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Une vie

Drama A finales del siglo XIX, Jeanne Danlieu, hija de una familia acaudalada, vive con sus padres en una casa de campo aislada en la Normandía. Su única compañía es su amiga de la infancia, Gilberte, que ahora es su sirvienta. Un día conoce a un atractivo joven, Julien de Lamare, de quien se enamora instantáneamente. Pronto se casan, pero la felicidad durará poco ya que no tardará en darse cuenta de que Julien se ha casado con ella por ... [+]
Críticas 2
Críticas ordenadas por utilidad
18 de julio de 2013
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
“El autor escribe con su cámara de la misma manera que el escritor escribe con una estilográfica”.
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En 1948 Alexandre Astruc, crítico y ensayista antes que fraile (Cine-digest, L’Écran Français, Cahiers du Cinéma...), publicó artículos donde explicaba su concepción vanguardista del cine como “cámara-lápiz” o “pluma”, empleando su propia terminología. Una forma de llevar el cine hasta las máximas posibilidades de expresión personal como lenguaje propio, igual que un pintor o un escritor emplean sus herramientas.

En la “cámara-lápiz” el director organiza la representación, supera el mero teatro filmado y apura las posibilidades de la mise-en-scène como si fuera un lápiz o un pincel con el que volcar obsesiones y pasiones. “Escribe” directamente en la imagen la profundidad psicológica o metafísica del drama. Dispone los elementos (sonoros y visuales) para lograr la mayor intensidad. Las interpretaciones y la cámara (siempre incisiva, siempre extraña, sin estilo "invisible") se afanan en el desvelamiento de su mundo interior. Desde este punto de vista, sus influencias son evidentes en la nouvelle posterior y directores como Truffaut (véase, por ejemplo, “Las dos inglesas y el amor”).

En “Une vie” Astruc adapta a Maupassant siguiendo, lógicamente, sus propios postulados críticos. Rastrea la conmoción de la novela, no su mera reproducción, traslada la pasión de la letra escrita y no únicamente el argumento, sino que reproduce dicha pasión en imágenes de estilo arrebatado. Se deleita en los ojos de Maria Schell y su permanente gesto sometido. Se recrea en el "efecto" que la lectura de Maupassant tuvo en él mismo como lector y trata de plasmarlo en imágenes.

El cine ha de ser un medio de expresión independiente. Pero Astruc no plantea una vanguardia surrealista (no buscaba la esencia cinematográfica en lo onírico sino en el “efecto” que cada historia provoca) y rechaza la teatralidad del cine clásico y las asociaciones simbólicas del mudo. Ojo con esto último, porque ahí normalmente el cinéfilo detecta un uso puro de la imagen y no es de lo que Astruc habla. De hecho, Astruc ahí encuentra una convención narrativa. Él pretende que el cine se separe de otras disciplinas, que tenga resortes como la literatura puede incluir páginas y páginas de monólogo interior y alterar el tiempo o el espacio mediante conciencias que se introducen, al describirlas, en la percepción de los paisajes. Plantea el cine como un nuevo objeto, una nueva forma artística en la que lampedusianamente todo cambie para que todo siga exactamente igual. Es decir, que allí donde había arte literario la adaptación consiga arte cinematográfico.

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“El pensamiento podrá escribirse directamente sobre la película”.
Bloomsday
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8 de mayo de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo que se sabe a ciencia cierta de la infancia de, Guy de Maupassant (1850-1893), es que a la edad de 12 años presenció la separación de sus padres, puesto que la madre ya no soportaba las infidelidades de su marido. Por esta razón, el escritor siempre se referiría a sí mismo como huérfano de padre. A esa edad, su madre lo introdujo en el estudio de las lenguas clásicas… y ya en su adolescencia, Maupassant fue alumno y protegido de, Gustave Flaubert, quien lo presentó a escritores como Émile Zola, Iván Turguénev y otros, al tiempo que le abrió la puerta de varios periódicos para que publicara sus cuentos. Habiendo estudiado Derecho y mientras trabajaba como funcionario en un ministerio, Guy de Maupassant publicó su primer gran cuento, “Bola de Cebo” (Boule de Suif, 1880), el cual fue muy bien acogido por la crítica literaria; y como su padre, se convirtió entonces en un buscador de sexo sin límites, no habiéndosele conocido nunca una relación realmente estable, pues, siempre pensó que el sexo no era otra cosa que un instinto primario. Bien conocida es esa frase suya que dice: “El matrimonio es un intercambio de malos humores durante el día y de malos olores durante la noche”. De igual manera, rechazaba los compromisos sociales y por esto se negó a recibir la Legión de Honor que le ofreciera el gobierno francés.

Tras numerosos cuentos que fueron muy bien acogidos (La Casa Tellier, Los Cuentos de la Tonta…), en 1883, Guy de Maupassant publicó su primera novela, “Une Vie” (Una Vida), en la cual narra la difícil vida de, Jeanne Le Perthuis, la hija única de una aristocrática pareja quien, tras pasar varios años en un convento, decide abandonarlo, y pronto conoce a un vizconde llamado, Julien de Lamare, quien, con más afán de obtener dinero para saldar sus gruesas deudas, que por amor, se casa con ella, pero no tardará en serle infiel… y así comenzarán las desventuras de esta noble muchacha.

Llevada primero al cine, en 1947, bajo el título, “Naiskohtaloita”, y bajo la dirección del finlandés T.J. Särkkä, once años después, es el director, Alexandre Astruc, quien decide hacer la versión francesa de <<UNA VIDA>>, pero, solo toma la primera mitad de la novela como base para el guion que él mismo escribiera, en compañía de Roland Laudenbach. En términos generales, la película sigue la línea de la novela de Maupassant, pero, también preserva el estilo narrativo de, Astruc, cuando decía que, “cualquier pensamiento, al igual que cualquier sentimiento, es una relación entre un ser humano y otro ser humano, o determinados objetos que forman parte de su universo”; y en esa austeridad de palabras, donde algunas cosas hay que interpretarlas por un movimiento o por un gesto, el director pretende -y logra- que entremos en la mente de los personajes enriqueciendo así las posibilidades interpretativas.

Maria Schell (Jeanne), logra una sentida interpretación como esa muchacha que calla -y soporta- mucho de lo que sabe porque no quiere perder al único hombre que ha amado en su vida. Pascale Petit (Rosalie), es la doncella que no resiste las tentaciones, pero, su fragilidad nos permite comprender que la mayor responsabilidad está en el que tiene el “poder”; y Antonella Lualdi (Gilberte), es la casada-coqueta que toma lo que quiere para satisfacer sus instintos. Infortunadamente, no pude conectar ni un solo instante con, Christian Marquand, el frío e impávido Julien -de inexplicable nivel de seducción-, pero siento que, la película, logra una marcada belleza visual y un cruce de caracteres femeninos que no se aleja en nada de la realidad.

Y claro, hay que leer, “Una Vida”, para continuar con la historia que, Maupassant, cuenta como los grandes maestros: Con una narrativa memorable.
Luis Guillermo Cardona
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