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Aguas borrascosas

Drama. Acción. Romance Filmada bajo la ocupación alemana, narra la historia de André Laurent, el capitán del Cyclone, un remolque bretón. Él está casado con Yvonne, una frágil mujer a la que quiere mucho, aunque su gran pasión es el mar. Una noche, en medio de una tempestad, salva a una bella mujer, Catherine, de la cual se enamora locamente. (FILMAFFINITY)
Críticas 5
Críticas ordenadas por utilidad
10 de febrero de 2014
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se cumple con creces el centenario de su nacimiento y el francés Jean Grémillon sigue siendo un director poco conocido. Grémillon era un cineasta polifacético, cultivaba una estrecha relación con el teatro y tenía una sólida formación musical, con buen dominio incluso del violín y del clavecín, de ahí que en sus casi 20 películas en sólo 58 años de vida, además de sus suntuosos movimientos de cámara, la banda sonora fuera siempre un elemento fundamental en el desarrollo del relato. A finales de los años 30 Grémillon tenía un compromiso con el estudio alemán de la UFA para llevar a la pantalla “Remorques”, una novela de Roger Vercel, que conocemos aquí como el autor del “Capitán Conan” que Bertrand Tavernier adadtó en 1996, cuando Grémillon asume el proyecto de “Remorques” Jacques Prévert se sirve de dos guiones encargados antes por la UFA a Charles Spaak y André Cayatte, para elaborar así una tercera versión y añadir unos diálogos en lo que sería ya el sustento definitivo de “Remordimientos”, el título en español de la película.

Grémillon consigue reproducir en pantalla la intensidad de la relación que mantenía de verdad el consagrado Jean Gabin, de 35 años, y la jovencísima Michèle Morgan, que aún no había cumplido 20, unos momentos de gracia comparables a los que protagonizaron ya un par de años antes al conocerse en “El muelle de las brumas” de Marcel Carné. Sin embargo las condiciones no eran nada idóneas para sacar adelante esta historia de amor fulminante entre un avezado patrón de remolcador, casado y enamorado de su esposa, y una guapa víctima del mar que irrumpe en su vida como una galerna. El rodaje empezó en Julio de 1939, en el puerto de Brest, donde más tarde esparcirían las cenizas de Gabin, se suspendió la filmación en septiembre por la guerra, en abril del 40 Grémillon y Gabin consiguieron unos permisos especiales para reanudar el rodaje, se volvió a interrumpir y Grémillon acabó en 1941 el accidentado rodaje filmando en estudios y con maquetas los planos de barcos en plena tempestad que hubiera querido al natural, también aquí se hace patente la importancia de la banda sonora como elemento dramático.

