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¡Por la vida!

Drama La vida ha cobrado su precio a Ruth, una madura cantante de cabaret que en más de una ocasión ha sufrido en sus carnes la desafortunada ira del destino. Pero cuando conoce a Jonas, un joven muy enfermo, se crea un fuerte vínculo entre la extraña pareja que les da razones para vivir y seguir adelante (FILMAFFINITY)
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Críticas ordenadas por utilidad
8 de mayo de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ópera prima de este cineasta alemán con carrera en la televisión inglesa y alemana. Es una pieza dramática que utiliza distintos formatos para contarnos la historia y persiste en ella la estructura de cine narrado dentro del cine.

Es interesante su propuesta, combina imágenes vertiginosas con otras donde el tiempo se detiene. La idea del cine al interior del cine no es nueva, tampoco para el cine alemán: Wim Wenders la empleó en su maravillosa En el transcurso del tiempo (1976) donde dos hombres recorrían los pueblos de la frontera entre las dos Alemanias proyectando viejas películas en blanco y negro.

El filme de Owe Janson no es una road movie, pero rescata la técnica de mostrar en sepia lo filmado en celuloide, en tanto la dirección de actores le funciona igualmente natural como a Wenders.

Ruth Weintraub hace cuarenta años fue una cantante de cabaret que seducía a su público con su voz y en la actualidad está siendo desalojada de su antigua vivienda por los servicios sociales.

Ruth es una judía sobreviviente del Holocausto, su madre la arrojó del camión rumbo al exterminio y estuvo a punto de ser fusilada cuando era una niña.

La tristeza siempre rondó su vida y las canciones aliviaron en parte su predicamento.

Jonas es otro ser errante, trabaja en la mudanza. Hurga entre sus cosas y desempaca una proyectora de ocho milímetros donde se entera de su pasado como cantante. El que filma es el amor de su vida y es extremadamente parecido a él.

Sufre de esclerosis múltiple y encuentra que quitarse la vida es una cobardía. Lo filmado en la vieja cinta, el director lo expone en colores más cálidos que el presente sin esperanzas que vive Ruth.

Jonas evoca esas imágenes, dentro del único ambiente del pequeño departamento, las observa en sepia proyectadas en la pared. Hay otro blanco y negro, más opaco y gris (cambio de formato muy al estilo Wenders) que nos adelanta las pesadillas de infancia de Ruth. Es muy apropiado el recurso, debido a que la mujer se encuentra ahora en el psiquiátrico reviviendo esas pesadillas que le contaba a su amor de juventud (el cineasta).

La historia del enamoramiento platónico de Jonas por la señora Weintraub no es novedoso, tiene algo de clisé, pero la estructura de cine dentro del cine le da cierto encanto estético a la cinta que la hace llevadera al espectador. Además, Hannelore Elsner interpreta con acierto a una mujer mayor, orgullosa y coqueta, que muestra gran química en pantalla con el actor Max Riemelt (Jonas).

«Te amo demasiado como para odiarte», reza la canción de Ruth que sirve de leitmotiv al filme. Un amor de juventud que no la apoyó cuando más lo necesitó: falta fuerza en ese mensaje, es muy cerebral.

El espectador desearía que el metraje de 86 minutos se extendiera, pero el director abandona estos relatos paralelos bien entrelazados, con texturas y ritmos propios, y pareciera querer encajar las piezas de modo apresurado.

Al final las historias de Jonas y de Ruth se resuelven con demasiada luz y la película pierde brillo. El final es demasiado convencional e incluso no hay lugar para las emociones de los personajes.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Anibal Ricci
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