El conjuro 2

La turbiedad es fascinante. Y los fantasmas y su enigmática y atormentada presencia entre dos mundos – el más allá vedado al común de los mortales y el más acá, albergue de nuestros insomnios cotidianos – han dado origen a un sinfín de películas de muy variada factura, calidad y consistencia. Querer convencer de su inapelable existencia recurriendo a que estamos ante hechos reales – o más bien habría que decir: ante ocurrencias ciertas pero discutibles – es un despropósitos innecesario, ya que no añade ni quita nada a la verosimilitud y éxito de la ficción que se despliega con el afán de perturbarnos y desasosegar. Tratando de ser justos, se debe distinguir entre los logros alcanzados y las carencias que encontramos, con independencia de si confirman o no la existencia del maligno entre nosotros.

James Wan es un consumado especialista en crear climas tóxicos e intranquilizantes. Sabe transportar al espectador a un mundo lleno de peligros y acechanzas con maestría y mano firme, no sólo plagado de sustos y sorpresas, sino trufado de una atmósfera inquietante donde todo lo truculento parece posible y cualquier amenaza se vuelve tangible y turbadora. Juega con las premoniciones y expectativas más descabelladas, creando un microcosmos insalubre y viciado donde el horror encuentra su acomodo natural. Quizás sea ésta la mayor de sus virtudes: la ambientación truculenta y la atmósfera espectral que recrea a partir de elementos mínimos y cotidianos.

Pero también hay errores y deficiencias de bulto que devalúan el resultado. Un metraje excesivo que demora el desenlace y estanca el desarrollo de la historia, al recrearse en exceso con episodios adocenados y repetitivos en vez de optar por una sobriedad y contundencia formal que hubiese redundado en una mayor efectividad. Demasiado de lo mismo acaba por cansar y aburrir, por bien elaborado que esté. Y el tema de la casa encantada está muy visto y fatigado y adolece de convenciones simplistas que hacen parecer ridículo lo que pretende ser desconcertante o terrorífico. El catálogo de recursos y trucos desplegados es impresionante, pero nada novedoso, más cercano al parque temático florido que al relato fantástico que ansía. En general, menos es más. Y aquí hay desmesura.

La pareja protagonista funciona a la perfección. Su complicidad, compenetración y buenos propósitos proporcionan el anclaje indispensable y contrapunto necesario que realzan los desafueros y excesos presenciados. Sin ellos carecería de interés, pero su presencia consigue que todo nos importe, nos interese y nos seduzca. Son la clave del éxito. Pero en conjunto la propuesta decepciona porque es más de lo mismo, irreprochable pero rutinario, pura fórmula comercial.

Con el estreno de ‘El conjuro 2’, el director malayo James Wan consigue, sin duda, ganarse el apelativo del nuevo maestro del terror, luego de que películas como ‘Saw’, ‘Insidious 1 y 2’ y sobre todo ‘El conjuro’, son muestras fehacientes de su dominio del género.

Ambientada siete años después de su predecesora, y tras un prólogo que actualiza el presente de Ed y Lorraine Warren tras los sucesos de su caso más mediático, Amytiville, que los convirtió en figuras de lo paranormal, y los expuso a cuestionamientos de los escépticos.

Ahora deberán viajar a Londres, donde una familia es acosada por la presencia del fantasma de un viejo que reclama la casa como suya, volviéndose cada vez más presente y violento, por lo que Ed y Lorraine deberán comprobar si el caso es un hecho verídico o es solo una treta de la familia para conseguir un mejor hogar.

Narrando de manera clásica, Wan consigue una más que digna secuela de su mejor película, y lo logra gracias a una mayor cantidad de sustos, uno seguido del otro y casi sin dar respiro, pero siempre a la buena, haciendo un adecuado uso de los recursos narrativos del género y sobre todo, de su lucidora puesta en escena: planos secuencias que de pronto se ven interrumpidos, paneos que sugieren que se aproxima algo tenebroso, etc.

La película, si bien un tanto larga (133 minutos, casi todos agobiantes), se toma el tiempo para narrar los hechos de la casa de la familia londinense, al mismo tiempo que se adentra en las personalidades y conflictos personales del matrimonio Warren, interpretados con mucho corazón por Vera Farmiga y Patrick Wilson, que consiguen sin problema conectar con el espectador de manera mucho más directa incluso que en la primera entrega.

Casi sin dar respiro, Wan consigue que ‘El conjuro 2’ no distinga del día y la noche para presentar algún momento terrorífico, generar tensión y mantener en vilo al espectador, al que atrapa con un poder hipnótico en un film aterrador que deja todo listo para una más que bienvenida tercera entrega.


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Voy a ir al grano. Bien hecha y sustos por doquier. Entretenida. Excesivamente larga, creo que al metraje le sobran unos 20 minutos. Comienza muy fuerte y sin dar al espectador una pausa para el descanso. Luego se estanca y durante bastante tiempo pierde intensidad, hasta intentar retomar el ritmo cuando ya te has, sencillamente, aburrido.
No cabe duda que teniendo en cuenta el cine de terror que se hace hoy en día está bien rodada y ofrece aquello que promete, pero también creo que hoy en día deberíamos pedir una nueva vuelta de tuerca al género, un tanto estancado. Creo que el cine de terror que llega es más de lo mismo.

Aburrimiento en una pelicula de miedo, bostezando inclusive. Mas de lo mismo una y otra vez, sustos predecibles, abuso de jump scares, guión sin pies ni cabeza, escenas cursis que te sacan aun mas de la pelicula.

La ambientación de la casa esta impecable, el uso de la cámara también es muy bueno, la fotografía también me gustó.

Falta aire fresco en este género desesperadamente, una pena.

La primera es muy buena, una vuelta de tuerca muy lograda a El exorcista y a las historias reales de exorcismos en general. Tiene muchos aciertos. Esta secuela resulta impresentable, con una producción y puesta en escena óptimas no cumple con ninguna de las promesas que surgen no más empezar. Hasta la mitad la cosa resulta envolvente, pero hay situaciones entre los protagonistas de lo más cursis, y el meollo acaba siendo ridículo. Casi todo se ve venir... La media hora final es de vergüenza ajena. Una gran decepción. Ni siquiera la gran Vera Farmiga se salva, la han puesto a la altura de su pareja, Patrick Wilson, los dos poniendo caras sin sustancia, sólo les falta hacer pucheritos. Terrible. Del reparto, los niños están fantásticos y sobre todo la madre de familia Frances O´Connor. Casi, casi, lo mejor es el comienzo y el epílogo con los créditos, donde, como en la primera, se coteja lo artístico con las imágenes del hecho real. Pero en todo caso, por muy real que sean los hechos, la resolución del montón de guionistas metidos en faena es de pura mercadotecnia, carente de creatividad.