Adiós a la inocencia

Curiosa, por ver a unos actores que han seguido manteniendo con el tiempo señas de identidad similares: rebeldía y desorden, ellos; dulzura (más bien ríos de miel), ella.
El tema no es nuevo: adolescentes de los U.S.A. posicionándose ante el salto a la edad adulta, con la segunda guerra mundial en el horizonte; a la que ven, con inocente ilusión, como trampolín hacia las nuevas experiencias. No consigue el esplendor, para mi gusto, de otros ilustres precedentes: La última película (Peter Boddanovich-1971) o Verano del 42 (Robert Mulligan-1971); pero está lo suficientemente bien interpretada como para trasladarnos a los inestables territorios del comienzo de la juventud y a los amores físicos e idealizados.

A mí siempre me ha llamado la atención las ganas de aquellos muchachos yanquis en cumplir los años necesarios para ir a la guerra, antes de que aquella se acabara. Se ve que el sol de sus tranquilos pueblos agrarios o costeros les insolaba extraordinariamente o es que estaban muy bien adiestrados.

Ganó la Seminci de Valladolid en el mismo año de su estreno y ¡vaya usted a saber porqué razón!, ¿tal vez por ganar la Seminci?, es una película poco vista y conocida siendo de corte bastante comercial y americano.

La muy bella Elizabeth McGovern ya era conocida (había sido nominada al Óscar por “Ragtime”), mientras que los con el tiempo archifamosos Sean Penn y Nicolas Cage iniciaron por entonces su despegue, ayudados por esta estupenda cinta.

Con un magnífico guion de Steve Kloves, y una muy adecuada partitura de Dave Grusin, Richard Benjamin dirigió con acierto la preciosa historia de amor adolescente y pérdida de la inocencia de tres personajes muy distintos en carácter o en estrato social, en el marco convulso de la Segunda Guerra Mundial.

El acertado diseño de producción realzó el resultado final, una película que llegaba muy bien al público gracias también al magnetismo de sus jóvenes intérpretes, que lograron transmitir toda la inocencia, ternura y determinación de sus personajes.

Una película que va ganando consistencia a medida que avanza el metraje, que empieza francamente floja, sin mayor atractivo que contemplar a unos Penn, Cage y McGovern casi adolescentes, pero que va ganando en intensidad y sensibilidad, con escenas reseñables como el encuentro amoroso en el lago o la partida de billar. No es que sea una gran obra, pero se ve con agrado y, aunque bastante poco arriesgada, cumple como drama romántico de baja intensidad. Por cierto, sale un jovencísimo Michael Madsen que luce un sorprendente parecido al gran (músico, que no actor) Elvis. Incluso el despistado de Cage tiene un pase.

Eso sí, el doblaje es de antes de la guerra.

Desconocido melodrama romántico que si no fuera porque sus protagonistas se hicieron famosos años más adelante, se hubiera perdido en la noche de los tiempos. Aunque la película se llevó la espiga de oro en el Festival Internacional de Cine de Valladolid (habrá que ver las que se presentaron) pasó desapercibida en la taquilla de aquel 1984, recaudando bastante menos en los Estados Unidos de lo que se invirtió. Trabajo digno aunque fácil, porque no ahonda en nada, al menos tiene una buena estética y algunos chispeantes cortes musicales como el "Heart and Soul" tocado al piano.

El principal defecto de "Adiós a la inocencia" es que no tiene historia. Todo queda reducido a la espera de unos jóvenes antes de enrolarse en el ejército en plena Segunda Guerra Mundial. Amor y amistad, son los condimentos básicos de este retrato costumbrista de la América de los años 40. Se suceden anécdotas, lo cual no quiere decir que no sean fuertes algunas de ellas, pero no sabemos qué va a pasar. Al final todo empuja a lo que viene en el título, el adiós a la inocencia, si bien no se ve mal sino a lo sumo como equivocaciones en el camino de la madurez, cosa que censuro (SPOILER).