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The Overlanders

Aventuras. Western 1942: en el norte de Australia frente a la amenaza de la invasión japonesa, un granjero propone una migración épica, llevando miles de cabezas de ganado atravesando el país hasta Queensland. (FILMAFFINITY)
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8 de octubre de 2021
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En 1946 los estudios británicos Ealing producen la primera -y más exitosa- de sus cuatro películas australianas. Harry Watt, un escoces de las filas de Michael Balcon con unos cuantos documentales (pero solo un largometraje de ficción) a sus espaldas, es el elegido para escribir y dirigir la película.
El punto de partida es la migración forzada de los pobladores del norte australiano que, avisados de la pronta invasión japonesa en plena WWII, abandonan sus tierras quemando las plantaciones y matando al ganado para que los invasores no encuentren en su camino nada que les sea útil. Pero Dan McAlpine (interpretado por Chips Rafferty, "el Gary Cooper australiano" según el propio Watt, aunque a mi me hizo acordar más a James Stewart) se niega a abandonar lo suyo y se propone, junto un grupo de hombres y mujeres que se ofrecen voluntariamente, a trasladar a los animales a un territorio seguro. El asunto es que para eso deberán movilizar a casi mil cabezas de ganado y medio centenar de caballos a través de 2400 kilómetros de tierra australiana, es decir: un infierno seco y caluroso.
Más que de un western, The Overlanders es un drama rural o una aventura con trasfondo bélico en la que el oficio documentalista de Watt se impone, siendo que gran parte de la película se compone de tomas que poco interfieren con la acción, limitándose a observar el trabajo de los hombres y mujeres y el movimiento de los animales. En ese sentido, la película no termina de sacarle el jugo a sus personajes y a las relaciones entre ellos pero, de cualquier manera, resulta más que interesante ver a este grupo de personas trabajando in situ para superar las no pocas dificultades con las que se toparan a lo largo y ancho del camino. The Overlanders tiene algo de esa locura llevada al extremo en casos como Fitzcarraldo, porque hay cosas que para poder filmarlas había que realmente hacerlas.
Ademas de las decisiones de encuadre y puesta en escena, Watt suma a la película una voz en off que va narrando y dando sentido temporal a la historia. Así, también, aprovecha para poner de manifiesto bastante información del orden del documental, como por ejemplo cuando explica que si el ganado huele el agua gracias al viento, estos se vuelven muy difíciles de manejar. Es cierto que, para el caso, se le puede reprochar a la película su falta de imaginación cinematográfica para entregar la información necesaria, pero también es cierto que el evidente poderío de las imágenes en combinación con alguna virtud a la hora de montar la película alcanza para vivenciar la tensión de muchas situaciones y ser testigos de la ardua voluntad de un grupo de personas dando su pelea en el terreno de lo imposible.
AllThatChernobyl
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