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Noches blancas

Romance. Drama En una ciudad provinciana, Mario, un mediocre oficinista que vive en una modesta pensión, conoce una noche a la joven Natalia, en cuyo rostro se refleja un profunda tristeza. Le da conversación para animarla y ella le explica cómo cambió su anodina vida cuando conoció a un apuesto forastero del que se enamoró y cómo cada noche su regreso. Durante cuatro noches mágicas, Mario, enamorado de Natalia, alberga la esperanza de sustituir en su ... [+]
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Críticas 31
Críticas ordenadas por utilidad
11 de mayo de 2007
90 de 97 usuarios han encontrado esta crítica útil
Realizado por Luchino Visconti, el film se basa en la novela del mismo título (1848) de Fedor Dostoyevski. Se rueda en plató al aire libre montado en Cinecittà (Roma). Gana el León de plata de Venecia, 3 Nardo d'Argento (actor, escenografía y música). Producido por Franco Cristaldi, se estrena el 6-IX-1957 en el Festival de Venecia.

La acción tiene lugar a lo largo de 4 noches de comienzos de invierno en una localidad portuaria de Italia, similar a Livorno (Toscana), en 1956/57. Mario (Marcello Mastroianni) es un modesto oficinista, soltero, que se topa en la calle con Natalia (Maria Schell). Mantienen una larga conversación, que repiten las tres noches siguientes. Él lleva poco tiempo en la ciudad y es de carácter solitario y melancólico. Natalia es joven, huérfana, soñadora, inmadura, ingenua y frágil.

La película desarrolla un drama con acotaciones de misterio y fantasía, que se enmarca en una atmósfera irreal y onírica. El escenario está hecho de calles húmedas, desoladas, sombrías, con rincones lúgubres y extrañas construcciones ruinosas. Las noches son largas y frías. Pueblan el lugar prostitutas, chulos, noctámbulos y personajes que se ocultan en la noche. La historia mezcla realidad, sueño y fantasía. Visconti manifestó que deseaba que el relato fuera a la vez real e irreal, objetivo e ilusorio. El inquilino (Jean Marais) en ocasiones parece un vampiro: viste de negro, aparece de noche y domina a la chica. Ella suma obsesiones, ternura y desequilibrios emocionales. La secuencia del baile es salvaje, erótica y ostenta un cierto aire visual dantesco. La obra se sitúa entre el neorrealismo de las primeras obras del realizador y la depurada estilización de sus últimos films.

El film constituye un notable experimento de cine poético en el sentido propio y más recio del término. A las imágenes líricas, los diálogos añaden el tono superior que se desprende de los valores de inocencia, honestidad, altruismo, hermandad, solidaridad, etc. Por lo demás, realiza un estudio serio, sosegado y profundo, de la soledad humana, que ahoga a los dos protagonistas, pese a su conversación y mutua interacción. La inquietud que se asocia a la soledad queda subrayada con los breves paseos de ambos, los intentos de escapar uno del otro, las búsquedas mutuas, los extravíos y sus reencuentros.

La música, de Nino Rota ("El padrino", 1973), sugiere sentimientos románticos, melancólicos y de intriga. Añade el rock "Thirteen Woman", de Bill Haley, que acompaña el baile, y una referencia operística ("El barbero de Sevilla", Rossini). La fotografía, en B/N, de Giuseppe Rotunno ("El gatopardo", 1963), crea imágenes de fuerte contraste, con predominio de tonos oscuros y luces irreales. Dedica un guiño de simpatía a Silvana Mangano, protagonista de "Mambo" (R. Rossen, 1955). Es excelente la interpretación de Mastoianni y notable la de Maria Schell.
Miquel
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13 de junio de 2009
55 de 60 usuarios han encontrado esta crítica útil
1) Un par de datos del contexto de esta película influyeron esencialmente en su carácter:

-Mastroianni participaba en la cooperativa creada para la producción. La cinta debía impulsar la carrera del actor, hasta entonces reducida a intervenciones secundarias en tono cómico.
-La crítica imperante apoyaba el enfoque neorrealista y condicionaba el clima intelectual en que se concebían las películas. Ésta, que se aparta de la denuncia social y se orienta al melodrama, fue recibida con dureza e incomprensión. Se llegó a sentenciar que Visconti “había dejado de ser un cineasta serio”.

2) Subordinar “Las noches blancas” al lucimiento del actor la afecta negativamente: aunque el argumento esté italianizado, el personaje sigue siendo un soñador, dado a vivir en mundos aparte, febril e introvertido, tan dostoievskiano, y así se autorretrata en los diálogos. Pero Mastroianni es actor expresivo donde los haya. Su rostro está en continuo movimiento hiperactivo. No puede evitar sacar a relucir su repertorio de caras y visajes, además de la locuacidad y desenvoltura de galán latino, que lo último que parece es tímido.
María Schell, bella y fotografiada con iluminación muy clara en los planos cortos, es actriz limitada. Otorga a la desesperada Natalia una ingenuidad excesiva, reiterando sobrantes sonrisas cándidas.

