. Pero hay una solución, y es que puede volver atrás en el tiempo las veces que haga falta para rehacer sus cagadas y no solo eso, sino mostrarse ante la gente como alguien mucho más experimentado (en el trato, en las relaciones tanto sexuales como no) de lo que en realidad es. Más allá de lo rastrero del gesto a la hora de 'adelantarse' al novio original de Rachel McAdams para conquistarla él y no dudar un instante a la hora de llamarle repelente, cosa de la que podría acusarse a él debido a la manera de la que rompe el hielo con ella, aprovechando información extraída de intentos previos. Y eso si lo he entendido bien le hace menos repelente que un hombre que sí ha sabido conquistar a la mujer que quería sin hacer trampas, ¿verdad?

Bajo el amparo de pertenecer al género ciencia ficción pasa por dramedia romántica con toque indie pero yo me pregunto a qué tipo de espectador sí le puede gustar o hacer gracia este tipo de premisa de viajes en el tiempo o el episodio comentado anteriormente. Pues a uno que no acepte la realidad tal y como es, y fantasean con el mismo poder ya que de lo contrario ven que no son capaces de conseguir nada. Viven en el limbo y tratan evadirse del mundo real. Como el personaje principal, un freak de categoría que nos lo pintan de bueno, generoso y seductor irresistible que encandila a toda mujer que en un pasado le hizo daño para luego decir que es fiel a la chica a la que ama y así sentar cátedra en lo que a moral intachable se refiere. Claro, porque si tu te encontrases con una persona con la que hace cuatro años te querías enrollar pero ella no quiso y ahora sin haber tenido más contacto desde ese día te la encuentras y dice así por las buenas que tiene ganas cenar contigo y detectas cierto deje de cortejo en sus ademanes... jamás del mundo deducirías que sería para querer acostarse contigo. Pobrecito que así muy a su pesar tiene que hacer gala de sus principios de príncipe azul. Claro que luego el tío se vuelve más guapo y tal, lo peinan y visten mejor, parece más hombre, ayuda a todos y no pide nada a cambio. Estaría guay ser como él, ¿eh?
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
El Extranjero
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8 de noviembre de 2013
14 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las películas que viajan en el tiempo siempre han sido de mi agrado, aunque una vez vistas, las dudas que me plantean son tantas, las incongruencias que veo son tan importantes que dudo a veces de que hayan merecido la pena.

No es el caso de “Una cuestión de tiempo”. Aquí el viaje en el tiempo es limitado a la experiencia personales del protagonista. Puede volver a un momento de su pasado, pero no a otro. Si lo cambia tendrá que asumir las consecuencias. Su viaje al pasado, que nunca al futuro, es una manera de borrar recuerdos a los otros, y generarles unos nuevos.

Como no podía ser menos, hay bastantes incongruencias, por muy bonito que sea volver a tu pasado y dejar de decir esa tontería que dijiste casi sin querer, o precisamente decirla porque dejaste de hacerlo. Nada en la película se dice de quedarte instalado en ese pasado, quiero decir que no se sabe el tiempo que puedes pasar en él, y qué pasa con tu otro yo en el tiempo presente.

Como son cuestiones irresolubles, no pediré respuestas. Me quedo, en todo caso, con este film de perfecto corte de cine británico, que nos enseña de manera amable y simpática que quizás sea mejor vivir el momento presente tal y como es, por mucho que nos parezca mejorable, que seguramente lo es.
Luigi
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18 de noviembre de 2013
20 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
No entiendo la altísima puntuación que tiene esta película, con lo floja -flojísima- que es.

Él, cansino a más no poder.
La hermana (una supuesta "fuerza de la naturaleza") medio tonta, sosaina, lacia y sin vida.
La madre, igual podía no estar, que no cambiaría nada.
Y Mary, interpretada por Rachel Mc Adams, decepcionante a más no poder. Su personaje es lo más plano que he visto en mucho tiempo. Ni una sola sombra, 0 personalidad. Todo amor, dulzura y sonrisas. Una 'manic pixie dream girl' en toda regla.

Se me hizo interminable.

