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Secreto tras la puerta

Drama. Intriga. Romance. Thriller. Cine negro Celia, una rica heredera, conoce a Mark, un hombre atractivo y misterioso. Se enamoran y pocos días después se casan. A medida que Celia va conociendo la vida de su marido, empieza a sospechar que oculta secretos que ella ni siquiera puede imaginar. (FILMAFFINITY)
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Críticas 35
Críticas ordenadas por utilidad
20 de abril de 2009
55 de 62 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno de los cuatro films de Fritz Lang (1890-1976) que componen su ciclo central de cine negro. El guión, de Silvia Richards (“Encubridora”, Lang, 1952), desarrolla un argumento de Rufus King. Se rueda íntegramente en los Universal Studios, con un presupuesto ajustado. Producido por Fritz Lang y Walter Wanger para Diana Productions/Universal, se estrena el 1-I-1948 (EEUU).

La acción dramática tiene lugar en NYC, Méjico y en la mansión Blaze Creek, de Lavender Falls, localidad no muy alejada de NY. La acción tiene lugar en un tiempo deliberadamente indefinido, que se identifica por el vestuario, el modelo de los teléfonos y partes del mobiliario, como próximo a 1947. Celia (Bennett), de unos 30 años, soltera, adinerada y con novio de toda la vida, Rick Barrett (Cavanah), se va de vacaciones a Méjico con su amiga Edith Potter (Schafer). Allí conoce a Mark Lamphere (Redgrave), arquitecto, de unos 40 años, editor de una revista especializada de arquitectura. Se enamora de él y de inmediato se casan. Otros personajes relevantes son Carolina “Carrie” Lamphere (Revere), hermana de Mark, Miss Robey (O’Neil) y David (Dennis), hijo de Mark.

El film suma diferentes géneros: melodrama, drama psicológico, crimen, cine negro, misterio, suspense y thriller. Algunos analistas de la obra de Lang consideran que, dentro de su filmografía de cine negro, sobresale una tetralogía que forma la etapa central del mismo. Integra “La mujer del cuadro” (1944), “Perversidad” (1945), “Secreto tras la puerta” (1948) y “House by the River” (1950). El tema principal de los cuatro films es la exploración de la ambigüedad de las relaciones entre el ser humano, la ética y el apremio del deseo.

La principal característica que singulariza al film es la variada mezcla de géneros en que se basa. El acierto que consigue el realizador en la dosificación y construcción de la obra la convierten en una admirable pieza única, una cautivadora rareza del autor. Se trata de un trabajo de encargo, que no constituye una de sus obras preferidas, ni es una de sus obras maestras, pero es un trabajo notable, limpio, interesante y absorbente, que merece ser tenido en cuenta por su carácter peculiar y por algunas escenas resueltas con maestría.

La trama se presenta colmada de ambigüedades, que introducen en el film un sesgo de ensoñación y misterio que le confiere densidad, complejidad e interés. Quedan sumidas en la ambigüedad las tendencias sadomasoquistas que se sugieren, algunos traumas psicológicos de la infancia, las obsesiones paranoicas de algunos personajes, las fobias y las manías pirómanas de otros. A ello contribuye el hecho de que la voz en “off” oscila entre la protagonista y su marido, ampliando las dimensiones de la confusión, las dudas y los interrogantes, que sólo gradualmente y lentamente se van desvelando.

(Sigue en el “spoiler” sin desvelar partes del argumento)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Miquel
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14 de octubre de 2010
31 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
En los sueños de Celia hay narcisos, claveles y lilas, y ella sospecha, tal vez no sin razón, que entre los pétalos de esas flores está escrito su destino: peligro, sangre y muerte. Celia es rica y hermosa y nada le sería más fácil que huir de sus propias premoniciones, casarse con el joven apuesto y atento que la ronda, vivir sin preocupaciones por el resto de sus días. A la hora de buscar marido, Celia se fijará, sin embargo, en quien podría hacer realidad sus peores pesadillas: un hombre tan atractivo como inestable, de pasado incierto y mirada brumosa, que no colecciona precisamente llaveros o latas de cerveza, sino secretos y mentiras y habitaciones enteras que recrean, con todo lujo de detalles, el escenario del crimen de antiguos asesinatos conyugales. Siete estancias y siete puertas. Y sólo seis están abiertas.

Al hablar de esta película, como en tantos otros casos, habría que empezar definiendo qué se entiende por “obra menor”. Esta lo es, desde luego, y no porque sea mediocre o impersonal en exceso o, ni mucho menos, indigna de su autor, sino por la gran altura de la mayor parte de los trabajos que Lang realizó en aquellos años. Comparada con algunas de esas obras, “Secreto tras la puerta” es más bien poquita cosa, para qué engañarnos. Analizada individualmente, sin embargo, no es difícil ver en ella indudables destellos del inmenso talento de quien la firma.

