Kamchatka

Después de tragar bastante cine me estoy dando cuenta que Argentina y España comparten ciertas similitudes en cuanto a su manera de crear cine, les gustan mucho los retratos costumbristas, con algo de humor y, a ser posible, con trasfondo de dictadura. En ese escabeche de ideas nos encontramos esta, a mi gusto, bastante sosa Kamchatka, visión anti-belicista con la mirada de un niño que prefiere escapar a su propio universo antes que aceptar la realidad que le rodea.

Me parece estupendo que el cine se posicione en contra de las injusticias, del hambre, de las dictaduras... etc. pero yo busco algo que me haga pasar un buen rato y que, sin necesidad de chistes ni disparos por todos lados, pueda tener un par de horas pensando en lo que se desarrolla sin necesidad de un gancho infantil ni un melodrama lacrimógeno.

Lo mejor: Los primeros y los últimos cinco minutos.
Lo peor: Demasiado espesa.

Con el régimen militar azotando a la Argentina allá en los 70´, una familia debe dejar todo lo que poseía y armar una vida nueva que incluye identidades nuevas. Asi esta encantadora familia se traslada a una estancia en donde albergarán nuevos sueños y esperanzas para un futuro.
Así comienza esta hermosa, conmovedora y durísima crónica familiar que teñida de simpliicidad y austeridad narrativa llega a conmover con pequeños pero mágicos detalles.
Apelando a la memoria, pero no mostrando los horrores de ese período, el film logra su cometido al dedicarse a mostar a esta familia y lo hace excelentemente bien, se debe a la muy buena dirección del experimentado Marcelo Piñeyro.
Con dos intérpretes maravillosos como Ricardo Darín y Cecilia Roth que derrochan talento y profesionalismo en cada escena, sumado a los muy efectivos Matías Del Pozo, el simpático Milton de la Canal (verdadera revelación) y al gran Hector Alterio, el film tiene todo para lograr su propósito: conmover en buena ley.

No se ustedes pero yo encuentro a esta película carente de contenido, entiendo que buscaban algo cotidiano y real, pero estas esperando que pase algo y no sucede. Quedan muchas cosas inconclusas, podrían contar más sobre la vida de cada personaje. Lo rescatable es la actuación de los dos niños.

“Otoño de 1976, días después del golpe militar”, así empieza el film de una Argentina que ha caído en manos de una dictadura militar. Miles de ciudadanos son perseguidos y secuestrados, por tan solo oponerse verbalmente al régimen militar del 24 de marzo de 1976 al 10 de diciembre de 1983.

En Argentina se instauró el proceso autoritario más sangriento que registra su historia. El régimen militar puso en marcha una represión implacable sobre las fuerzas estudiantiles, sindicalistas, intelectuales, profesionales y otros fueron secuestrados, asesinados y "desaparecieron". Mientras tanto, mucha gente se exilió.

Ante este difícil panorama, una familia compuesta por un padre que es abogado, una madre que trabaja en un laboratorio y dos hijos pequeños, se tendrán que esconder, empezando una nueva vida que acabará con sus sueños y fantasías.

La tragedia de la familia es vista desde los ojos del hijo mayor, Harry (Matías Del Pozo) un niño de diez años, que no logra entender por qué debe abandonar su casa y a sus compañeros de escuela para mudarse a escondidas con sus padres y su hermano.

Adaptarse a esa nueva vida, en la que existen reglas rigurosas, ayudará a Harry a comprender por qué su padre le pidió que recordara siempre a Kamchatka, uno de los países de un conocido juego de estrategia. Kamchatka se convierte en símbolo de la necesidad de luchar, aunque el mundo se venga encima.

La península volcánica de Kamchatka es un sitio real, está situado en Siberia, al este de Rusia y se interna en el Océano Pacífico, también es un espacio imaginario, es el terreno de la resistencia, de la dignidad humana ante la barbarie, ante el poder, pero desgraciadamente Kamchatka sólo dura mientras las fuerzas aguanten.

La película recibió 12 nominaciones a diferentes premios y/o festivales de cine, de los cuales gano seis de ellos.

No existe una película más parada y más aburrida que esta. Un desfile de sentimentalismo sin sentido durante hora y media, con un nivel de empalagosidad capaz de hacerte vomitar hasta la primera papilla.