Cuando “Remordimientos” se estrenó en Francia, en plena ocupación alemana, halla por noviembre de 1941, tanto Jean Gabin como Michèle Morgan llevaban un año probando suerte en Hollywood, Grémillon por su parte participaba activamente en la resistencia dentro del mundillo del cine y presidía la cinemateca francesa. Dicen que Grémillon se crecía ante las dificultades, que la dureza de los tiempos excitaba su creatividad, pues bien, “Remordimientos” es sin duda una excelente prueba de su gusto por los desafíos, una gran, gran película.
Juan Marey
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20 de enero de 2014
8 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Descabalada historia a resultas de un rodaje que debió interrumpirse en varias ocasiones por los avatares de la ocupación y de la guerra y que fue terminado años después de su inicio, adulterando un guión que parece responder más a las medianías de Cayette que a las excelencias de Prevert. Esta discontinuidad está presente en el ritmo, en los personajes –incluidos, los actores- e incluso en el escenario, dejándose sentir a lo largo de todo el metraje en el que el ritmo y la continuidad fílmicos que quedan gravemente afectados, por ejemplo en un inicio en exceso remansado en la descripción de los abnegados valores marineros que, luego, precipita, por falta de tiempo, una densa trama dramática de marineros en tierra en la que se nos esquilma la interesante historia triangular de conyugues y amantes donde se insinúan personajes ambiguos que buscan mediante el egoísmo redimir su frustración, bastante lejos de la primera abnegación marinera. Desenlace con un mutis precipitado a tres bandas que remata la incertidumbre de la trama. Como elementos destacables, la superación de las limitaciones presupuestarias de la producción paliadas con un maquetismo naval aceptable y los diálogos poéticos entre los amantes, cosecha de Prevert.
alvaro
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10 de enero de 2016
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un barco rodeado de tormentas, un capitán íntegro y honesto y dos mujeres, una representa la rutina y la otra puede suponer la ruina...o la salvación. Alguien saldrá perdiendo, sólo uno, los dos, los tres??? Un guión comprimido en poco más de una hora, salvamento en medio de las olas, promesas de amor y muerte, la costa de Bretaña y sus rocas negras, la codicia y la ambición y el sentido del deber... Y jean gabin. Qué sería de mí sin Jean Gabin? Quién podría representar la belleza del hombre de la calle como él? Actor entre actores, creíble y sobre todo increíble, cautiva a la cámara y a las claquetas, figura enorme y eterna del savoir faire, del oficio conocido, de la seguridad en los propios defectos. Me ha encantado remorques, me ha flipado, intensa, dramática, neblinosa y gris como una tarde en Saint Maló y sin embargo hay un halo de luz que atraviesa toda la cinta. No sé ni qué nota ponerle, qué más da... Comienza con una boda y termina con un entierro, es que son la repera los guionistas y son la leche los cineastas franceses. Envidia sana, insana, de todos los colores y de todas las maneras.
angel
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1 de marzo de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entre los realizadores franceses que desarrollaron el grueso de su obra entre las décadas de los 30 y 40, Jean Gremillon no goza del reconocimiento de los Carné o Duvivier, pese a que en esa época su prestigio fuese indudable (llegando a ser director de la Cinemateca Francesa, por ejemplo). En nuestro país su figura es aún menos conocida y hasta donde yo sé, tan sólo esta Remorques (de remolcadores y no de remordimientos) emitida hace unos años ya por Cineclassics es una de las pocas de sus películas que se pueden conseguir con subtítulos en nuestro idioma. Junto a éste, sus dos filmes realizados en 1943, Lumiere d’eté y Le ciel est à vous —que no he podido ver— son los que tienen la reputación de estar entre lo más destacado de su filmografía, al parecer, plagada de arrebatadas historias de amor.
La gestación de Remorques es dificultosa y comprende tres años, a caballo entre la década de los 30 y la de los 40; su rodaje fue interrumpido en el 39 debido al estallido de la guerra y completado en los dos años siguientes. Este hecho provoca que la unidad del filme sea en ocasiones escasa, hecha de jirones y ensamblaje de partes: exteriores e interiores, maquetas, estudio y localizaciones reales, que sin embargo no dejan de conferirle un halo de romanticismo (la sublimación de la ruina) que el filme aprovecha en su favor.
La improbable historia de un capitán de barco remolcador (Jean Gabin) que tras una vida de hawksiana rectitud moral y laboral, descubre el amor fuera del matrimonio con una bella y joven náufraga (Michelle Morgan), está trenzada con intensidad hilvanando secuencias de rescates marítimos realizadas con maquetas (aun cuando el deseo de su director era realizarlas en vivo; algo imposibilitado por la situación bélica), la acertada descripción de ambientes (las bodas marineras, tabernas, personajes y playas de intenso olor a sal) y en especial las arrebatadas secuencias “a dos” que protagonizan la pareja de protagonistas (pareja en la vida real por aquel entonces) o las de Gabin con su esposa. El conjunto, atravesando escollos y desequilibrios varios avanza en una acusada línea vertical de intensidad; responsabilidad en gran parte debida, sin duda, al trabajo de Jacques Prévert, poeta y guionista de lo más granado del realismo poético francés, que dota a los diálogos de un extraño regusto poético.
Destaca sobre el conjunto el momento en el que el capitán y la joven se verán impulsados, sin poder evitarlo, uno en los brazos del otro: una evocadora panorámica, en contraposición a las secuencias interiores protagonizadas por su postrada esposa, traza el paseo por la playa de los futuros amantes. Ya en el interior de una irreal casa al borde de la playa (en la que habita el fantasma de la imposible felicidad marital, pero también la promesa de “otra vida”) Gabin tratará de luchar contra sus deseos: toda su entereza, su rectitud y su moral (que no dudaba en censurar el adulterio de uno de sus marineros) se ven abatidas, traicionando en un mismo instante a su esposa y a su trabajo, aun sabiendo de la imposibilidad de una relación que se resolverá fugazmente con la intensidad que transmite el plano final del rostro de Gabin, sólo, atormentado y azotado por la inclemente lluvia al timón de su nave.
Remorques es, en definitiva, uno de esos pequeños filmes (tanto por producción como por duración) que estallan en vibrantes relámpagos durante su visionado. (Texto de Angel Santos Touza, tomado de Miradas de Cine)