La mayor parte de sus carencias derivan, de hecho, no de un supuesto desfallecimiento de la indudable destreza de Lang sino de su argumento, plano y convencional y excesivamente apegado a las modas y clichés del cine de su época, en especial de algunos de los grandes éxitos de Hitchcock, algunas de cuyas tramas mezcla y recrea de modo algo deslabazado y sin mucha convicción, cosa nada rara siendo éste un mero trabajo de encargo. Ahí tenemos, como en “Rebeca”, a una inocente joven que se casa y entra a vivir en una suntuosa mansión con misterio y extraños moradores incluidos, en compañía de un marido que, como en “Sospecha”, trama tal vez asesinarla y que es, a su vez, víctima de un antiguo y doloroso trauma interior en cuya resolución, como en “Recuerda”, tendrá capital importancia la aplicación providencial del psiconálisis freudiano.

Pero ahí está Lang, sobreponiéndose a una historia, en muchos aspectos, incluido su desenlace, simplona, pueril y anodina, punteándola con escenas memorables y dotadas de una atmósfera irreal, onírica y fantasmagórica, dosificando la intriga en un sabio y asfixiante crescendo, jugueteando con la voz narrativa para sobresalto del espectador, hurgando con sutileza en la personalidad esquiva y tortuosa de la propia Celia, esa “Bella Durmiente que quiere despertar”, una mujer sin apenas experiencias vitales que parece, a menudo, correr voluntariamente hacia la autodestrucción, como si quisiera, en el fondo, darles la razón a sus sueños y encontrar la muerte tras abrir la última puerta que la separa de ella. Y morir y despertar al mismo tiempo.
Normelvis Bates
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23 de enero de 2009
21 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vuelve el maestro Lang a sumergirse en las mentes de sus personajes, a utilizar las teorías de Freud para dar al espectador un utensilio con el que ser capaz de sentir los miedos y las fobias ocultas que esconden los protagonistas de esta historia. Camino este ya recorrido anteriormente por él mismo ("La Mujer del Cuadro") u otros como el propio Hitchcock ("Suspicion"). Por cierto comparte con esta última, a parte de otras cosas, a Miklós Rózsa, responsable de una escepcional música de la que sin duda se aprovecha Lang para crear esos ambientes casi góticos de los que presumían sus películas de suspense. Y esta no es menos.

Con la voz en off de Celia (Joan Bennett), un adinerada joven soltera de New York, comienza ese relato que con el avanzar de los minutos se va llenando de misterio y de porqué no también terror. Harta de los insulsos pretedientes que la rodean en la gran ciudad viaja hasta Méjico donde conocerá a Mark (Michael Redgrave) un hombre misterioso del cual Celia quedará inmediatamente enamorada. Tras un rápido matrimonio, Matt y Celia irán vivir a la casa familiar de él y en donde Celia empezará a descubrir los inumerables secretos que esconde Matt y que quedarán al descubierto desde el principio con extraños comportamientos. Conocerá a David, el hijo de Matt y Eleonor, su difunta esposa; a Miss Robey (Barbara O’Neil) la enigmática secretaria de Matt y a la hermana de este Carrie (Anne Revere), una mujer que desde el primer momento deja constancia de su"poder" e "influencia" dentro esa casa.

Pero también verá asombrada como su la relación entre padre e hijo, joven hijo, está sumida en la violencia e incomprensión. De como Miss Robey guarda un terrible secreto y aguna que otra pasión oculta...o como Matt colecciona habitaciones, replicas exactas de otras donde se cometieron crímenes espantosos. En este camino de misterio y suspense el espectador acompañará a Celia en sus dudas, en sus angutias, en sus ganas de que triunfe su matrimonio y el gran amor que siente por Matt. En ese camino es donde Lang utiliza a Freud con todas sus consecuencias, consecuencias que pueden ser fatales para Celia. Llevando este psicoanálisis de los personajes hasta el extremo, Lang consigue sin esfuerzo (recordar que no se puede considerar esta como una obra culmen del director alemán) un clima asfixiante y que acompaña perfectamente con una muy buena puesta en escena que alcanza sus momentos más logrados en el desenlace.

Interesantísima pues cinta de encuadre complicado (mezcla de melodrama, drama psicológico, tintes negros y bastante de suspense), llena de simbolismo y personajes misteriosos y que sin duda proporcionan al público momentos para agarrarse al sillón y de mucha incertidmbre. El interesantísimo reparto y la mano de un maestro hacen el resto. El espectador solo tiene que abrir sus ojos y sus oídos y pasar un buen rato disfrutándola.
Alfie
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11 de noviembre de 2009
21 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hablar de una obra menor de Lang parece una obviedad, pero habría que calibrar justamente dicha aseveración. Efectivamente no nos hallamos ante alguna de las obras maestras con las que el director alemán nos obsequió durante su dilatada filmografía, pero aunque en la película se intuye una cierta vocación alimenticia y un cierto mimetismo con obras de talante psicológico (véase Rebeca de Hitchcock) no deja de aportar ciertos aspectos de interés que la hacen merecedora de un análisis de mayor profundidad.

