En los 90

Jonah Hill cruza hacia el otro lado de la cámara e intenta (como muchos otros, o todos si lo vemos desde cierta manera) expresarse de una manera que no es suficiente solo con las palabras.

Un "Coming of Age" que viaja hacia los 90', antes del boom digital, llevándose incluso a la cámara que filma, que adopta el 4:3, el estándar de aquella época. Los Angeles, un niño de 13 años, un verano alejado del colegio y la necesidad de pertenecer a otro lugar que no sea la familia, que bastantes conflictos le empieza a generar. Una madre que intenta recuperar esa adolescencia perdida por haber tenido hijos a tan temprana edad, un hermano que sorteó las primeras veces de ella y hoy es tímido y violento con Stevie, nuestro protagonista. Hay mucho reprimido, hay mucha secuela en casa, siendo la calle el lugar ideal para empezar a crecer y que mejor que un particular grupo de skaters.

La película es muy honesta, con diálogos muy frescos pero consigue su verdadera fuerza gracias a los silencios, las miradas y la música. Una estupenda BSO de Trent Reznor y Atticus Ross que abraza con fuerza los momentos que van a marcar ese pasaje de la infancia a la adolescencia del protagonista. Un sonido muy nostálgico pero a la vez esperanzador: Porque ya empezamos a dejar de ser niños, perdiendo de a poco esa inocencia que tanto vamos a echar en falta. Pero ojo, lo que se viene es aún más estimulante, que esto recién empieza. Un cúmulo de primeras veces (el cigarrillo, el despertar sexual, la amistad, la rebeldía) que empiezan a curtir a este joven que mira todo con asombro y al menos a los que atravesamos esta etapa ya, nos encuentra deteniéndonos en cosas que habíamos dejado de prestarle atención hace tiempo.

Uno de los grandes momentos de la película está casi al principio, cuando Stevie sale con la bicicleta y se detiene a ver a 2 niños jugando con pistolas de agua para después desviar la mirada hacia este grupo que anda en skate, habla de mujeres y realiza travesuras. Y sonríe. Y quiere ver como acercarse ahí. Ya no quiere jugar más con pistolas porque ya no es más un niño, o al menos eso quiere dejar de ser.

Y las influencias. Tanto desde dentro como desde fuera de casa. Un hermano al que admira pero que este le devuelve eso con indiferencia y con cierto resentimiento. Una madre que casi nunca está. Y los nuevos amigos. Uno que transita sus crisis desde otro lugar, otro que empezó a saborear todo lo que la adolescencia le brinda, pero sin encontrar aún los límites. Uno que mira todo tras el prisma de su cámara y parece un espectador de todo lo que pasa, más que un participe. De hecho, los momentos en que parece querer intervenir, siempre hay algo que se lo impide. Una negativa, una interrupción, un accidente. Es en el final donde realmente hace su parte...y de que manera ¿Cuánto de Jonah hay puesto ahí? ¿Cuánto en cada uno de ellos?. Por último, el "lider" del grupo: Aparentemente más maduro que el resto, paternalista (su historia lo explica mejor que yo) con las ideas y las ambiciones más definidas y que intenta llevar a Stevie por el camino más saludable posible. Pero Stevie absorbe todo y descubre las contradicciones, las leyes de la calle, los riesgos...y todo parece convivir en un mundo aparte al de su casa, cosa que no es tan así. Muy logrado como distintos tópicos rodean las escenas que está con este grupo y las que está con la familia...y de que distintas maneras se abordan.

El actor Jonah Hill dirige su primer largometraje. Inspirado en las pandillas de skaters del Los Ángeles de los años 90, Hill abunda en una historia de nostalgia personal y generacional.

Por un lado, su trabajo junto al director de fotografía Chris Blauvelt con el súper 16mm y el formato 4:3 otorgan una resolución granulada muy acorde con el aspecto del cine de los 90.

Y, por otro, el relato de iniciación en la adolescencia, búsqueda del grupo y del hueco en el mundo (robado por una familia disfuncional) se adereza con un ritmo de montaje y movimiento de cámara algo contrapuestos al tono general. En especial, cobra relieve el uso del plano fijo y sostenido, que induce al espectador a reflexionar sobre lo que sucede entre salto y salto de patín sobre el cemento urbano.

Sunny Suljic lleva a cabo una interpretación tan cercana y verista que es quien logra hacer dolorosas y emotivas muchas de las escenas. Sin duda, lo que transmite En los 90, más allá de la recreación estética, reside en lo que hace este joven actor.

La soledad, el sentimiento de maltrato, la admiración, el desgarro interior, los coqueteos con las drogas, el alcohol y otros peligros físicos y psicológicos implican a un espectador adulto, que tampoco encontrará mucho más que ese retrato descriptivo y significativo.

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El actor Jonah Hill debuta en la dirección de largometrajes, después de una carrera de 15 años como un intérprete, especialmente en comedia, con dos nominaciones al Óscar en la categoría de actor de reparto. En los últimos años compaginó su faceta como intérprete con las de guionista. El proyecto producido principalmente por A24, en colaboración con otras compañías, que es una de las principales compañías de cine indie estadounidense, tuvo una presencia menor en la pasada temporada de premios norteamericana, sobre todo en los galardones de cine más independiente, y tuvo su presentación en Toronto 2018 y en Europa se pudo ver por primera vez en la sección Panorama del festival de Berlín.

