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Maridos y esposas

Comedia. Drama. Romance Jack (Sydney Pollack) y Sally (Judy Davis), dos de sus mejores amigos, sorprenden a Gabe (Woody Allen) y a Judy (Mia Farrow), anunciándoles su intención de separarse. Pasado el primer momento de estupefacción, la pareja empieza a plantearse si su matrimonio se basa en una relación realmente sólida. Mientras Jack y Sally tratan de rehacer sus vidas al lado de otras personas, Gabe comienza a flirtear con una de sus alumnas de la ... [+]
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Críticas 74
Críticas ordenadas por utilidad
31 de julio de 2006
82 de 90 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las películas más intimistas de Allen. Lejos de sus habituales personajes histriónicos, llenos de absurda y genial mordacidad ácida, Allen trata un tema que siete años más tarde volvería a tocar el maestro Kubrick de soslayo en su obra póstuma "Eyes Wide Shut". Las inseguridades de la pareja, y las diferentes visiones del matrimonio.

Mientras Kubrick enfatizaba en las fantasías de la pareja como punto de partida de las inseguridades, Allen crea una obra más teatral y el énfasis lo pone en la convivencia directa, y en las experiencias conjuntas de un grupo de parejas.

Con unos vertiginosos movimientos de cámara, subrayando el carácter documentalista que Allen quiere imprimir a la película, y ayudado al respecto por los comentarios de un narrador- entrevistador que va interrogando a cada uno de los protagonistas sobre sus diferentes experiencias en la vida, Allen pergeña un drama costumbrista que al espectador le resulta bastante cercano. Sin diálogos ingeniosos, aunque sí sesudos, Allen nos abruma con una nueva clase de filosofía existencialista que seguro dejará a más de uno con ganas de pensar en la cama...

Porque esta película habla precisamente de algo tan importante y común en nuestras vidas como la visión de pareja que anhelamos. Nuestras expectativas de encontrar una pareja que comparta con nosotros algo más que media hora de pasión y desenfreno.

A través de las distintas experiencias de los protagonistas Allen nos muestra un amplio abanico de teorías sobre el asunto, cada cual más interesante y sugestiva.

Con una fotografía a cargo de Carlo di Palma, Allen vuelve a sorprendernos esta vez con una obra más intimista pero igual de eficaz que en ocasiones anteriores.

Los actores están sencillamente apoteósicos, en especial una Juliette Lewis realmente abrumadora y portentosa, y una no menos brillante Judy Davis.

S O R P R E N D E N T E.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
burton
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2 de noviembre de 2010
61 de 65 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hombres, mujeres, maridos, esposas, novios, novias, amantes… Qué más da. En esta peli no se salva ni Dios. Una vez más, mi gafapasta predilecto arremete contra todo bicho viviente y, como no podía ser de otra manera, nos ofrece una singular y cáustica tesis matrimonial en la que nadie echará de menos -en absoluto- ni una sola de las fases por las que puede pasar una pareja. Una tesis parecida a las de Bergman, sí, pero en plan más coñón.

Aún así, “Maridos y mujeres” no es, precisamente, una de las pelis más mordaces e hilarantes de Allen. Ni mucho menos. Me sorprendió constatar, incluso, que alguna de sus secuencias (en concreto la de la fiesta en la que Jack se avergüenza del escaso nivel intelectual de su joven bomboncito) fuese verdaderamente violenta. O dramática, al menos. Algo que, por descontado, no es habitual en las películas del neoyorquino.

Podría decirse, pues, que “Maridos y mujeres” es una de las pelis más serias y profundas de toda la filmografía de Allen. Una peli en la que los movimientos de cámara, la tonalidad y la voz en off le otorgan un aire entre afrancesado y documental y en la que el pesimismo y la desolación flotan inexorablemente en el ambiente. Y quizás, por eso mismo, más de uno podrá considerarla relativamente decepcionante si la comparamos con otras obras maestras de su autor como “Annie Hall”, “Delitos y faltas” o “Hannah y sus hermanas”. Pero si estás casad@ y/o mantienes una relación estable durante más de cinco años entenderás perfectamente que la despiadada disección matrimonial de Allen es -para lo bueno y para lo malo- tan real como la vida misma. Y si no, cásate y verás.
Taylor
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14 de noviembre de 2006
57 de 66 usuarios han encontrado esta crítica útil
Brutal y totalmente desolador retrato del matrimonio. Me pareció una radiografia de una sinceridad sobrecogedora sobre la verdadera realidad de las parejas donde, con el paso de los años, la felicidad y el amor poco a poco van siendo sustituidos por la comodidad y el conformismo. Lo que mas te llega ha asustar e incluso perturbar es la idea de que el matrimonio real sea exactamente así.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
RAUL
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18 de septiembre de 2006
38 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
Basando todo su potencial exclusivamente en un soberbio guión donde ningún cabo queda suelto, el análisis causal de las relaciones de pareja sirve una vez más al genio neoyorquino para hacer y deshacer a su antojo los entresijos sentimentales de dos típicos matrimonios de clase media-alta de los noventa encarnados por Farrow y Allen por un lado y Davis y Pollack (todo un acierto este último) por el otro.

Con una sapiencia que resulta fascinante, Allen realiza un ensayo exhaustivo sobre las disputas conyugales, los miedos internos y el sentimiento de dependencia que se crea durante el matrimonio. Analiza y construye, y por el camino juega con sus inseparables constantes argumentales, todo esto sin peder el rumbo esclarecedor de unas palabras que se van convirtiendo en conclusiones demoledoras que impactan por su sinceridad desmitificadora y pesimismo.