3) Visconti dirigía más montajes teatrales que películas, y ese talento de experto escenógrafo era su fuerte. Lo mejor de “Las noches blancas” se debe al equipo formado por Giuseppe Rotunno, Mario Chiari y Nino Rota (responsables de fotografía, escenarios y música), regido con exquisito sentido artesano por quien decía del cine, el teatro y la ópera “que se trata siempre del mismo trabajo, a pesar de la enorme diversidad de los medios empleados”.
La película fue rodada toda en Cinecittà, en extraordinarios decorados que reproducen el barrio portuario de Livorno, con canales sombríos, callejones míseros, pasarelas frágiles y tabernas patibularias pobladas de putas tristes y reyertas.
La concesión al neorrealismo fue inútil pero el provecho visual y la atmósfera melodramática son en cambio excelentes, sin duda el principal valor del film.

4) La novela de Dostoievski, que exalta el amor ideal a través de un personaje emparentado con Mishkin, el noble Príncipe Idiota, místico e iluso, tuvo dos adaptaciones a la pantalla: ésta de Visconti y “Cuatro noches de un soñador”, de Bresson.
Ambas permiten confrontar dos concepciones opuestas del séptimo arte: por una parte, el ‘cinematógrafo’ bressoniano, ceñido a los recursos autónomos (imagen y sonido conjugados para generar una idea en la mente del espectador), y por otra lo que el francés llamaba “teatro filmado”, del que Visconti es representante muy digno, sobre todo en esta ocasión.

(7,5)
Archilupo
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15 de octubre de 2007
42 de 46 usuarios han encontrado esta crítica útil
Impresionante película/fábula/cuento, en definitiva maravilla, la que nos regala Visconti a todos aquellos que no nos imaginamos la vida sin este tipo de cine. Y ya no es solo una fotografía que te atrapa, ni un Mastroianni de otro planeta, ni unos planos capaces de definir la belleza, ni un guión más redondo que la luna, es que la película consigue tocar profundo a todo aquel que en algún momento dejó de creer en el amor,o en la felicidad. Esa felicidad que dura una vida o dura un instante. Noches blancas nos recuerda lo eterno de aquellos momentos efímeros que te marcan para siempre. Gracias Visconti.
Le pongo un diez porque no hay 11.
Belén
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19 de septiembre de 2008
27 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo mejor de la película es Mastroianni, un excelso actor que, a pesar de su apostura, aquí interpreta de manera magnífica y creíble a su antítesis, es decir, un hombre solitario, tímido, pueril a veces, que busca desesperadamente compañía para salir de su rutinaria vida.

No me gustó tanto Maria Schell, cuyos gestos histriónicos y risas nerviosas crispan un tanto al espectador. El guión se aproxima más al realismo mágico que al neorealismo, en esto recuerda un poco a Milagro en Milán o a Giulietta de los Espíritus (la niebla, siempre la niebla), rodada como fue la película en Cinecittá, con decorados de cartón piedra y una atmósfera ónírica que entronca a la perfección con "Niebla", la Novela de Unamuno: un no-sitio, una u-topía narrada desde dentro, que nos cuenta la intrahistoria hermética de dos personajes aislados del mundo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Dofuir
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18 de marzo de 2011
27 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primera adaptación de "Las noches blancas" de Fedor Dostoievski a la gran pantalla. Las noches cortas de San Petersburgo, cercanas al solsticio de verano a las que hace referencia el título, son cambiadas por noches nevadas de invierno en las calles del maravilloso decorado construido en el Cinecittà romano.

Cuesta sudores ser severo con una película donde lo único que falla es la credibilidad que desprende el trabajo de Mastroianni. No hay concordancia entre los diálogos (muy próximos a lo escrito por Dostoievski) y la presencia somática de Mastroianni. Para ejemplo, tenemos la escena en la que Mario (Marcello Mastroianni) y Natalia (Maria Schell) están en un bar, y a su alrededor todos bailan. Es cuando menos curioso ver como Mario se desenvuelve como pez en el agua, aunque sea el único en el local que lleve traje y su edad pueda duplicar a la de cualquiera de los que a su lado se haya.

Nada más conocerse, él le dice a ella:
“Perdóneme, soy terriblemente tímido. Con las mujeres, quiero decir. No suelo mezclarme a menudo con ellas. No sé incluso ni cómo hablarles”.

Es un diálogo calcado del relato, del mismo lugar donde podemos leer:

<<-Escuche. ¿Quiere saber qué clase de persona soy?
-Pues sí.
-Pues bien, soy... un tipo.
-Un tipo. ¿Un tipo? ¿Qué clase de tipo? -gritó la muchacha, riendo a borbotones, como si no lo hubiera hecho en todo un año-. Es usted divertidísimo. Mire, aquí hay un banco. Sentémonos. Por aquí no pasa nadie. Nadie nos oye y... empiece su historia. Porque, no pretenda lo contrario, usted tiene una historia y trata sólo de escurrir el bulto. En primer lugar, ¿qué es un tipo?
-¿Un tipo? Un tipo es un original, un hombre ridículo -contesté con una carcajada que empalmaba con su risa infantil-. Es un bicho raro. Oiga, ¿sabe usted lo que es un soñador?>>

Un soñador... ya sabemos... algo desaliñado, de pocos gestos y parco en palabras, de sonrisa bobalicona y estúpida inocencia.

Pues bien, Mastroianni es todo lo contrario. Y ya quisieran muchos.

Quizás porque no existe concomitancia entre lo que vemos y lo que nos quieren contar, Noches blancas, no alcanza la perfección que sí tiene el resto de labores técnicas. Ese gigantesco decorado de ciudad crepuscular, maravillosamente iluminada y pulcramente recogida por el director italiano.


(Abróchense los cinturones porque esto continúa).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chagolate con churros
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