Secretos de confesión (TV)

La película aborda la crisis que vivió la Iglesia católica en Estados Unidos tras la salida a la luz de múltiples casos de abusos a niños por parte de sacerdotes. Lo hace desde tres puntos de vista: las víctimas, el tándem jurídico-periodístico y los clérigos, por ese orden.

Tantas perspectivas conforman una historia interesante pero incompleta desde alguna óptica, en concreto, la eclesiástica. Se deja claro, como no puede ser de otra manera, lo inexcusable de los actos y el dolor de las víctimas, así como la furia que la sociedad arroja contra la institución católica tras saltar el escándalo.

La intriga jurídica, comandada por Ted Danson en el papel del abogado Garabedian, se erige en columna vertebral de la película, bien apoyada en la trama de las víctimas, sin duda el aspecto más doloroso de la historia.

Falta, sin embargo, un análisis más valiente y multicolor del lado eclesiástico. Se pasa -de puntillas- por el problema de la idoneidad de algunos hombres para ser curas (uno se pregunta cómo pudo Geoghan llegar a ordenarse) y, desde luego, se omite por completo el lado espiritual de los sacerdotes (sólo son oradores y, en el mejor de los casos, meros políticos).

Christopher Plummer hace lo que puede para mostrar esa chispa de incertidumbre que encarna el cardenal arzobispo de Boston, Bernard Law. Lejos de su mejor papel, el legendario Plummer hace creíble el lado humano -especialmente en la escena frente al Papa- de quien dirigía la arquidiócesis en aquellos días y cuyo gran pecado fue el secretismo derivado de la falta de empatía hacia los niños.

Con todo, no pasa de ser un telefilme con buena presencia y ritmo aceptable que su memoria archivará sin más cuando enciendan las luces.