La película tiene como gran protagonista a Stevie, que sueña con ser un Skater y así poder integrarse en el grupo de adolescentes mayores que él, y que pasan el día en las calles de Los Ángeles, para así poder desconectar de los problemas familiares. El personaje de ese niño es una especie de álter ego del propio director, ya que la idea de realizar esta película surgió de su propia vida, ya que Jonah Hill practicaba Skate por las calles de esa ciudad estadounidense, en escenarios como el Palacio de justicia que se recrea en la película. Todo eso se nota en la naturalidad con la que se mueven los personajes en las escenas callejeras, y a muchos detalles que son inherentes a una persona conocedora del mundillo de los monopatines.

La historia es sencilla, corta y sin demasiados giros, dejando que todo fluya con naturalidad, y vemos la evolución de ese niño que al principio es rechazado por los Skaters, hasta que termina haciendo méritos para ser considerado uno más del grupo. La dirección de Jonah Hill es bastante solvente, y más si tenemos en cuenta que es su primera película, y las escenas de los protagonistas haciendo skate están muy bien rodados, con unas coreografías montadas de manera perfecta mientras escuchamos de fondo unas canciones modernas, la mayoría de rap, que no me gustan, pero entiendo que es lo que necesita este proyecto. La gran sorpresa es la magnífica actuación de Sunny Suljic, en el papel de Stevie, el joven protagonista, y que se mueve con una gran naturalidad tanto en los diálogos, como en los momentos más alegres y las situaciones más dramáticos. Entre los adolescentes destacan Na-kel Smith, un conocido Skater que interpreta a Ray, Olan Prenatt en el papel de Fuckshit y Ryder McLaughlin como Fourth grade, Dejo para el final el otro gran personaje de la película, o al menos eso es lo que sentí según la estaba viendo, y es el adolescente que terminará siendo el gran amigo del protagonista, el de Ruben, que está interpretado por Gio Galicia, y que lo hace bastante bien teniendo en cuenta su inexperiencia.
Completan el reparto los dos rostros más conocidos de la película, Katherine Waterston y Lucas Hedges, en unos personajes que están desaprovechados, y cuyas historias personales no están bien desarrolladas, desapareciendo en la parte central. Pese a que su presencia es muy secundario los dos hacen unas actuaciones destacadas, sobre todo el que es uno de los actores de moda del cine actual.

El otro tema importante es el de la banda sonora, ya que tiene muchas canciones que como comenté antes están muy bien elegidas para el argumento de la película, y tiene una música compuesta por Trent Reznor y Atticus Ross que es menos repetitiva de lo esperado teniendo en cuenta el tipo de sonido que nos han presentado los compositores en algunos proyectos. Me parece un acierto la elección de estos compositores y mucho más que la música suene en varios momentos concretos, dejando a las canciones y al sonido real de los monopatines y de los movimientos de los personajes para no saturar en exceso.
La película se puede recomendar a los que practican ese deporte tan popular entre la gente más joven, y a los que buscan una película corta y sencilla que funciona bien por su naturalidad y unas decentes interpretaciones.

LO MEJOR: La dirección y el montaje.
LO PEOR: El personaje interpretado por Lucas Hedges no está bien desarrollado.

Pueden leer esta crítica con imágenes y contenidos adicionales en: http://www.filmdreams.net

Imaginemos poder escudriñar en nuestro pasado a base de retazos de recuerdos guardados en lo más fondo de nuestra mente. Así ha logrado Jonah Hill acercarnos esas sensaciones de antaño sin complejos ejemplificantes ni verdades absolutas. Era una época, unas sensaciones, unas actitudes y unos vicios y gustos que marcaron y marcan a toda una generación que empatiza en cada fotograma con las vicisitudes de su protagonista. Respira como en nuestros recuerdos, piensa como en su época, actúa como lo haríamos, todo sin necesidad de artificios grandilocuentes de giros dramáticos y dándole ese tono y color a cada secuencia que mezcla nostalgia y realismo. La trama se instaura en esa mezcla de intentar hacer sentir y encuadrar los sentimientos sin desbordar la fantasía. Las interpretaciones transpiran intensidad contenida en un claro ejemplo de transmitir naturalidad. Los guiños a los giros de guion beben de la universalidad, de la generosidad de unos personajes que mezclan profundidad y nostalgia, elevando la efervescencia sentimental del espectador. El encuadre, la banda sonora y hasta las secuencias siempre van de la mano de toda esta intención de sumergirnos... en los 90...

Siempre me han fascinado las diferentes formas de afrontar un mismo período de tiempo en diferentes lugares, a fin de cuentas, estamos inmersos en culturas y formas de vida diversas y muchas veces tienen poco o muy poco que ver unas con otras, al menos en las formas, porque en el fondo son prácticamente idénticas.

Estupenda cinta estadounidense, diametralmente opuesta a las todopoderosas producciones que pueblan las pantallas más comerciales, algo que tampoco es ninguna novedad en un cine de autor en plena efervescencia y con títulos tan celebrados como EL HIJO, GLORIA BELL, US, MULE, THE PRODIGY, MALOS TIEMPOS EN EL ROYALE o THE RIDER, sólo por citar los últimos títulos de cine independiente americano que he visto.

El jovencísimo actor de trece años SUNNY SULJIC está sensacional en su relato emocional entre una familia desestructurada, una calle no menos desalentadora y llena de peligros de todo tipo, donde tus amigos pueden ser tu ruina y a la vez tu salvación. Todo un ejemplo de cine sincero y capaz de transmitir una autenticidad que llega sin ningún problema al patio de butacas, con momentos de gran diversión, enorme tristeza o puro entretenimiento;
¡Como la vida misma!