Nocturnal

Un complicado drama en el que juega mucho el guion con el espectador, para que la curiosidad de esta extraña obsesión no se desvele hasta la mitad del film, con un giro que podrías esperarte pero que no deja de ser un planteamiento bastante interesante.

Laurie, tiene 16 años vive con su madre soltera con la que no se lleva precisamente bien, estudia en un colegio cercan donde es buena en atletismo. Un día Pete, un pintor de 30 años que trabaja en el colegio temporalmente, se fija en la chica, es cuando comienza a perseguirla y a obsesionarse con ella, Laurie agobiada pero adulada a la vez, comienza a quedar con él, las intenciones de Pete no están demasiado claras...

Cosmo Jarvis (Lady Macbeth) interpreta a Pete muy convincentemente, es un hombre reservado y torturado que claramente oculta un secreto, pero la información no se da claramente y le vemos actuar erráticamente con mucho nerviosismo. Lauren Coe es Laurie ofrece una buena química con Pete y aunque al principio de conocerlo se muestra reticente, más tarde empieza a sentir atracción y consuelo por él. Sadie Frost en un pequeño papel hace de la madre de Laurie. 

Una película sutil y bastante interesante sobre las relaciones humanas que la directora novel Natalie Biancheri logra en esta historia intimista nuestra máxima atención.
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Nathali, la directora, junta dos amores totalmente diferentes, dos formas de querer imposible de corresponderse. Un amor prevalece y sirve para romper la coraza de ambos personajes, ayudándoles a ver y entender la situación de la misma manera.

La película se posiciona perfectamente. La realización y el guion evitan juicios de valor sobre los personajes. En todo momento entendemos cómo se sienten cada uno de ellos, sus reacciones están justificadas, y nada parece estar fuera de lugar en una situación tan compleja. No solo funciona el drama, también el misterio de la primera mitad, aunque este desaparece bastante pronto, sirve para introducirnos en una etapa de reflexión con unos protagonistas desnudos emocionalmente. Todo lo anterior, sería realmente difícil sin la química que desprenden los actores principales. Al comienzo, cada interacción nos hace dudar de sus intenciones, y cuando por fin entendemos todo, los encuentros son más agresivos y desgarradores, pero a su vez, realmente comprensibles.

Aunque ambos personajes son importantes, Pete es el verdadero protagonista, se profundiza mucho más en su forma de vida, sus deseos y su pasado. Por este motivo, su evolución está mucho más marcada; y la imagen que proyecta al principio no se corresponde en nada con la imagen final.

Un bello y trabajado ejercicio de creación de atmósfera en personajes atrayentes. Con fino trazado nos recreamos en unas circunstancias etéreas que nos llevan al equívoco, enseñándonos el camino de la duda en todo momento. Ese camino en el que nos tropezados a diario pero que siempre es el elegido. Unas personalidades instintivamente fuertes que buscan sin saber el qué pero siempre desde el instinto más natural. Vemos que la trama deconstruye para reflejar las sombras de lo que vemos, y así ejecutar con maestría el juego de reflejos. Sin piedad los destellos ciegan a la duda y ejercitan su labor. Cuando el conocimiento atrae el entendimiento nos sumergimos en el interior de sus protagonistas. La trama, sencilla y sin tapujos, nos conduce desde el vacilar inicial a la elección final, haciéndonos ver que las equivocaciones del camino no deben hacernos dudar de nosotros mismos y, así, poder tomar las decisiones con claridad. La pareja protagonista lleva el peso de la película en un duelo de juegos eternos y de sentimientos encerrados.

En un mundo lleno de predecibles películas de tíos mayores obsesionados con jovencitas, esta rompe con toda esa vulgaridad para contar una historia especialmente tierna, con una interpretación impecable. Hacía mucho tiempo que una hora y media no se me hacía tan sumamente corta.
No se me ocurre mejor actor para interpretar a este hombre, y ella ha sido un descubrimiento maravilloso.