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Fresa y chocolate

Drama David (Vladimir Cruz) es un comunista convencido que estudia sociología en la Universidad de La Habana. Diego (Jorge Perugorría) es un artista homosexual acosado por la homofobia del régimen castrista. A pesar de las abismales diferencias que los separan, entre ellos surge una profunda amistad. (FILMAFFINITY)
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Críticas 30
Críticas ordenadas por utilidad
19 de febrero de 2013
66 de 91 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por favor, dejemos a un lado el seguidismo y la mojigatez. Siempre está bien plantear el problema de la homofobia y denunciar los prejuicios en los que se apoya pero por qué todo debe ser excusa para atacar enfermizamente a Cuba. Porque ,por lo que veo, consciente o inconscientemente la película ha contribuido a fomentar prejuicios no sobre la homofobia (que a mi juicio alguno también) sino sobre la maltratada isla caribeña (maltratada por, dejemos las cosas claras, más de cincuenta años de bloqueo económico genocida de EEUU, mafias de Miami, desinformación y manipulación).
Ya desde la sinopsis de esta película, y luego mil veces repetida en las críticas, podemos leer las expresiones siempre unidas de ''régimen'' y ''homofobia''. Dando a entender que Cuba por socialista es homófoba y opresora. No seamos injustos, ni gusanos.
Como bien dice el periodista José Manzaneda ''Cualquier manifestación cultural y artística producida en Cuba es interpretada en clave política, de una manera casi obsesiva''. Exactamente lo que ha pasado aquí.
La película transcurre en los años sesenta, la sociedad cubana de aquel entonces, al igual que el resto del mundo, estaba marcada por la homofobia, repulsiva en cualquiera de sus formas y venga de donde venga pero seamos serios y justos y no la tratemos como si fuera un problema exclusivo de Cuba o menos aun una consecuencia de la Revolución, cuando lo cierto es que fue una lacra extendida por el mundo entero. Afortunadamente con el tiempo (y mucha lucha) los gays han ido conquistando derechos y reivindicando su dignidad consiguiendo dejar a la homofobia como una vergüenza del pasado, que por desgracia aun no se ha erradicado totalmente ni aquí en España, ni en Cuba ni en ninguna otra parte.
Pero precisamente en Cuba esta homofobia, tiene más que ver con los sacrosantos valores cristianos importados, o mejor impuestos, a América Latina desde Occidente que con cualquier principio moral comunista o ''castrista''. Como relata Galeano en ''Patas Arriba...'' en muchas tribus indígenas del Caribe y Latinoamérica la homosexualidad estaba aceptada y permitida, y fueron los conquistadores españoles los que llevaron a la hoguera o a los perros a aquellas mujeres ''depravadas'' y a aquellos hombres que según nuestro ilustre Núñez de Balboa merecían la muerte pues ''para ser mujeres sólo les faltaban tetas y parir''.
Tampoco es un organismo cubano ni socialista la Organización Mundial de la Salud que hasta el año 1990 consideró la homosexualidad como enfermedad y desviación mental.
Por tanto, recalco, la película refleja un momento histórico concreto aplicable a cualquier sociedad del mundo. Basta de decir que ''el régimen'' o ''el sistema'' cubano ahoga a los homosexuales. Y no porque esto no fuera cierto entonces sino porque es hipócrita. Hubo represión en este aspecto, totalmente condenable por supuesto (y yo la condeno). Pero esta represión de la que fueron objeto los homosexuales no fue un problema exclusivo de la Revolución o de Cuba.
Comparemos la historia de Fresa y Chocolate con la de la brillante Brokeback Mountain, esta película también trata la homosexualidad (y la homofobia) en la década de los sesenta. Veremos como en el país de las libertades, la sociedad también oprime y persigue a los gays, que si muestran su verdadera sexualidad corren el riesgo de perder su muy viril y americano oficio de cowboy e incluso su vida. Pero en este caso como se trata de EEUU nadie habla de represión, capitalismo, patriarcado o régimen. Incluso el propio presidente Nixon, en 1972, insistía en que la homosexualidad destruyó Grecia y lo mismo le pasó a Roma pues según él ''los últimos seis emperadores eran maricones''.
Otro de los problemas que aparecen en la película y que por estúpido consenso se acepta que persiste hoy día es el de la falta libertad de expresión. Problema al que tampoco eran ajenos por entonces en EEUU, recordemos el Código Hays o La Caza de Brujas. Y otro ejemplo más de este problema en el ''mundo libre'' cogiendo además el hilo de la homofobia: la censura de secuencias de Brokeback Mountain en los cines italianos, y esto en 2008 en un país que tiene poco de comunista (pero seguramente demasiado de capitalismo). Entonces gobernaba el país Berlusconi autor de frases como ''mejor que te gusten chicas menores que hombres''. Hoy gobierna allí Monti, un tipo puesto en el poder por la Banca sin ningún voto pero nadie habla de ''dictadura'' o ''régimen'' italiano.
Lo que yo me pregunto es cómo es posible hablar de falta de libertad de expresión en un país que financia y produce películas como esta, críticas con la Revolución Cubana y con su historia. Aunque eso sí, una crítica que resulta maniquea, con demasiados tópicos y lugares comunes lo que le que resta puntos al resultado final y le hace perder valor. Aun así la película no me ha disgustado, pero me ha decepcionado mucho. La historia es bonita e interesante, está bien narrada y los actores más que correctos pero en demasiados aspectos no me la creo. Una vez más se cae en el estereotipo y los homosexuales vuelven a ser caricaturizados. Aunque también es cierto que conforme avanza la película veremos que, por lo menos el personaje de Diego, no es de una pieza y ofrece matices aunque en general acaba cumpliendo con demasiados de los tópicos que pesan sobre los homosexuales.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
niñochico
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21 de septiembre de 2005
41 de 55 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película codirigida por dos profesionales de gran nivel. Se basa en un relato corto de Senel Paz, que escribe el guión. Fue nominada al Oscar a la mejor película en lengua extranjera. Ganó el Goya a la mejor película extranjera de habla hispana. Obtuvo el Premio especial del Jurado del Festival de Sundance y del Festival de Berlín.

