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La leyenda de la fortaleza de Suram

Drama Esta película es un homenaje a todos los guerreros georgianos que dieron la vida por su país. Se basa en una vieja leyenda: cada vez que había que defender el país de las invasiones extranjeras, la población empezaba a construir una fortaleza, pero cuando los muros alcanzaban el nivel más alto, se derrumbaban. (FILMAFFINITY)
Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
1 de febrero de 2013
17 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al contrario que en mi reciente experiencia con Los corceles de fuego, desde el inicio de La leyenda de la fortaleza de Surami siento una sensación de verdad que está más allá del naturalismo y las convenciones del cine narrativo. Es como si los hombres y animales de los frescos perdidos de las iglesias y fortalezas georgianas medievales hubieran cobrado movimiento y vida, aunque sólo sea para volver a detenerse al cabo de un instante y posar para un plano hipnótico.

Es una película que no se parece a ninguna otra: como únicos paralelismos, se me ocurren las películas de ambientación exótica de Pasolini, en las que éste conseguió imaginar y recrear mundos aparentemente imposibles de concebir en cine (las tribus remotas en las que surgieron, según los antropólogos, los mitos griegos, o la Europa medieval y el misterioso oriente de los cuentos de Sheherezade); o también algunos momentos “mágicos” de películas de Fellini, Angelopoulos o Tarkovsky -pero la nigromancia de Paradjanov parece mucho más espontánea, menos intelectual que la de estos.

Aquí, por ejemplo, podemos ver en una escena cómo la joven Vardo abandonada por el protagonista se convierte mágicamente en adivina de edad madura: una da paso a la otra mediante un movimiento pendular que evoca “el paso del tiempo”, como se denomina el episodio. Es una buena muestra del genio enigmático de Paradjanov: si uno lo imagina al leerlo parece una tontería, pero al verlo funciona misteriosamente.

Metafóricamente, y sin duda con trasfondo autobiográfico, la película empieza como una historia de libertad y acaba con un joven emparedado en el muro de la fortaleza (como un conjuro para evitar que esta se desmorone, más eficaz que el mortero fabricado a base de huevos), según la leyenda autóctona en que se basa. Aunque los reyes se presentan como iguales a los demás hombres, el relato insiste en episodios de humillación y abuso de poder que marcan a sus víctimas.

Como el héroe legendario, Paradjanov eleva un monumento al país en el que nació, en forma de película. Georgia es un cruce entre oriente y occidente, frontera del Islam y la cristiandad, y su película encarna esa mezcla de barbarie, espiritualidad y refinamiento propia de un lugar en el que convergían las rutas comerciales que unían a Europa y el imperio bizantino con las sedas de China y los tapices de Persia, y que aún puede evocarse en las estilizadas ruinas de sus iglesias medievales que han quedado en territorio turco, ahora habitadas por la vegetación y el viento.

Hecha aparentemente con cuatro rublos y toneladas de imaginación, la película está habitada por cuernos de caza de profundo sonido, sutiles bailarines, mujeres de mirada profundísima, caballos blancos y negros, palomas blancas y negras, kilims púrpuras colgados de los muros de las fortalezas, largas telas azules agitadas por el viento, maquetas de barcos suspendidas en el aire, camellos, soldados que se arrastran por el suelo rodeando a un rebaño de ovejas, estandartes de terciopelo oscuro y cascos metálicos resplandecientes, ataúdes de madera, coronas de azafrán, tejidos de refinados arabescos sobre los que se posan samovares de formas delicadas, cuencos con granadas, sables curvos de empuñaduras tachonadas de piedras preciosas, gallos rojos, pavos reales o aves de cetrería.
el pastor de la polvorosa
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8 de octubre de 2012
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hoy aquí en Argentina estamos conmemorando y celebrando el día del respeto y la diversidad cultural, y a la vez, y sin proponérmelo acabo de conocer a un grandísimo director de cine (mejor sería decir que conocí parte de su obra), que se llamó Sergei Parajanov. Que por lo visto no ha llegado al gran público, que probablemente nunca lo hará, pero que sin embargo nos hace reflexionar como siempre, en el manto de asfixia que teje la cultura sajona-yanqui, por encima de sus sometidos o derrotados.

Y la dificultad de encontrar otras voces u otras expresiones que obren de disparadores creativos, y como herramienta de destrucción de estereotipos culturales. Fomentando la integración y la aceptación de valores distintos a los suyos.

Debo compartir mi gozo y satisfacción con ustedes compañeros cinéfilos al encontrar joyas como esta, un estilo personalísimo, y como el mismo se animo a afirmar “inimitable”. Lleno de simbolismos, color, teatralidad, y una fotografía realmente soberbia, que no deja librada al azar toma alguna. Desde mi humilde punto de vista, su cine es una mezcla entre Glauber Rocha, Fellini, y Antonioni. Y además parece haber hecho escuela en Kusturica.

No voy a hablar puntualmente de la película, pues se presta para hacer e interpretar personalmente cada escena, debido a su fuerte contenido de símbolos; ni voy a hablar de la vida privada del director que ya ha sido resumida por la crítica anterior. Solamente le voy a recomendar que busque la pantalla más grande y el mejor sonido que tenga a disposición, y se sumerja en los mundos que crea la cámara de Parajanov.
Francisco Franco
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6 de noviembre de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Grandísima obra maestra del director soviético. Si en los córceles de fuego me lleve una gran decepción, La leyenda de la fortaleza de Suram me ha fascinado y conmovido a partes iguales, logrando realizar un bellísimo y brillante ejercicio simbólico, poético y naturalista.

La película es pura y estrictamente simbólica. Desde el pasaje que representa el enamoramiento, pasando por la representación de una invasión, del pecado, la oración, y para mí la más genial de todas, la del paso del tiempo a través de la adivina, absolutamente impresionante. De hecho, el cine de Parajanov se podría catalogar, si es que esto es posible, como una hermosa serie de representaciones a través de la imagen, de un poema o conjunto de poemas. Es un cine que rebosa misticismo y naturalismo, poseyendo un espíritu salvaje pero a la vez sencillo.
Los reyes se presentan como iguales al pueblo, pero en la práctica humillan, vejan y vilipendian a sus gentes.

También destacar, que esta obra es un claro homenaje al pueblo de Georgia, país natal del realizador. Es una oda a sus costumbres, a su idioma, a su idiosincrasia. Más concretamente, es un homenaje a toda aquella gente que dio la vida por su país, y de ahí esa visión heroica de la historia, llena de tragedia, alegría, amor y dolor.
Por si fuera poco, La leyenda... tiene un valor antropológico, cultural y artístico incalculable, ya que tanto la banda sonora, pasando por el vestuario, las costumbres que refleja o la forma en la que Parajanov construye su cine (sin un guion lineal y rompiendo literalmente con la lógica de la narrativa convencional) son una clara muestra del talento y genio de un director poco conocido y menos aún reconocido.

Técnicamente la cámara es siempre testigo de los acontecimientos, nunca juzga ni manipula. Se mantiene fija en gran parte de la obra, lo que recuerda a Ozu. Además es de estilo minimalista. Los grandes y amplios planos generales también son una constante a lo largo del film.

En fin, una película fascinante y sublime, de obligado visionado para cualquier persona que disfrute del arte de calidad.
Raul
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