La mirada de los otros

Una meditación, al estilo Woody, sobre el éxito y el fracaso, tanto en el arte del cine como en la vida de quienes pululan alrededor de esta industria. Como dejándolo caer, el reconocible judío neoyorquino, da un repaso a todo este mundo bufo, aunque envuelto en colorido y glamuroso celofán.

Val es un hombre que lo tuvo todo y al que ya no le queda casi nada, rematando su infortunio con una enfermedad psicosomática que dificultará enormemente sus posibilidades de recuperación social, familiar y anímica, justo en el momento en que por mediación del gran amor de su vida (que cayó en brazos de un triunfante productor), ha comenzado el rodaje de una película que lo ayudará a salir del pozo. Pero la vida está llena de paradojas y, a veces, cuanto peor mejor, que dirían algunos...

Woody Allen tiene entre sus virtudes la de hacer creíble hasta lo más insospechado. Por eso a nadie le extraña que una estilosa mujer, veinte centímetros más alta y veinte años más joven que su héroe pusilánime esté aún cautivada por el talento que a veces, muy de cuando en cuando, emana de una personalidad tan achacosa e impresentable.
Después de todo el triunfo del absurdo es una constante en este mundo en el que todo puede venderse, incluso el fracaso. Y ya se sabe, mientras estés en el mercado te llegará dinero, y en función de la cantidad serás más o menos interesante.

Más de lo mismo. Más hipocondría pequeño-burguesa, más complejos de inferioridad sentimentaloide, más personajes que hablan más que muestran y más detalles que convierten una comedia en un relato lleno de incoherencias. A ratos hace reír, francamente, como me hizo reír en su día " No me chilles que no te veo ". Provocar la risa a través de los tropezones de un personaje ciego ni es nuevo ni es bueno. Pero no es lo peor que he visto de Woody Allen.

El director neoyorkino nos lanza una pregunta: ¿el cine es un arte o un entretenimiento?
Es de agradecer que Woody Allen siga trabajando sin descanso (un film por año) y con una asombrosa regularidad más propia de sus compañeros europeos y asiáticos, que se sienten siempre en la obligación de cumplir con un mínimo nivel de exigencia.
Recién recibido el Premio Príncipe de Asturias, llega a nuestro país Un final made in Hollywood, que como ya sugiere el título, supone una dura crítica contra el sistema de producción hollywoodiense y sus métodos industriales.
Referencias
La odisea de un gran director venido a menos (sólo se dedica a la publicidad y rueda en Alaska) le sirve a Woody Allen para volver a tratar los mismos temas de siempre: los judíos, la misoginia, el psicoanálisis, New York... Los guiños a su larga carrera son constantes: la sospecha de un tumor cerebral en Hannah y sus hermanas, la ceguera de Delitos y faltas, la fuente de Central Park en Desmontando a Harry, la as pirante a actriz en Poderosa Afrodita, las comparaciones entre Los Ángeles y New York en Annie Hall... Sus meritorios y punzantes diálogos siguen estando a la orden del día: “Echo de menos mi grupo de ayuda para ejecutivos de cine sin amor propio.”
Objeciones
A pesar de que el actual maestro de la comedia se ha desprendido definitivamente del humor de sus primeros monólogos en televisión, y que muestra una enorme ligereza a la hora de hacer reír, aquí parece haber perdido su acertada capacidad de observación, además de las ganas por profundizar en los temas habituales, la creación de unos nuevos, o simplemente, sus interesantes reflexiones. Hay momentos estelares (las discusiones con el operador chino, la reunión final con su productor, la caída en el plató...), mas a uno le queda la sensación de estar ante un Allen poco profundo, menor, el de Toma el dinero y corre o Bananas. Aun así, dentro de su pronunciada causticidad, el elegante vodevil, sarcástico, irónico y satírico que nos presenta, es más ácido de lo que parece a primera vista, y no te engaña, es limpio, agradable, sin ruido ni molestias.

Val Waxman (Woody Allen) es un director venido a menos cuyos años de grandeza quedan cada vez más y más lejanos. Afortunadamente su ex (Téa Leoni) le rescata del ostracismo ofreciéndole dirigir una nueva película, producida por la nueva pareja de ella (Treat Williams). La presión laboral y sentimental provocará en el director una ceguera temporal, pero ello no será impedimento para que trate de llevar a buen puerto su trabajo. Cine hablando de cine, pero Allen prefiere rendir un pequeño homenaje a la comedia clásica en lugar de crear una ácida crítica de Hollywood (que también, pero más dulce de lo esperado), ello se puede ver, sobre todo, en el personaje al que da vida el director y en los gags que protagoniza su ceguera.

Los tics y las torpezas del personaje de Allen resultarán especialmente insufribles para aquellos que no soporten a los apocados e hipocondríacos personajes que suele interpretar. Por contra, el resto de actores resultan demasiado estáticos y fríos, más todavía si los comparamos con Allen. Leoni y Williams porque tienen a su cargo dos de los personajes más serios de la película, mientras que Debra Messing, cuyo papel recuerda ligeramente al de Mira Sorvino en Poderosa Afrodita (Mighty Aphrodite), porque no logra transmitir la comicidad necesaria. Ello no quiere decir, ni mucho menos, que las interpretaciones sean malas, en realidad son más que correctas, aunque se echa en falta actores con más carisma y presencia. La película resulta ser una comedia agradable y demuestra que Woody Allen es capaz de reírse de todo, incluso de sí mismo y de su profesión (algo que en realidad no es nada nuevo), pero lo que prima es la sensación de que le falta chispa y que la trama está tontamente alargada.

Así definiría esta obra de Allen.
Quizás no es su mejor película, pero lleva su sello marca de la casa inconfundible.
Esperaba una comedia del neoyorquino que me entretuviera, me hiciera reír y que contara una historia original.
A fe que lo consigue, solté muchas carcajadas visionándola.
Un guión, unas buenas interpretaciones y la mano de Allen para hacer una buena película.
Creo que es una de las películas más sinceras que haya podido ver. Hace honor a su título fielmente, y te cuenta justo lo que esperas ver en pantalla.
Otra de la características que hace de éste, un filme un tanto peculiar, es la temática del cine dentro del cine vista desde una perspectiva Woodyalleniana y siendo él mismo, el protagonista y director estrella en la película.
Resumiendo; quién quiera pasar un rato agradable viendo cine, de calidad y de una duración no muy larga, que cuente con Allen y con su ''Final Made in Hollywood''.

Ya saben todos ustedes cuántas veces ha acudido el de Manhattan a la entrega de los Óscars.