"Sin duda es necesario atender inmediatamente acerca del sentido de la palabra ‘realismo’.Propongo, de manera general, que es el descubrimiento de lo sutil que no percibe el ojo directamente y es necesario mostrárselo para establecer las armonías, las relaciones desconocidas entre los objetos y los seres, vivificando cada vez esta fuente imposible de imágenes que sacuden nuestra imaginación y encanta a nuestro corazón." Jean Grémillon
atletico
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17 de junio de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Remorques (1941), de Jean Gremillon, dispuso de un accidentado proceso de producción. Previamente, en 1935, no había convencido la adaptación de la homónima novela de Roger Vercel (autor también de Capitán Conan, adaptada al cine por Betrand Tavernier en 1997), realizada por Charles Spaak, ni la reescritura de André Cayette. Cuando fue reactivado el proyecto por el productor Joseph Lucachevitch, se consiguió, gracias a la intervención de Jean Gabin, que Jacques Prevert fuera contratado para reescribir el guion. El rodaje comenzó en julio de 1939, pero fue interrumpido en septiembre al entrar en guerra Francia con Alemania. Se retomaría en mayo de 1940, pero de nuevo se interrumpiría en junio cuando fue tomada París por los alemanes. Por fin, se completaría, ya durante la ocupación alemana, en 1941, aunque sus dos actores principales se habían trasladado a Estados Unidos, por lo que varias escenas previstas no pudieron rodarse. La obra empieza con una boda, la de uno de los marineros del remolcador Cyclone que capitanea André (Jean Gabin), quien anuncia cómo las ilusiones pueden ser quebradas en cualquier momento, ya que la celebración se interrumpe cuando son requeridos para rescatar a un navío, el Mirva: Una larga secuencia, de vibrante tensión narrativa, dominada por la nocturnidad, en la que no sólo ruge la tormenta que zarandea los barcos, sino la colisión entre dos actitudes (que se puede ampliar a la de la navegación de la vida ): la integridad de André contra la falta de escrúpulos del capitán del otro navío, Marc (Jean Marchat), alguien sólo interesado por el dinero del seguro (por lo que decidirá romper el cabo que une al Mirva con el Cyclon tras que haya sido salvado por éste, y tras una rotura previa accidental). Precisamente, de Marc, junto a otros marineros del navío, huye en plena tormenta (rompiendo los cabos) su esposa, Catherine (Michele Morgan), porque está cansada del odio acumulado en los dos años de relación. Cabos que se rompen accidentalmente, cabos que se rompen intencionalmente.

En Remorques (Remordimientos) convive la intensidad poética con la inmediatez de ciertas secuencias que describen un modo de vida sobre el que pende la amenaza del desastre, como al fin y al cabo en la incertidumbre de los oleajes, ciclones y tormentas de las emociones de los personajes. Yvonne (Madeleine Renaud), esposa de André desde hace diez años, teme que, en cualquiera de esos salvamentos, él pierda la vida por lo que insiste en que abandone ese labor y disfruten de su amor con un modo de vida con apariencia de estabilidad. La vida de Yvonne, precisamente, peligra dada su enfermedad, que André no cree que sea tan grave, sino que más bien la utiliza como chantaje emocional. La irrupción de Catherine, quien disgustada por cómo ha sido su vida, preferiría que André la llamara de otro modo, Aimee, como si así el escenario de realidad fuera otro, determina que también se modifique la relación de André con la realidad.

En esta maravillosa obra de Jean Gremillon (un cineasta de escasa obra a redescubrir: por ejemplo, las excelentes Geule d'amour, 1937, su primer éxito, protagonizada por Jean Gabin, El extraño señor Víctor, 1938, El cielo os pertenece, 1944, o El amor de una mujer, 1953, entre otras), con dirección artística de Alexandre Trauner, hay que destacar, como en el cine de Marcel Carné, la presencia en el guion, sobre todo por sus poéticos diálogos, que podrían llegar a ser agudos aforismos, de Jacques Prevert.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
cinedesolaris
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