La acción tiene lugar en La Habana en 1970. Narra la historia de Diego (Jorge Perugorría), un intelectual de 40 años, homosexual, amante de los helados de fresa, que por una apuesta intenta, sin éxito, seducir a David (Vladimir Cruz), un joven militante comunista, heterosexual, que estudia socialogía en la Universidad de La Habana, aficionado a los helados de chocolate. La relación entre ambos, tirante al principio, se ve espoleada por el dirigente político Miguel (Francisco Gattorno), deseoso de hallar pruebas contra Diego. Pese a los engaños iniciales mútuos, entre Diego y David se establece una sincera y profunda amistad. La película plantea el problema de la homofobia, denuncia los prejuicios en los que se apoya y defiende la realidad natural de la homosexualidad. Diego encarna la figura del homosexual consciente, lúcido y culto, que afronta con buen ánimo el ambiente opresivo que vive en su ciudad. En este punto se muestra el grado de marginación de los homosexuales (Diego pierde la licencia de trabajo en todo lo relacionado con la cultura) en el marco cubano y en el más general de sociedades avanzadas que no han superado del todo viejos prejuicios. El tema no es nuevo, pero la película contiene elementos particularmente sugerentes: explica sin tensiones, razona con fundamentos, habla con serenidad, rehuye la confrontación, asume la intolerancia con fortaleza y quiere contribuir a ampliar el espacio universal de la no discriminación.

La música, dirigida por José M. Vitier en su primera experiencia cinematográfica, ofrece un fragmento de "Il Trovatore", de Verdi, interpretado por María Callas. Añade composiciones para piano de Ignacio Cervantes ("Adiós a Cuba", "Ilusiones perdidas") y de Ernesto Lecuona. Incluye una canción cubana interpretada por Beni Moré. La fotografía presenta juegos de luces anteriores, posteriores y laterales; azuladas, doradas y blancas. Prefiere los encuadres próximos. El guión, realizado por Senel Paz ("Malena es un nombre de tango", "Cosas que dejé en La Habana") se desarrolla con parsimonia y resalta la belleza de unos diálogos muy bien escritos. La interpretación de Jorge Perugorría es admirable y muy acertada la de Vladimir Cruz. La dirección crea el clima adecuado para que el relato llegue al espectador y le emocione.

