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Fresa y chocolate

Drama David (Vladimir Cruz) es un comunista convencido que estudia sociología en la Universidad de La Habana. Diego (Jorge Perugorría) es un artista homosexual acosado por la homofobia del régimen castrista. A pesar de las abismales diferencias que los separan, entre ellos surge una profunda amistad. (FILMAFFINITY)
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Críticas 30
Críticas ordenadas por utilidad
18 de abril de 2020
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Probablemente, la más internacional película cubana, nominada al Oscar a mejor película extranjera y otra muestra del gran talento del veterano Gutiérrez Alea, aquí junto a Tabío por la enfermedad del primero. Es la historia de un homosexual y un joven comunista universitario, su amistad trabada paso a paso, sus sentimientos arraigados y distintos pero final y felizmente compartidos, son la base para, desde el púlpito de la tolerancia y la sencillez una noble y creíble crítica a la intolerancia. El trío protagonista borda sus papeles, con mención especial para Perugorría. En clave de comedia pero en el fondo un drama honesto y perfectamente identificable gracias a unos personajes con los que el espectador adquiere complicidad y cercanía. Gutiérrez Alea hace una crítica al sistema desde dentro del sistema, dejando un agridulce sabor de gran película.
kafka
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2 de enero de 2021
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Llego a esta película de la peor manera que se puede hacer: Un enlace de Youtube. Empezamos mal, no se ve de la mejor manera posible, pero por lo menos el sonido es bueno. Al principio me cuesta entrar a la película, pero lo consigo pasados 20 minutos y a partir de ahí, no me suelta. En el piso palanka hemos comparado su ritmo con el de películas de Almodóvar, la película consigue transportarte por sus escenas con excelentes transiciones y haciendo que los personajes evolucionen de forma natural y a la vez, sincronizada por la influencia de unos sobre otros.

El guión es un punto fuerte, en el que se trata una crítica al sistema comunista de Cuba y su anterior persecución al colectivo LGTB (hay que recordar lo mucho que Castro se arrepintió después de haberse sobrepasado en este aspecto). Esta crítica no se trata deforma directa sino que se va construyendo en las conversaciones de los personajes sin acusar a sujetos en concreto sino más bien, perfilando una crítica más aguda, más general que pasa por una revolución cultural y social más que por una política en sí.

Su otro punto fuerte es su buenísimo sentido del humor y de la ironía. Yo me he reído mucho con la película aunque es verdad que en ciertas cosas tienes que estar muy metido en la ironía que propone para que "pilles la gracia". Sin embargo, si lo consigues, te encontrarás con un humor muy inteligente y bien expuesto, que no satura y converge con el buen ritmo de la película.

Los actores son dioses caídos del cielo y sobre todo Jorge Perrugoría. Diego es el personaje cenital de la obra y Jorge consigue transmitir su pureza y sus sombras, su inteligencia, su humor y sus preocupaciones y emociones más humanas. La elección de personajes es un acierto: Un artista homosexual, un joven comunista y una puta. La conexión entre los tres es naturalisima y consigue hilvanar el sentido de la obra.

En general una gran película de la que no esperaba gran cosa y que me ha sorprendido como pocas. Su sutileza quizá sea su mejor punto, no te deja nada sin tocar pero lo hace con una delicadeza exquisita, y tu entras hasta donde quieres. Ahí reside parte de su magia.
Alfonso
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7 de abril de 2009
13 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sólo por la interpretación de Jorge Perugorría ya vale la pena ver la película, ya que se sale de la pantalla, el resto del elenco es aceptable, igual que la dirección, y la música es horripilante. A la historia le cuesta arrancar pero te atrapará irremediablemente, el desenlace final es algo convencional.

Como dice mi primo, el comunismo sería el sistema ideal si el que estuviera al mando fuera una máquina.

Dr. Hackenbush.

