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Vals con Bashir

Vals con Bashir
2008 Israel
Animación
7,5
23.453
Animación. Drama. Bélico Documental animado sobre la matanza de refugiados palestinos en Sabra y Chatila (Líbano) en 1982. Una noche, en un bar, un viejo amigo le cuenta a Folman una pesadilla recurrente en la que le persiguen siempre 26 perros. Los dos hombres llegan a la conclusión de que la pesadilla tiene que ver con una misión que realizaron para el ejército israelí durante la primera guerra con el Líbano a principios de los años ochenta. A Folman le ... [+]
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Críticas 121
Críticas ordenadas por utilidad
26 de septiembre de 2009
35 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
No se puede cambiar el pasado pero sí se puede cambiar la interpretación que hacemos del pasado. Algo así recuerdo haber leído en Viktor Frankl.

En Vals con Bashir se llega aún más lejos: la memoria es dinámica (yo diría creativa) y es capaz de suplir con invención los huecos que hay en ella. En la cinta se nos habla de un experimento en el que la gran mayoría de las personas construían un recuerdo ficticio a partir de una foto falseada de su infancia.

El hecho es inquietante. Podemos fijar en nuestra psique recuerdos ilusorios. Recuerdos cuyo fundamento no es real. Si es así, podríamos cambiar nuestro pasado. ¿Cómo? Desechando o alterando fragmentos de memoria. Incorporando retazos de memoria creativa. Para ello, habría que desarrollar una tecnología capaz de destejer y retejer las redes neuronales.

Se podría argumentar que los hechos objetivos del pasado son inalterables. Pero, ¿qué son los hechos objetivos para el individuo? Esoterismos al margen, la consciencia del hombre es singular, no colectiva. Yo soy mi memoria, cambiante y personal. Yo no soy nosotros. Mi percepción es siempre subjetiva. O no.

Los insectos sociales (hormigas, abejas, termitas) ilustran una vía diferente. ¿Qué sucedería si aplicáramos la idea del 'espíritu de la colmena' al ser humano? (*)

===

En Vals con Bashir se identifica la mala memoria del protagonista con la mala conciencia israelí por la matanza en los campos de refugiados palestinos de Sabra y Chatila. Un genocidio perpetrado por los falangistas libaneses con la anuencia tácita de las Fuerzas de Defensa de Israel.

Ari Folman retrata el absurdo de la guerra por medio de sueños recurrentes, escenas turbadoras y contrastes llenos de brutalidad (el niño con bazuca, las balas imprevistas, los tonos claroscuros).

Imaginad un círculo cerrado. Un cordón de hombres enlazados, mirando al exterior. A sus espaldas se produce la masacre. Se oyen gritos y disparos (¿serán acaso los sonidos de la noche?). Algunos hombres cierran párpados y oídos con tanta vehemencia que acaban por perder la vista o la memoria.

===

En un futuro, quizás sea posible maquillar nuestros recuerdos. Borrarlos o alterarlos. Podremos fabricarnos un pasado sin deslices monstruosos.

Mientras tanto, que cada uno cargue con su parte de la culpa.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Servadac
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30 de junio de 2009
35 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
El complejo de culpa, tema judaico donde los haya, es el punto de partida de una búsqueda del personaje principal, que combatió en la guerra del Líbano allá por el 82. El hombre tiene remordimientos, y trata de comprender por qué, puesto que su memoria parece haber borrado lo acontecido en aquel conflicto.

Así, vamos pasando de una dimensión puramente individual de motivaciones y fantasmas del pasado, hacia diversos testimonios de otros ex-combatientes en aquellos mismos acontecimientos. El enemigo musulmán es tratado como una fuerza invisible y amorfa. Disparan, pero apenas esbozamos algún retrato facial del contricante. Son solo una amenaza latente, de la que ignoramos causas o consecuencias.

Y todas estas experiencias individuales que el protagonista va recolectando, se convierten en una tragedia colectiva, la de los masacrados palestinos tras el asesinato de Bashir. Y en todo esto, los israelíes son simplemente testigos que no toman parte. Si esto es éticamente reprobable, puesto que aparecen como unos pobres desgraciados que solo cumplen con su cometido mientras que en la realidad son el demiurgo de toda la espiral de violencia acontecida en la zona desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Si esto, como digo, es peligrosamente partidista, lo verdaderamente malo del film es comprobar que toda esa visión individual se va diluyendo en un magma colectivo que ni resuelve, ni aclara, ni cicatriza traumas, ni nada de nada.

Un antihéroe de película bélica puede reflejar una angustia existencial totalmente nihilista, comprensible dentro del absurdo de la guerra (Apocalypse Now, La Chaqueta Metálica, Sin Novedad en el Frente...). Aquí, no. Aquí la cara de Fran Perea con la que aparece retratado el protagonista durante todo el film está motivada por esa culpa, pero, al igual que el ínclito actor de los Serrano, tanto gesto compungido no lleva a ninguna parte o resolución final.

Todo se adorna con composiciones poéticas, con la belleza del combate como una danza, con músicas caricaturescas ¿Para qué? Pues para lo mismo que un saltador de trampolín empieza a hacer tirabuzones y mortales para acabar cayendo en diagonal y dándose el planchazo. Vamos, para nada.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Pas
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2 de abril de 2009
49 de 71 usuarios han encontrado esta crítica útil
El 'moiré' vendría a ser la trama defectuosa que se produce en una imagen cuando se ha colocado mal alguna gama de semitonos y, realizando una analogía, se podría decir que en "Vals con Bashir" ese 'moiré' son las pequeñas historias que no dan más de si y parecen mal encajadas en el film, pese a ello, éste tiene dos puntos claves para ser una gran película: una animación de órdago, que sorprende desde sus primeros compases, y una banda sonora excelsa, que aporta grandes momentos al conjunto, pero en cambio, a "Vals con Bashir" le falta algo esencial: alguien que sepa como confabular todas esas imágenes otorgándoles un sentido propio y un tono adecuado o, en otras palabras, un buen cineasta.