¿Lo único bueno? El personaje del dramaturgo borde. Eso genial
pichi
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16 de octubre de 2013
15 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
A estas alturas, ya nadie puede sorprenderse al descubrir que Reino Unido es una de las grandes canteras europeas en lo que se refiere a comedia romántica. El humor inglés, que lo llaman, ha sido una constante en evolución desde hace varias décadas, poseyendo su germen, principalmente, en la televisión. Monty Phyton’s Flying Circus y A bit of Fry and Laurie, por poner dos de los ejemplos reconocibles, fueron fuentes inagotables de una socarrona excentricidad y una delirante imaginación a la hora de arrancar la carcajada a las audiencias. Bien podría decirse que su común denominador fue la búsqueda de una comicidad sin precedentes, de reglas ya no arbitrarias sino insólitas. De la búsqueda, en definitiva, de un nuevo planteamiento humorístico que lograra la máxima de hacer verosímil lo inverosímil.

Esa estela de estilemas los ha sabido conjugar bastante bien el director y guionista británico Richard Curtis, consagrado referente de la fusión entre la comedia pura de raíz y el melancólico y delicado género romántico. Si bien es principalmente reconocido por sus guiones de Notting Hill y Love Actually, entre otros, donde apostaba por el sofisticado sentimentalismo de las vidas hogareñas y los personajes a pie de calle, en Una cuestión de tiempo se introduce, por primera vez, en el escaparate de la ficción, que no pretende ser utópica sino alegórica para asegurar su confusión con su lado opuesto del espectro: lo real.

En la función motriz de su planteamiento, la cinta traza ecos con Eternal Sunshine of the Spotless Mind, un acertado ejemplo para aventurar las líneas principales sobre las que convergen dichos géneros. La ficción no está concebida como instrumento de espectáculo y centelleante despliegue visual; más bien, actúa como complemento y justificación ante la extrañeza de la vida, buscando en ella un bálsamo ante lo inefable de su misterio. Al igual que aquella dirigida por Michel Gondry, esa ficcionalidad está concebida al servicio de una gran metáfora, una moraleja. Recurso del todo esquemático y decididamente manido que podría llegar a irritar si no entráramos a valorar el candoroso despliegue emocional que Curtis hace de las mejores artes cinematográficas referidas a los recursos románticos.

Su guión posee tanta frescura y tanto humor inteligente y eficaz (salvando unos cuantos agujeros de su trazo argumental que le serían difíciles de justificar), su puesta en escena tan calculada y mimada, así como sus interpretaciones, tan naturales y divertidas, que no puedes hacer sino rendirte ante su deslumbrante magia. Esta conclusión, por supuesto, excluye a los cínicos y los insensibles, pues esta película, como ocurre a veces, excede su coartada de producto cinematográfico de entretenimiento para robarte un aliento de tu nostalgia y otorgarte una reflexión imperecedera: las segundas oportunidades son posibles.

Bien es cierto que en demasiadas ocasiones se nos atenta contra nuestro equilibrio emocional, buscando febrilmente el ataque a los conductos lacrimógenos y desatendiendo su verdadero valor artístico, de dudosa significación. Pero no es el caso ante la película de Curtis, que ha sabido reducir sus toneladas de azúcar al pastel para presentárnoslo ahora con un ingenio narrativo más compartido, ahora no tanto en la agudeza de sus diálogos y lo rimbombante de sus situaciones (que también) sino en la búsqueda de un equilibrio introspectivo con aquel que observa y se pregunta: ¿qué habría hecho yo?

Pese a todo, la película se reafirma en la intangible fenomenología de su propuesta, algo que reduce su carga melancólica y ayuda varios enteros a su sobriedad. Esta última, emoción que denota integridad y moderación, es puesta en jaque en el espectador por un ángel que sobrevuela la pantalla con una ingenuidad que te embelesa antes de que puedas reaccionar. Un ángel que, una década atrás, ya encandiló a Ryan Gosling y a todos los que decidimos subirnos al vagón de la noria gigante: Rachel McAdams.
Weis
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27 de octubre de 2013
16 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película languida sin giros argumentarios, demasiado estática y con demasiado sentimentalismo lacrimógeno. Guiones a los que les falta algo y personajes que no encajan del todo como la hermana, será por su influencia inglesa demasiado marcada. Sus chistes metidos con calzador y su poco parecido con el trailer no la hacen merecedora de más nota.
missmuffly
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