Beck - Loser
Amelie76
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21 de noviembre de 2014
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película intelectualmente tramposa donde las haya, pero tan bien narrada que deglutes las trampas como los protagonistas los helados, sin darte cuenta y con cierto gusto. Hablar de la competencia cinematográfica de Gutiérrez Alea a estas alturas está de más: es uno de los grandes del cine hispanoamericano. Aun así, creo que jugaba en este filme con algunas cartas marcadas, no sé si por él o por Senel Paz, el guionista y autor del relato de base. Las cartas marcadas son las siguientes: ahora resulta que los miembros del Partido Comunista Cubano, es decir la Revolución, no aprecian el arte de su país (ni siquiera lo conocen), concretamente su música y su arquitectura. Son los artistas disidentes (más que disidentes, sediciosos, diría yo), los que dan lecciones de cubanidad (de cultura general más bien) a los militantes del partido comunista, olvidando que fue precisamente la Revolución socialista la que frenó bruscamente un proceso rampante de colonialismo cultural, cuando no de aculturación, y sobre todo de indigencia cultural, para pasar a un proceso no sólo de alfabetización general y de educación en masa de la población sino de rescate de la cultura cubana e hispanoamericana. Ahora resulta que el “artista disidente” no puede mancharse las manos trabajando en otros quehaceres para ganarse la vida como hacen la mayoría de los artistas en el mundo del “libre mercado”; o el arte o la embajada enemiga: mayor egoísmo y egolatría no cabe. Porque, además, resulta que venderse (que es lo que viene a hacer este “artista” en el desenlace del filme) para seguir viviendo de sus creaciones sin trabajar de 8 a 4, es sinónimo de libertad; lo cual por otro lado no deja de ser ilustrativo y hasta cierto punto inconscientemente revelador de lo que es el capitalismo, ya que, efectivamente, en él los trabajadores, y los artistas entre ellos, tienen absoluta libertad de venderse (es más no pueden hacer otra cosa); la otra cara de la moneda está en quien compra suelen ser los burgueses, los cuales tienen mucha más libertad de comprar y por tanto de vetar y, en el mundo concreto de la creación estética, de censurar, además silenciosamente. Ya les gustaría a la mayoría de los creadores europeos “disidentes” y no tan disidentes disponer de las oportunidades que las instituciones culturales cubanas ofrecen al protagonista de esta cinta. Ya les gustaría a los creadores del mundo capitalista poder ser tan puros como el protagonista de “Fresa y chocolate”, algo completamente imposible, salvo si eres un pesebrero y un tragaaldabas. Ahora resulta que la legítima defensa de un gobierno frente a aquellos que colaboran con los que están deseando invadir el país es un acto intolerable de censura. Ahora resulta… y se podría seguir mostrando los trucos de tahúr del dúo Paz-Alea. Esto no quita, repito, para que todas estas pamplinas antirrevolucionarias estén muy bien envueltas en una narración competentemente armada, una dirección casi perfecta (como sólo sabía hacer en Cuba Alea), unas interpretaciones magníficas (sobre todo de Perugorría) y una música de Lecuona y Cervantes maravillosa (dejando al lado las odiosas comparaciones con Vitier, cuya partitura ha sido, desde mi punto de vista, injustamente atacada).
jokinr
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13 de septiembre de 2012
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hacerme pensar y sentir es lo que ha conseguido de mi esta película. Siguiendo el hilo de una simple historia de amistad entre un homosexual y un heterosexual, entre un librepensante y un adicto al régimen cubano, vamos penetrando en las verdades de una Cuba real, de una sociedad con unas personas que existen, del vivir en Cuba. Pero el director no sale a las calles ni a las plazas, solo unos pocos minutos y es muy interesante lo que nos ofrece; ni entra en las casas o en los edificios públicos para contarnos como viven los cubanos, al menos los cubanos que en este caso representan el intelectual homosexual y el estudiante revolucionario. Vamos viendo y descubriendo la realidad más que nada a través de la visión que tiene Diego, homosexual, de un país, de su país al que quiere por encima de todo. Lógicamente la interpretación de Jorge Perugorría consigue todos los matices para que conozcamos la realidad cubana de esos momentos, o más bien la realidad que el régimen quiso dar a conocer al mundo en esos momentos. Vista la situación actual de la sociedad cubana dudo que los afines al régimen castrista estén hoy día por las libertades a las que aspira Diego. Insito en que es la interpretación de Jorge Perugorría lo que eleva a arte para pensar y sentir a esta película. No es una película que se haya realizado con muchos medios pero si están bien aprovechados sobre todo porque cuidan mucho los aspectos artísticos: la luz, la fotografía, la ambientación, etc. Es así mismo una historia lineal que favorece el seguimiento del discurso social con la historia de amistad que se cuenta y el tiempo, en muy poco tiempo, está perfectamente condensado para que veamos los más importante que ocurre. El espacio es así mismo muy limitado, casi siempre la casa de Diego, pero una ambientación a base de elementos, muchos elementos, relacionados con el arte: libros, fotografías de escritores, esculturas, elementos religiosos, etc, hacen, con la situación idónea de la cámara, que el espectador abra su imaginación. Vale la pena verla.
Del Mar
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