Película interesante, entretenida y brillante, realizada con escasos medios, bien interpretada y dirigida con maestría y pasión. Exalta la belleza de La Habana y contiene elementos documentales de gran interés.
Miquel
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23 de junio de 2011
13 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
En La Habana setentera, David, un joven estudiante universitario, sufre un desengaño amoroso. Un día se encuentra tomando un helado en una terraza al aire libre cuando se sienta en su mesa con todo descaro un muchacho parlanchín que grita a los cuatro vientos, con sus gestos y maneras, que es gay. Una comprometedora condición en el represor régimen castrista, para el que la homosexualidad era una desviación intolerable. Las intenciones de Diego son claras: quiere seducir al guapo David y despliega todas sus artes, llevándolo a su casa con triquiñuelas.
En un principio reticente y escandalizado, pero educado, David observa el modus vivendi de su insistente y nada disimulado galanteador. Culto, loco por el arte, enamorado de la lectura y de todo lo que es creado simplemente para deleitar la sensibilidad, y con una ardiente necesidad de transmitir su pasión por la vida. Un dúo abismalmente contrastado. El universitario, afecto a la revolución cubana, frente al artista bohemio.
Está visto que hasta las almas más dispares pueden encontrar puntos en común, y una dimensión en la que darse la mano para seguir andando juntos, por el viaje que emprenden los amigos. David y Diego aprenden a quitarse la venda y verse uno a otro como las personas especiales que son, por encima de los prejuicios.
Dos hombres valientes desafiando todo un sistema.
Una oda a la amistad en el corazón de La Habana.
Vivoleyendo
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11 de octubre de 2011
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué hay mejor que un buen drama? Está claro, un drama social que trate temas interesantes o necesarios. Esta película lo hace, ya que nos cuenta cómo dos hombres con ideologías opuestas, David (Vladimir Cruz), un joven estudiante afín al comunismo cubano, y Diego (Jorge Perugorría), un homosexual que aboga por un país más libre, inician una amistad que los marcará irremediablemente.

He de reconocer que me acerqué a esta película sin conocer demasiado sobre su trama. Tan sólo sabía que en su día había dado bastante de qué hablar. También he de reconocer que me acabó gustado más de lo que esperaba, sobre todo por la historia que narra y por las buenas interpretaciones que nos ofrecen sus protagonistas (Jorge Perugorría está estupendo y Mirta Ibarra brilla en cada una de sus intervenciones). Fresa y chocolate no es un trabajo sesudo que trate de sentar cátedra, pero consigue, con su aparente tono distendido, meter el dedo en la llaga y ofrecer un discurso tan inspirado como necesario.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
ddarko_1980
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27 de mayo de 2011
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuba, el comunismo y la revolución están a la orden del día, sobre todo en el mundo universitario donde hay estudiantes con un marcado apego por su país y por su régimen, y entre ellos está David. Pero en esas circunstancias también existen aquellas personas distintas, con una mayor cultura y una mente más abierta hacia todo lo que procede de fuera, como Diego, homosexual dedicado al arte y al mundo artístico y literario, deseoso de hacer algo por su país desde el ámbito más intelectual y creativo. Ambos son muy diferentes, pero el apoyo mutuo y la comprensión hará que nazca entre ellos una fuerte amistad después de cierta tensión inicial.
Francamente me ha sorprendido gratamente este film, por su gran humanidad, por la bonita relación entre ellos, las imágenes del casco antiguo de la Habana, por cómo se plasman y
tratan algunos aspectos de la vida de los personajes, por ejemplo la religiosidad o el amor a la literatura ( en el número de referencias a autores y obras importantes que hay en los diálogos de Diego), y por el hermoso final, a pesar de que tras él esté el rechazo de estos regímenes y sociedades hacia el que se sale de la regla general. Muy recomendable.
david panadero moya
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