En primer lugar, sería interesante lanzar una pregunta al aire: ¿de entre todos esos momentos musicales tan bien confabulados, alguien podría extraer una conclusión? Es decir, estéticamente son curiosos, poseen un deje humorístico (craso error, puesto que consigue confundir aun más al espectador y que no haya un tono detectable en la obra) y resultan espectaculares en cierto modo, pero eso no significa que posean algún significado, o que esa mera justificación les otorgue un sentido dentro del film, así que en mi opinión sobran completa y absolutamente por gratuitos y lo único que logran es frivolizar la acción.

Siguiendo con otro de sus principales defectos, cabría destacar que narrativamente es bastante desastrosa: no sólo resulta blanda e inestable, sino que el realizador rompe la linealidad de la propuesta dependiendo de si quiere rematar antes la historia, o de si le interesa ir dejando más pedazos sueltos de relatos que contar, y no decide en ningún momento si su narración debe ser cinematográfica, de documental o simplemente un eje que gire sobre lo que cuenta y sea manipulado al antojo del creador. Craso error también.

Aunque peor todavía sea que de entre todas las historias introducidas, sólo un par de ellas lleguen a una conclusión y sirvan como reflexión al espectador, pareciendo las demás puro relleno para ofrecer logrados instantes de distracción, pero poco más.
Tampoco está aprovechado el tema de la memoria, que se menta durante su buen inicio, y se desecha sin saber porque, y al final uno termina pidiendo la hora ante esas imagenes reales que, para colmo, todavía le indignan a uno más: por amarillistas, y por querer adornar un relato que no requería esa clase de ornamentos, y que tuvo que ser contado desde una perspectiva mucho más definida o madura si realmente se le quería sacar el provecho adecuado.
Grandine
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12 de abril de 2009
27 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los mecanismos de defensa de nuestro cerebro pueden llegar a ser inauditos. El instinto de conservación es mucho más potente de lo que nos figuramos.
Cuando pasamos por alguna experiencia traumática, tanto que resulte insoportable e intolerable convivir con su recuerdo, el cerebro activa sus mecanismos para protegernos. Puede llegar a borrar por completo ese trozo de memoria inadmisible. Algo parecido a lo que hacemos cuando eliminamos un archivo almacenado en un ordenador, o a lo que hacía la censura con las películas, cortando el pedazo que no debía ser expuesto y uniendo los extremos restantes, dejando un hueco, un vacío, un salto en la secuencia de los fotogramas que los espectadores podían advertir con claridad y que hacía que el largometraje pareciese cojo y escandalosamente incompleto.
El trozo que faltaba era como una extremidad o un miembro mal cortado. Siempre se notaba su ausencia.
El ex-combatiente israelí protagonista de esta revulsiva, hipnótica, trágica y truculenta cinta de animación, el cuál estuvo presente en la masacre del campo de refugiados de Savra y Chatila en Beirut, en 1982, padece ese trastorno disociativo. Él estuvo en el centro del horror, pero es incapaz de recordarlo por sí mismo. Su memoria selectiva y protectora, como si fuese una censora pertrechada con unas tijeras afiladas, cortó de raíz la terrible experiencia almacenada en su subconsciente.
Pero el cerebro no es como una tira de película. No hay tijeras, por ramificadas que sean, que puedan cercenar la memoria sin dejar huella.
La verdad irá brotando lentamente, reclamando su derecho a salir a la luz. Los testimonios de antiguos compañeros de armas y testigos oculares de los sucesos irán supliendo el pedazo de recuerdo celosamente reprimido.
La culpa. El remordimiento.
El corazón del cruento conflicto entre Israel y Palestina, desde una óptica crudamente culpable y expiatoria. Con esos dibujos animados imperfectos que tienen algo fascinante, una especie de cualidad para robar la mirada y la conciencia. Algo similar a ser arrastrados a un conjunto de alucinaciones y pesadillas recurrentes, en las que un cielo crepuscular, o la más negra de las noches, sirve como misterioso telón a unas escenas que siempre parecen transcurrir más despacio de lo normal. Escenas en las que las piernas nos pesan demasiado y somos tragados por los demonios de una oscuridad opresiva y en la que late una amenaza permanente.
Los demonios de la guerra.
Vivoleyendo
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8 de julio de 2009
23 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es cierto que comienza de modo fascinante con esa carrera de los perros rabiosos, pero en realidad esta película, a medio camino entre el documental y el cine bélico de toda la vida, promete mucho más de lo que finalmente ofrece.

Hay escenas sencillamente brillantes, como la ya mencionada o las de las playas, pero el nivel general baja alarmantemente en varias de las entrevistas del personaje principal con sus antiguos compañeros del ejército y con los periodistas y psicólogos.

No voy a alargarme con el mensaje del film, pero es evidente que los israelíes deben asumir su parte de culpa en la matanza de palestinos inocentes, y parece que el director quiera jugar a veces dos bandas....

Lo mejor: la estética de animación minimalista ciertamente muy lograda y la banda sonora.

Lo peor: los bajones en el ritmo narrativo y los innecesarios segundos finales.
Hrundi_Bakshi
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