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Llamad a cualquier puerta

Cine negro. Drama Un prestigioso abogado liberal, surgido de los barrios bajos y la pobreza, asume la defensa de un joven delincuente acusado de asesinar a un policía. (FILMAFFINITY)
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Críticas 28
Críticas ordenadas por utilidad
25 de junio de 2011
46 de 60 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película “Llamad a cualquier puerta”, puede atraer a muchos cinéfilos por varios motivos: La dirección de Nicholas Ray, el nombre de ese inmenso actor Humphrey Bogart, e incluso quizás por ver que tal trabaja John Derek. Durante su proyección puede que no llegue a fascinar, quizás por la poca profundidad con qué son tratados la mayoría de personajes del filme (en especial los femeninos). La verdadera cuestión que mueve la película, es saber si realmente la sociedad es culpable de las situaciones más duras en que puede encontrarse un joven salido de unos de esos barrios neoyorquinos, y a los que nadie presta atención, hasta su caída final.

Realmente aunque se pueda compartir en parte la deducción final del abogado defensor (excelente Humphrey Bogart), difiero en parte de que cualquier día, cuando se llame a cualquier puerta, nos pueda salir un joven idéntico a Nicky Romano (aceptable trabajo de John Derek), en parte por qué no existen los clones, y por entender que en la mayor parte de los casos, la maldad se lleva dentro, puedes ayudar a regenerar a muchas personas, pero ello no es óbice de que surjan muchas más que no quieran ser regeneradas.

Buena película, recomendable sobre todo por la actuación de Bogart, en un papel que no solía interpretar.

“Vive deprisa, muere joven y tendrás un bonito cadáver".
Vfoul
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26 de abril de 2011
29 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué tiene este hombre que es capaz de ocupar la pantalla antes y ahora con la misma intensidad? Estoy convencidísimo que si no fuera por su protagonismo "Llamad a cualquier puerta" no la hubiera visto nadie, o en todo caso no seré tan atrevido y confesaré que muy difícilmente me interesaría la vida del tal "cara bonita" Romano. Hay cincuenta mil películas más de mucho más interés como para ponerme a perder el tiempo con historias tan poco atractivas. Pero claro, aparece Humphrey, un tío que estoy descubriendo poco a poco y que es capaz de cambiar cualquier escena que sin él sería del montón. Sólo Bogart con su magnetismo puede convertirlo todo en momentos de máxima intensidad. Esta crítica es mi pequeño homenaje a Bogart, soy incapaz de contestar con objetividad a la pregunta inicial, mis palabras vienen de mi admiración porque no sé explicar lo que tiene, ¿duende tal vez?, lo que sea, pero lo tienen muy pocos.

Además de Bogart, discúlpenme, también hay una película, normalita, ya lo he dicho, con una descripción de la vida miserable de un joven que desde sus inicios tiene la palabra condenado escrita en su frente. Hay poco lugar para sorpresas y todo es bastante previsible, incluso me atreveré a opinar que esos flashbacks son de otra época (con todo lo negativo que supone para mí), de manera que es más que justita. Incluso ese discurso final por muy potente que sea, viniendo de Bogart claro, es de esa época, no de la nuestra. Lo dicho, este es mi más sincero homenaje a Humphrey y aquí se queda.
Luisito
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2 de mayo de 2011
23 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tercer largometraje de Nicholas Ray (1911-1979). El guión, de John Monks Jr. y Daniel Taradash, adapta la novela “Knock on Any Door” (1947), de Willard Montley. Se rueda en escenarios reales del lago Arrowhead (CA) y en los platós de Columbia Sunset Gower Studios (Hollywood, L.A., CA) con un presupuesto modesto de 900.000 USD. Producido por Robert Lord de Santana Productions para Columbia Pictures, se proyecta por primera vez en público, en sesión de preestreno, el 21-II-1949 (EEUU).