Se podría afirmar sin miedo a equivocarse que “Maridos y mujeres” es uno de los trabajos más redondos e introspectivos de Woody Allen, y si además le añadimos la magnética presencia de la eterna lolita cinematográfica Juliette Lewis pues te sale una obra imprescindible que nadie debería perderse.
William Munny
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9 de octubre de 2014
34 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
La cámara, durante todo el metraje, apenas encuentra un punto de apoyo. No existen planos fijos o encuadres inmóviles. Se mueve como los ojos humanos, a ráfagas, de forma caótica. Incluso cuando se detiene, tiembla ligeramente. Pulula por el escenario como un personaje más; mira, gira, cabecea.

El nivel de observación en el que Allen ubica al espectador es el inmediato: como en la vida real, estamos junto a los personajes. La forma en que nos obliga a mirar es una prolongación de la esencia misma de la película: la cámara es inquieta e impredecible, como el comportamiento de las personas retratadas.

...

En 'Maridos y mujeres', Allen deja entrever, a mi juicio, varios mecanismos de la dinámica de parejas.

1. Inercia.
Hace no mucho, alguien me confesó que el modo en que sus amigos cercanos concebían las relaciones de pareja, influía inevitablemente en su modo de abordarlas. De tal modo que si en un círculo social inmediato, y algo hermético, reina el compromiso conyugal y se toma éste como regla inviolable, el individuo que forma parte de él tiende a respetarlo más que en el caso de que ese grupo fuese generalmente promiscuo, o tolerase la infidelidad. En la película: hasta que Jack y Sally no anuncian su separación, Gabe y Judy no cuestionan su propio matrimonio.

2. Pasión, evidentemente.
Si se acaba, ¿se puede renovar? Si no se puede renovar, ¿se ha de desechar la relación, y recuperarla con otro amante? "La atracción física muere a los 4 años", dice el Times. ¿No la acabaremos perdiendo siempre, en cualquier caso?, ¿para qué buscarla en otra persona, si está destinada igualmente a disiparse? La costumbre y la cercanía de la pareja hace que el sexo acabe casi negociándose, sometiéndose a un orden al que nunca obedece la pasión del romance. ¿Es el matrimonio, entonces, el mejor caldo de cultivo para una vida sexual plena? La respuesta que deja entrever Allen parece ser algo desalentadora. Quizás el pretexto esté en proveerse de "un escudo contra la soledad, el envejecer junto a alguien".

3. Presión social.
"¿Qué haces con ella? Es como si tu CI hubiese disminuido 20 puntos". El aspecto físico, la edad o el nivel socio-económico son otros aspectos que el ajeno suele criticar. Claro está, los hay, y muchos, que son brutalmente condicionados por juicios de valor.

4. Revanchismo.
Sally se entera de que Jack está con una chica al poco tiempo de la ruptura, y ella responde intentando rehacer su vida también. Relaciones de causa. Acción-reacción; las decisiones emocionales que alguien toma dependen, en buena parte, de su entorno.

5. Espacio personal.
La vida matrimonial nunca es una puesta en común absolutamente sincera y diáfana de sentimientos y pensamientos. A la manera de dos círculos cuyas mitades se superponen o se solapan, existe una zona común, que es de la pareja, y dos zonas privadas para cada uno, que no llegan a rozarse. El cónyuge nos ofrecerá parte de su círculo y nosotros parte del nuestro, quedándonos una porción del suyo (considerable o no) negada; y negando, nosotros mismos, nuestra propia parte. Estemos con quien estemos, habrá una parte de su círculo que desconoceremos siempre.

[Extra. El axioma platónico por antonomasia: "sólo el amor imposible es realmente romántico". ¿Por? No lo mata la rutina. La realidad no devora el ideal. Sólo son perfectos, impolutos, los amores que no existen más que en nuestra imaginación]

...

Estos mecanismos no son más que eslabones de una cadena más amplia. El concepto básico que Allen parece proponer, o así lo entiendo yo, es que toda relación es parte individual de un organismo colectivo. El pasado matrimonio de Sally influye en su relación con Michael; el pasado matrimonio de Jack influye en su relación con Sam. El antiguo romance 'kamikaze' de Gabe le impulsa a conocer a la joven e impetuosa estudiante. ¡Hasta cuando Sally se acuesta con su nuevo amante, en plena intimidad, acaba pensando en quiénes de sus conocidos son 'zorros' y 'erizos', siguiendo a Isaiah Berlin, quien a su vez seguía al esquivo Arquiloco! Todo influye en todo; nuestra relación anterior nos condiciona la actual, que a su vez nos moldeará de cara al futuro.

Llegados a este punto, y al modo en que Borges enunciaba que la historia de la Humanidad podía ser la de un sólo hombre... Si todas las relaciones se influyen de tal manera, si en todas persisten las mismas etapas e, inevitablemente, el mismo fin (incluso cuando es la muerte la que separa)... ¿No forman todas las relaciones una única forma de relación?, ¿las relaciones interpersonales no son reflejo de la eterna relación del hombre consigo mismo?

Allen es humilde. No da respuesta, porque nadie la tiene. No es un vendedor de nubes. Si todo está destinado a fracasar, y lo que triunfa no se sabe a ciencia cierta por qué triunfa... ¿qué hacer?

Gracias.
Nuño
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