Tangerine

No me he resistido, y cuatro días después de ver "The Florida Project" en el cine me he zampado la película anterior de Sean Baker, "Tangerine", sobre todo porque está en Netflix y por pura curiosidad, dado que está rodada íntegramente con un iPhone. Y no decepciona. Ni marea; no es una de esas típicas películas de "cámara en mano".

Aunque no hay relación argumental entre ambas películas y el ritmo frenético de esta choca con la calma chicha de su sucesora, no se puede negar su parentesco.

Sólo llevo dos películas de este pavo (ha rodado 6 por ahora) y tengo la impresión de que hay una serie de elementos que me voy a encontrar en las restantes. Aparte de lo evidente y propio del cine independiente americano (la otra América, historias menores), en su cine veo ciertos lugares comunes. Putas, gente que las pasa putas, mugre, problemas que no son propios del primer mundo,  gente con la cabeza muy mal amueblada, personajes irritantes a los que acabas queriendo, y sobre todo el sueño americano inalcanzable pero delante de las narices, ya sea Disneyworld o Sunset Boulevard. Cine de aceras en las que las estrellas con los grandes del cine son pisoteadas por tacones baratos.

Te seguiremos la pista, sr. Baker, sobre todo si le sigues sacando este partido a gente de la calle que no se ha puesto nunca delante de una cámara.

Película que me ha causado una muy agradable sorpresa. En primer lugar, por el estilo en que está rodada, combinando una gran personalidad, un tono bastante documentalista y la crudeza de las calles en las que transcurre toda la historia.

La historia de Sin-Dee Rella muestra la cruda marginación del mundo de la prostitución. La violencia se muestra en todas sus vertientes, atacando ferozmente a la institución familiar, la amistad o la relación de pareja. La frustación sexual, los celos, la falta de autoestima y el vacío existencial gobiernan en este mundo callejero carente de amor. De ahí que cobre especial relevancia la manera en la que se mueve la cámara, con movimientos bruscos, planos cortos, y rápidos travellings que en mi opinión reflejan esa violencia a la que anteriormente me he referido.

La escena del Donut time es absolutamente magistral, de lo más autentico que he visto últimamente en el cine. Toda la película parece llevarnos a ese clímax final en el que estallan todas las emociones.
Destacar también la importancia de la visivilización del colectivo trans, a través del cine o de cualquier otro tipo de medio artístico.

Notable película que destaca por su originalidad, fuerza. Absolutamente recomendable.

¿En qué momento se jodió todo? La pregunta vale para cualquier punto de la película. Un resumen: Dee sale de prisión la tarde de la nochebuena. Espera a que su novio la recoja y no lo hace. Se entera de que le ha sido infiel y trata de buscarlos a él y a ella. Cuando lo consigue no pasa nada. Es lo peor. No pasa nada.

Los únicos que celebran Nochebuena en LA son los inmigrantes armenios. La regente del local de Donuts es de origen chino. El novio es el trasunto de algo que parece sacado de un videoclip y hace las veces de chapero y dealer de poca monta. El barrio trans está lleno de historias de abuso, ilusiones rotas y pérdida. Del sentido, pérdida del centro. Pérdida de trascendencia. Todo se compra y se vende, todo tiene un precio y hay alguien dispuesto a pagar. Nadie celebra la nochebuena. Sólo hay turistas y borrachos en las calles de LA, que vomitan en los taxis armenios.

La humanidad la pone Dee, que se sumerge en una búsqueda quimérica en la tarde de Los Ángeles; a pie, en tren, da igual. Ahí está la humanidad sin sentido, aún aferrada al encuentro amoroso, la esperanza. El camino. No sé si se han percatado de que estoy jugando con la puntuación; no sé si alguien lee esta crítica tras el ordenador; no sé si alguien se dará cuenta de que ahora mismo todos somos los Dee confusos atentos al móvil y las noticias; somos todos otra cosa que no somos en las imágenes vacías del panteón futuro. Y ahí andamos, en la calurosa nochebuena de Los Ángeles, caminando de un lado a otro con dos dólares en el bolsillo, recibiendo propuestas indecentes, siendo traicionados por los amigos íntimos, buscando en cualquier rincón un hito de esperanza que nos recuerde, por un instante, que todavía somos seres humanos y nos queda algo de dignidad.

Trazo una línea: si El nadador descubre al sujeto derrotado por el capitalismo salvaje, si American Beauty extiende a la mujer trabajadora el devenir tiránico del modelo productivo; Tangerine pone en la pantalla los nietos y los hijos, respectivamente, que vivieron con todo lo material pero estuvieron desatendidos emocionalmente por abuelos y abuelas, madres y padres. Y ahora estos nietos/hijos sueñan con la navidad que nunca tuvieron en el medio oeste, drogados, borrachos, en la ciudad de los sueños. Entonces, nada más importa que la promesa del amor. El regreso, otra vez, al hogar.

Tangerine es una de las mejores películas del 2015, su guión bien adaptado hace de la película un deleite total. Nunca pierde el ritmo y conforme avanza, la trama se vuelve mejor y mejor. El final es perfecto.
Una película que sirve de ejemplo que cuando se quiere se puede, filmada enteramente con un iPhone 5 y es tan perfecta que ni se nota.

Más allá de la pericia técnica de haber sido filmada con teléfonos móviles, Tangenine es una delicada mirada a la parte más trágica de la sociedad.

Historia de perdedores que Baker sabe retratar con delicadeza y respeto. Seres encerrados en la calle, víctimas de ellos mismos y asfixiados por una sociedad que los ignora, pero que en el fondo los necesita para sentirse plena.

Conflictos que dramatizan en exceso y resuelven torpemente sus personajes. Razón de su desdicha y alimento de sus penas. Tangenine es un desgarrador drama disfrazado de comedia. El reclamo de atención es uno de los puntos mas tristes de la cinta. La actuación pagada de Alexandra o el secuestro de Dinah del terrorífico apartamento y sus gentes es la mejor prueba de ello.

En la mayoría del metraje perseguimos a la acción. Somos cotillas de un argumento que funciona y satura a la vez. Es un agotador viaje tanto a pie como en taxi que va a más. Un viaje al atardecer con destellos de luz que se escapan y encandila la visión y perspectiva de los personajes. Un atardecer que los baña con una fotografía anaranjada que destila calor en plena navidad. Un atardecer como crepúsculo de ilusiones y esperanzas. Un viaje a la noche de vidas en declive que sobrevive del mejor modo posible con su soledad y falta de amor.

Sean Baker crea su película con la parte mas invisible y vulgar de la sociedad. Los engorda de carisma y les da la atención que reclaman. Somos testigos de sus penurias y bajamos a los infiernos mas terroríficos que el ser humano ha creado, donde la normalidad es echada a patadas de un coche y la familia es una mochila que cargas sin dignidad.