Sin duda produce cierta extrañeza el inicio tan reposado y metafórico; si habitualmente Lang se decanta por entrar en materia de forma directa tanto visual como argumentalmente en esta ocasión nos obsequia con una serie de planos y travellings de marcado carácter onírico que marcan, en cierto modo, un desarrollo de la trama que tarda en arrancar. Una vez metidos en materia asistimos a muchos de las obsesiones trazadas por el director en lo que se podría llamar "trilogía del noir interior". Sin embargo, a pesar de los rasgos tan característicos del género presentes a lo largo del metraje, hay un interés por desmarcarse del clásico juego de sombras y luces y usar el elemento arquitectónico como parábola del universo interior del protagonista.

Así entre líneas aparentemente claras, cuya rectitud y trazo claramente delimitado parecen reflejar la presunta rectitud y transparencia del personaje, poco a poco nos vamos adentrando en un mundo de recovecos, de puertas cerrados y decoraciones barrocas, un tortuoso viaje que transcurre paralelo al descubrimiento de las peculiaridades y traumas que asolan las difíciles personalidades de los habitantes de la casa. De facto, el único personaje que permanece incólume, aunque con las dudas lógicas que generan los extraños comportamientos a su alrededor, es una Joan Bennet que borda su papel de mujer enamorada, inocente y a la vez incapaz de entender el juego de secretos y mentiras que se está desarrollando a su alrededor. Por el contrario hallamos a una galería de personajes dibujados en ocasiones con trazos demasiado gruesos, con actitudes que, al no haber un trabajo psicólogico muy desarrollado (lo que no deja de suponer una tremenda ironía dada la temática del film), resultan abruptas y permiten fácilmente adivinar cual es el rol de cada uno. Cosa que desde luego no ayuda a mantener la intriga en niveles muy elevados.

Es precisamente en la resolución de esta intriga donde el dinamismo habitual en las obras de Lang cobra mayor fuerza aunque en esta ocasión propiciando un desenlace que se antoja simplista en cuanto da carpetazo a una cuestión psicológica, la del protagonista, en un breve acto que desmiente toda la presunta complejidad y profundidad de los traumas que le inducen a cometer sus actos, a definir su personalidad, a condicionar en definitiva su vida y sus relaciones con el entorno y sus allegados. (sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
LennyNero
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4 de diciembre de 2011
25 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando Celia Barrett, vestida de blanco y en una iglesia, está muy cerca de decir el Sí, algunos recuerdos pasan por su mente. Ella es una mujer adinerada y todo hace parecer que es bastante independiente. Cuando ya está casada con el arquitecto Mark Lamphere, comienza a enterarse de cosas que no tuvo ocasión de conocer durante su breve relación, pero Celia sabe hacerse la de la oreja mocha y mientras más grandes y peligrosas son las cosas de las que se entera, más enamorada resulta de su marido.

Así se desenvuelve este thriller seudopsicológico donde nuestro apreciado, Fritz Lang, resulta más perdido que un ternero en una cueva de leones… y éste, por supuesto, sería uno de los detonantes para que la Diana Production cerrara sus acuerdos y la última adquisición femenina del director vienés, Joan Bennett, desapareciera de su lado. Pero, es bien claro, no todos los tiempos son buenos tiempos y jamás se acierta en todo lo que se hace.

“SECRETO TRAS LA PUERTA” falla esencialmente en el guión. El personaje de Celia podría ser el más tonto e inverosímil que hayamos podido ver en la obra de Fritz Lang, y deja tan mal paradas a las mujeres, que los machistas acérrimos deben de haber sonreído en unas cuantas ocasiones… ¡Y conste que la adaptación del cuento la hizo una mujer (Silvia Richards)!, ¡Cómo puede ser que te enteras de subestimación arcaica (“Son felices las mujeres, los niños y los animales, pero los seres humanos no lo somos”), de gordos silencios, de una fuerte rivalidad, de una atractiva mujer que también vive en casa, de una acusación de asesinato... y hasta de un plan macabro contra ti misma, y sigues más y más enamorada, hasta el punto de decir las palabras que derraman la copa: “Prefiero morir a tener que vivir sin ti”. ¡Santa Celia!

El arquitecto, una suerte de témpano de hielo, no hace gran cosa para que se enamoren de él, excepto ser imprevisible y enigmático, y es la clase de personaje por el que no conseguimos sentir absolutamente nada que nos conmueva. Y el final, un happy end abrupto, ¡pero bien abrupto!…De esos que te dejan rascándote la cabeza y con un gesto de ¿Qué fue eso?

En todo esto, plausible la música de Miklos Rozsa, en la cual se da pie a un ejercicio de partitura en reversa sugerido por el mismo Lang (aplicado en la escena en que Celia descubre grandes secretos) y que, según el compositor, daría lugar a la llamada música concreta y electrónica que, para 1946, eran todavía desconocidas.

Y ya ustedes saben, la famosa séptima puerta, motivaría futuros ejercicios de otros realizadores. Pero, nada resulta tan necio como prohibirle a alguien que abra una puerta, porque es bien seguro que procurará abrirla. Y espero que con esto entiendan a nuestra madre Eva, porque esto es algo que Dios no sabía entonces.
Luis Guillermo Cardona
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