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Rembrandt

Drama Película biográfica sobre el célebre pintor holandés. En 1642, habiendo alcanzado la cima de la fama, muere repentinamente su adorada esposa. Desde entonces su pintura es más oscura, pesimista y dramática, lo que disgusta a sus mecenas. En 1656 Rembrandt está arruinado, pero se consuela con la compañía de la bella Hendrickje, con la que no llega a casarse. Sin embargo esta relación extraconyugal lo condena al ostracismo, aunque también ... [+]
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Críticas 7
Críticas ordenadas por utilidad
6 de diciembre de 2008
33 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
El artista no busca su beneficio, sino el de la obra.
El artista no mira al público, sino al cuadro.
El artista no se gloria de ser un creador, sino de ser siervo de lo creado.
El artista no compone, sino pone.
El artista no sobrevive, sino que la obra lo resucita.

Naturalmente estoy hablando de Charles Laughton.
Gilbert
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16 de abril de 2006
22 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Producida y dirigida por Alexander Korda, se rodó en los London Films Studios, donde Vincent Korda montó unos excelentes decorados de interior y exterior.

La acción se desarrolla en Amsterdam, y brevemente, en Leiden (Holanda), entre 1642 y 1669. Narra la historia del pintor holandés Rembrandt Harmenszoon van Rijn (Charles Laughton), mediante cuadros sucesivon que le llevan de la prosperidad (1642) a la ruína (1656). Casado con Saskia van Uylenburg, de buena posición, ésta muere dejándole un hijo de corta edad, Titus (John Bryning). La ama de llaves, Gertrudis Dirx (Gertrude Lawrence), gobierna la casa de modo autoritario, hasta que él se enamora (1649) de la niñera de Titus, Enriqueta Stoffel (Elsa Lanchester), en la que encuentra el cariño que necesita.

La película se centra en los aspectos afectivos de la vida del maestro, sin considerar su trabajo como artista. Se muestra sólo uno de sus cuadros, "Ronda de noche" (1642), realizado tras la muerte de Saskia, en el que acentúa la fuerza plástica del claroscuro y potencia la armonía de la composición. La tensión dramática de la obra se asienta en acontecimientos que jalonan la vida del pintor: muerte inesperada de Saskia, pérdida de apoyo de los admiradores (a la muerte de Saskia, su pintura se hace más oscura, profunda y dramática), los pleitos con la iglesia (al quedar embarazada, Enriqueta es excomulgada por concubinato), la bancarrota, la subasta pública de sus bienes, la enfermedad y muerte de Enriqueta y otros. El espíritu luchador del maestro y su temperamento indómito le permiten mantener la presencia de ánimo y la dedicación a la pintura. La narración hace uso de bonitas elipsis (la muerte de Saskia se afirma con un leve movimiento de cierre de las cortinas del dosel del lecho) o la elevación, en otro caso, del encuadre hacia el techo, seguida de un fundido en negro. Saskia, presente a lo largo de toda la obra, incluso tras su muerte, el espectador no la ve nunca. Se aborda el tema del conflicto entre el campo y la ciudad, que lleva a Rembrandt a levantar el estudio de Leiken y trasladarlo a Amsterdam.

La música, de aire barroco, es interpretada con instrumentos barrocos. La fotografía crea composiciones de gran belleza, en las que predomina el claroscuro, dentro de una rica gama de grises y de negros intensos (lisos, brillantes, mates, aterciopelados, fibrosos, etc.). El guión construye un relato intensamente dramático, que el protagonista afronta con resignación y estoicismo. Presenta una interesante reflexión sobre la complejidad de la persona humana y la vanidad de la fama. La interpretación de Laughton es sobresaliente y son loables las de Gertrude Lawrence y Elsa Lanchester, esposa de Laughton y protagonista de "La novia de Franskenstein" (1935). La dirección construye una obra que halaga la razón y conmueve el espíritu.

