La máscara de hierro

En el año 1669, durante el reinado de Louis XIV, en Francia, un hombre fue llevado a la prisión de Pignerol donde se le alojó en una celda fuertemente asegurada y nadie podía ver su rostro por lo que llevaba una máscara de terciopelo negro que impedía identificarlo. El reo no fue llevado a juicio ni hubo nunca sentencia alguna en los registros judiciales. Su carcelero -hasta el momento en que muriera el prisionero, 34 años después-, fue M. de Saint-Mars un subordinado de D’Artagnan (¡sí, el de los tres, que son cuatro, mosqueteros!) y su tarea era impedir que, alguien distinto a él, se acercara en plan de liberarlo o de identificarlo.

En 1687, el prisionero fue trasladado a la prisión en la isla de Sainte-Marguerite (a media milla de Cannes, en la Riviera francesa) y, en 1698, siempre protegido por Saint-Mars, fue llevado a La Bastilla… donde moriría el 19 de noviembre de 1703, según consta en un acta donde se le registró con el alias, Marchioly… pero, sólo el rey y sus asesores, sabían quién era realmente el luego llamado, “Hombre de la Máscara de Hierro”, nombre que deviene de la novela, “Le Vicomte de Bragelonne” (El Vizconde Bragelonne, 1847), tercera de la trilogía sobre, Los Tres Mosqueteros, que escribiera, Alexander Dumas.

Esta novela -como muchos otros escritos que surgirían en la época-, acude a otra de las hipótesis conspiratorias que dieron mucho de qué hablar… y armaría tremendo revuelo cuando apareció por entregas en la revista, Le Siècle, siendo publicada en libro en 1848.

Fue, ésta obra, y otro libro también escrito por Dumas, la base que tomarían, Cecil Saint-Laurent y Gerald Devries, para convertirla en la suerte de comedia que ahora dirige, Henri Decoin, con más ganas de satirizar a la monarquía -con sus infaltables secuaces en otras instituciones-, que de asumir como un hecho veraz lo que cuenta la novela.

Este es, a mi manera de ver, el punto argumental fuerte de, <<LA MÁSCARA DE HIERRO>>, y es, supongo, lo que hace que el filme haya logrado cierta trascendencia. Por lo demás, la ambientación es magnífica, el vestuario impecable… y la presencia de actores como, Enrico María Salerno, Jean Rochefort y Claudine Auger, logran personajes muy atractivos. Pero, en detrimento, hay que decir que las escenas de acción son escasamente logradas, pues, la cámara rápida tiende a caricaturizarlas; y las situaciones de comedia, apenas consiguen que dibujemos una sonrisa, sin mayores emociones.

En todo caso, la película se sigue sin mayor dificultad que estar un poco atento para saber cuál de los gemelos es el que está en escena. Así que, los abrazos y besitos, ¡mejor cuando se vaya al bar a tomar un par de copas!

¡Ah! y procuren recordar la frase de Mazarino: “No me gusta tener confianza antes, prefiero tenerla después”.