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Sting of Death

Terror. Ciencia ficción La universitaria Karen visita a su padre, un biólogo marino, en su complejo isleño en los Everglades de Florida. Aparecen sus amigas de fiesta, bailan al son de Neil Sedaka y se burlan del espeluznante asistente del médico, Egon. Pronto son víctimas de un monstruo bípedo con traje de neopreno.
Críticas 1
Críticas ordenadas por utilidad
22 de enero de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Menudo descubrimiento. Una de las más regocijantes y divertidas pelis cutres que uno ha visto jamás. Un 'slasher' juvenil en los pantanos de Florida con reminicencias de El Monstruo de la Laguna Negra (Jack Arnold, 1954), Mister Hyde y el Jorobado de Notredame. Pero con colorines sesenteros, y muchas mozas de buen ver bailando con sus maromos "The Jellyfish", un baile de moda entonces que se había popularizado gracias a una canción de Neil Sedaka.

Resulta que al director,William Grefé, y a unos cuantos amiguetes entusiastas de hacer cine como se pudiera, al margen de la industria de Hollywood, como el productor Joseph Fink, se les ocurrió unos años antes que Florida podía ser un gran lugar para realizar películas de bajo presupuesto, como las que hacía Roger Corman, con destino a programas dobles y cines de barrio. Y a lo largo de la década de los 60 perpetrarían unas cuantas.

Esta estaba en un principio destinada a servir de complemento a otra joyita marca de la casa, "La venganza de Tartú", porque a las cadenas de cines de programa doble convenía ofrecérselas por pares. O sea que con aquella ya hecha, había que rodar y acabar otra lo antes posible, sin que el tema, en principio, fuera lo más importante, siempre y cuando hubiese un poco de erotismo suave, música que pudiera atraer a la juventud y un poco de miedo.

La premisa básica del guión escrito por William Kerwin (otro hombre muy presente en los créditos del cine marginal de la década) se volvería ver en muchas cintas de terror juvenil de los 80. Porque aquí el monstruo no mata porque sí, tiene una motivación y mata a los pijos que le han puteado y ofendido y se han reído de él en una impresionante secuencia, tras el baile del Jellyfish. Y porque quiere reivindicarse frente a quienes nunca lo han valorado ni reconocido sus méritos. Además de porque está enamorado de la prota y quiere quedársela para él solo, claro.

Y aunque la cinta sea chapucera como ella sola y todo lo anterior pudiese estar seguramente mejor expuesto, lo cierto es que funciona. Y da igual que las interpretaciones sean en general flojitas, que el guión tenga más agujeros que un queso Gruyere o que técnicamente secuencias como la del naufragio, con medusas recreadas con bolsitas de colorines canten la traviata. Y qué decir del monstruo de la cabeza envuelta en una gran bolsa de plástico.

Mención especial para John Vella, un amiguete del director que haría unas cuantas cintas más con él, retirándose enseguida del mundo del celuloide y que aquí borda su papel, claramente inspirado, a mi juicio, en el Quasimodo de "El Jorobado de Notredame", y en particular en el Charles Laughton de la versión de William Dieterle de 1938..
Echanove
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