La ciénaga. Entre el mar y la tierra

Trabajo meritorio de los dos actores principales que consiguieron emocionar a una buena parte de los espectadores del Teatro Calderón en el que se estrenó este drama colombiano en la 61 Seminci. Aún así, dicen los que entienden de esto, que es más fácil hacer llorar que reír; por lo que algunos concluirán en sus análisis que la utilización de la discapacidad severa de Alberto es un recurso fácil para tocar la fibra sensible del espectador.

La publicación de este tipo de dependencias críticas, que agradecen sobre todo las familias y pacientes que soportan estas injustas situaciones, siempre son de agradecer para concienciar a las sociedades de que hay que tomar cartas en el asunto y mejorar la calidad de vida de los enfermos y sus inmediatos responsables que, casi siempre, acaban por ser las madres, las últimas que abandonan.
En este apartado promocional y difusor hay que encajar esta obra que, aunque dirigida por Carlos del Castillo, ha contado con el empeño fundamental de Manolo Cruz, actor principal y guionista, que ha confesado que, de alguna manera, el proyecto se sintió reforzado por sus crencias religiosas.

No sería legítimo presumir de la originalidad de un relato que se ha convertido casi en un género cinematográfico. Ejemplos como: Mi pie izquierdo, Mar adentro, La escafandra y la mariposa..., dan fe de ello.

La película pude verla en la Seminci y consigue meterte en su historia y sufrir con los personajes. Y todo ello evitando el tremendismo.
La acción transcurre mayormente en la paupérrima chabola, donde madre e hijo viven en la ciénaga.
Lo magnifico es el comportamiento de una madre que lleva el peso de una situación de dependencia tan grande y lo hace con amor y entrega incondicional.
Gran interpretación de Vicky Hernández y Manolo Cruz (actor y director) que perdió 21 kilos para el papel.
Lo que iba a ser un corto se convirtió en un largo gracias al micro mecenazgo.