La acción dramática tiene lugar en Chicago (Illinois) en los últimos años 1948-1949. El protagonista es el abogado Andrew “Andy” Morton (Bogart), que tuvo una infancia difícil, pero que consiguió salir adelante y ahora es un prometedor abogado felizmente casado. El coprotagonista es el joven Nick Romano (Derek), hijo mayor de una familia numerosa inmigrante de origen italiano, muy religiosa, que ha perdido al padre y tiene a la madre postrada en silla de ruedas a causa de un reumatismo severo. Viven en un barrio marginal de la ciudad, donde abunda la pobreza, el paro, la desestructuración familiar y la delincuencia. El film explora, entre otras cosas, el mundo de los adolescentes y de los jóvenes sobre todo en relación con el problema de la delincuencia juvenil, sus causas y sus relaciones con el entorno. Apunta que las situaciones familiares de pobreza, paro, enfermedad crónica, ausencia del padre, falta de formación y similares, pueden dar lugar a procesos personales, sobre todo en jóvenes, de búsqueda de falsas salidas en la delincuencia (robos, asaltos, atracos, hurtos, estafas, etc.).

El relato explica que los procesos de aproximación a la delincuencia tienden a degradarse muy deprisa por causas situadas más allá de la voluntad de los sujetos que la protagonizan. Cuando una persona se ha situado en la pendiente que conduce al crimen, su caída en el abismo suele producirse en un corto plazo de tiempo. Por el contrario, cuando se ha caído en la trampa de la delincuencia, resulta muy difícil la redención y la integración social. Pese a todo, la reincorporación a la vida normal plena es siempre posible, en especial cuando la persona afectada pone en ello empeño, decisión y fuerza de voluntad.

El vigor dramático de la historia se sustenta en un conjunto de variables que aportan incertidumbre, inseguridades y tensión, como es la falta de apoyos sociales y la negación práctica de segundas y terceras oportunidades. Desde el punto de vista del muchacho, la narración deja constancia de la soledad que anida en su ánimo frente a la tarea nada fácil de dar un giro a su vida. Necesita oportunidades, tiempo, apoyos y estímulos positivos, que la sociedad le niega o le concede con injusta avaricia.

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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Miquel
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27 de abril de 2008
15 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con un comienzo a un ritmo brutal, la película va desgranando la vida de un chico de un barrio marginal que es acusado de asesinato, él lo niega, y pide la ayuda de un viejo amigo suyo, abogado, pera que le represente como su defensa.
Tensa película, con grandes dosis de crítica social a un mundo donde vemos y no actuamos, donde todos somos culpables de cualquier delito, donde incluso la ley, es capaz de utilizar cualquier argucia para conseguir su objetivo.
Ray juega con nosotros a lo largo de todo el metraje, como si fuera un prestidigitador, nos enseña las cartas, les da la vuelta, luego las vuelve a girar y lo que antes habíamos visto… es distinto a lo que vemos ahora.
Hay que darle una oportunidad a la película para que te deje sin aliento al cabo de 1 hora, es muy recomendable.
misled
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24 de junio de 2013
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primer título de la corta serie de producciones que financiaría la compañía independiente Santana (nombre del barco de Cayo Largo) bajo el mando del propio Bogart, al que se sumaría para la ocasión a Nicholas Ray, película que supondría además el antecedente y germen de otra de las grandes de Nicholas Ray, “Rebelde sin Causa”. El “leit motiv” del film es un juicio muy a la americana, con un criminal que presuntamente no es criminal pero que igual si lo es.

La película es una especie de fábula sobre un individuo (“Niño bonito” Romano) que se ve sumido en una espiral de criminalidad y autodestrucción desde que en su más temprana e inocente adolescencia su padre muere en prisión dejando a la familia sin recursos, y que al ser acusado del asesinato de un policía recurre a un abogado que siempre lo ha defendido, abogado encarnado por el siempre magnético Humphrey Bogart, fantástico en su interpretación de este íntegro e idealista abogado.

Que pena, penita, pena, pero la verdad es que ya no se hacen películas como ésta, porque ya no hay actores como Bogart, porque los ambientes no son como se nos muestran, porque es difícil conseguir ver en una pantalla atmósferas nubladas por el humo de los cigarros y porque el diseño de producción es muy distinto al que fue. El tono de la película es dramático y el desarrollo posee esa sensación de fatalidad inevitable que acompaña a todo el buen cine negro, pero lo que realmente la sobredimensiona es el personaje de Bogart, una vez más el “alma” del film pese a no ser el protagonista real de la historia, un actor capaz por sí solo de multiplicar el interés de un argumento.

Todo un clásico del cine jurídico, con un discurso poderoso, un guión sólido y unos actores y una dirección impecables, y que concluye con un inolvidable alegato de Bogart en un plano de casi ocho minutos de duración “Mientras no arrasemos los suburbios y los reedifiquemos, llamad a cualquier puerta... Y os abrirá... Nick Romano”.
Juan Marey
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