Película de época (s XVII), que explora con sobriedad los aspectos personales, afectivos y financieros, de un genio de la pintura.
Miquel
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4 de mayo de 2010
14 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Rembrandt Harmenszoon van Rijn (1606-1669) fue el pintor más grande que ha parido el país de los tulipanes y de los canales. Sus obras perpetúan más allá del tiempo la conmovedora humanidad de un artista para quien el pincel era una prolongación natural de la mano y del alma.
Alexander Korda dirigió a un sobresaliente Charles Laughton en una caracterización que no retrata al genio, sino al hombre apasionado con su carga de alegrías y penas.
La acción arranca justo en el comienzo de su declive en todos los sentidos. La muerte de su amada Saskia, con la que mantuvo un matrimonio repleto de amor, entrega y prosperidad, supuso un golpe que no pudo superar. Entristecido y sombrío, transmitió a sus lienzos sus querellas con la caprichosa Providencia. Su arte se resintió y muchos de sus clientes dejaron de estar satisfechos con sus obras, en las que no se privaba de desnudar con excesiva franqueza los defectos humanos. Trabajaba sobre todo para sí mismo, sin buscar la complacencia de sus potenciales compradores.
Su estilo de vida despilfarrador, sumado al descenso notorio de su popularidad, lo condujeron a las deudas. A su lado permanecía fielmente su hijo Titus, y aparecería en escena su último amor, la empleada de hogar Hendrickje Stoffels, con la que no se casó. Entre los tres lograrían componer un hogar, si no muy boyante, al menos sí lleno de armonía.
Charles Laughton encarna a un soberbio Rembrandt. Se notan a la legua las tablas de un actor que podía estremecer a la audiencia con unas pocas frases. La introspección en la personalidad visceral e intensa del pintor holandés desarma con su pasión y su autenticidad. No porque una piense que se amolde con gran fidelidad a la forma de ser del pintor, que una no está en condiciones de afirmarlo, sino porque desprende una naturalidad que deshace cualquier prevención o cualquier aviso de artificiosidad. Laughton hace suyo el personaje, lo adapta a su propio ser, tanto como él se adapta al personaje. Toma prestada con gran reverencia, sencillez y profundidad una identidad a la que colma de viveza. A ello contribuye el detalle de que en la película no se prioriza exhibir las obras del artista. Creo que como mucho se aprecia una de ellas, de su etapa amarga, recién fallecida su querida Saskia. Las demás nunca se ven. Con ello supongo que es evidente que el director no buscaba enseñar lo que cualquiera puede contemplar en los museos, en fotos o en imágenes donde se expongan las creaciones de Rembrandt. Buscaba una mirada benévola y colmada de simpatía hacia el hombre alegre, triste, ocurrente, reflexivo, romántico, irónico, dulce y pasional que recibió muchos reveses, muchos malos tragos, y que supo saborear los instantes felices.
Laughton, sin que nos demos cuenta, se sale de la pantalla para rozar el corazón con la mano.
Vivoleyendo
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19 de marzo de 2020
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Toda la película es Rembrandt, toda la película es de Charles Laughton, majestuoso. Nos brinda una interpretación perfecta, sentida. Una película que en poco tiempo será centenaria pero que se ve como si de un estreno se tratara: grandes intérpretes, buenos diálogos, una fotografía en blanco y negro notable y una visión de la vida de un genio tratada con respeto y con una cierta teatralidad (los exteriores son de cartón piedra y es comprensible, hablamos de los años treinta) que no parecen sentarle mal a la película.

En defintiva, una especie de biopic con toques de hagiografía que merece mucho la pena.
melchorin
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9 de diciembre de 2013
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Por qué un hombre sabio, generoso y santo, como Jesús de Nazaret, termina torturado y crucificado sin piedad alguna? ¿Por qué un hombre que lucha por la libertad y la paz de su gente, como hiciera Gandhi, sufre toda su vida y termina asesinado por uno de los suyos? ¿Por qué un hombre comprometido y férreamente entregado a la lucha por la dignidad y la igualdad entre los hombres, como viviera Mandela, ha de pasar gran parte de su vida entre los fríos barrotes de una cárcel con el propósito de acallarlo? ¿Por qué un hombre de inmenso talento para la pintura, como Vincent Van Gogh, ha de vivir enfermo, atormentado y sin vender ni un solo cuadro durante toda su vida? ¿Y por qué un hombre brillante, espiritual y colmado de entendimiento vivencial, como lo fuera Rembrandt, ha de vivir acosado por las deudas, le ha de ser quitado lo poco que tiene para cubrir los impuestos, y ha de morir en un frío rincón en la mayor de las pobrezas?

No es para nada una fácil respuesta, pero cada vez se reafirma más en mi la idea de que el tormento es lo que hace visible la grandeza de algunos hombres, el sufrimiento es lo que hace posible su mayor entendimiento, y la muerte ignominiosa es la que los lleva a ser amados y recordados por esa humanidad a la que ofrendaron su vida.

Imposible no sentirse tocado, sensibilizado y cuestionado por la difícil pero mágica vida que llevara el pintor holandés Rembrandt Harmenszoon Van Rijn (1606-1669), para el mundo del arte, Rembrandt, a secas. El director húngaro Alexander Korda, afincado en Inglaterra, hace una magnífica semblanza de la vida de este grandioso personaje, centrándose especialmente en sus relaciones personales y familiares, y viendo de soslayo su trabajo como artista, pues para la mayoría, aquel aspecto era mucho menos conocido y no menos interesante, y como se verá, permite un acercamiento a la inspiración del artista ya que, tras toda obra de arte, hay un sentimiento y una motivación.

Con mucha amenidad, un sentido jocoso y cierto aire de poesía, nada común en este tipo de historias, Korda se apoya en la efectiva interpretación de Charles Laughton para darnos una encantadora historia sin propósitos de drama… y yo diría que más bien glorificando la existencia contra todo lo que sucede. Aquellas palabras tomadas de la biblia que, en un par de momentos cita el célebre pintor: “Vanidad de vanidades. ¡Todo es vanidad!” resultan dirigidas a los que no han comprendido, pues él pareciera ya sentir muy dentro de su alma, que nunca sucede nada mejor que lo que al final sucede, y que, es en el ser y no en el poseer, donde se puede alcanzar la única riqueza que jamás se ha de perder.

Grato ver en la actuación cinematográfica a Gertrude Lawrence (como Geertje la temperamental ama de llaves), célebre estrella de muchas de las más exitosas revistas y musicales que engalanaron las salas de Inglaterra y Broadway entre los años 1920-50.

Y mucha atención al magnífico discurso de Rembrandt defendiendo la vida de pareja, donde comienza diciendo: “Cuando una mujer se entrega a un hombre, éste posee a todas las mujeres…”
Luis Guillermo Cardona
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