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Nepal Nepal · Mitad del monte
Críticas de Arendar
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Críticas 40
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
23 de septiembre de 2017
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Kathryn Bigelow, la primera mujer en la historia en recibir un Oscar a mejor dirección, se preguntaba: « yo, mujer caucásica, ¿soy la mejor persona para contar esta historia? No. Sin embargo, tengo la capacidad para contarla y ya han pasado 50 años desde que ocurrió.» Así, 'Detroit' surge como cine de denuncia e informativo, periodístico podría decirse —el mismo Mark Boal es periodista además de su guionista—, que busca revolver al espectador con la representación de lo que ocurrió en el hotel Algiers en un contexto de sublevación afroamericana.

A pesar de la falta de fuentes realmente fiables, el propósito más claro es ofrecer un retrato fiel. Todos los testimonios han sido tomados en cuenta para perfilar la acción. Incluso Julie Hysell, una de las victimas de aquella noche, estuvo presente durante todo el rodaje para prestar ayuda con la reconstrucción.

El plantel de actores está igualmente entregado por reflejar los terrores de aquel día. Hasta tal punto que Will Poulter, en una entrevista, cuenta que rompió a llorar y tuvo que tomar un descanso para recomponerse. Igualmente, Algee Smith reconocía que su interpretación nunca podría hacer justicia a la pesadilla que Larry Reed debió de vivir aquel día.

Aun así, a mí 'Detroit' me dejó levemente insatisfecho. Está tan preocupada por recrear aquel microcosmos de brutalidad injusta, que se olvida del macrocosmos. ¿Por qué los levantamientos? ¿Por qué el vandalismo? ¿Cuál es la pronunciación política? ¿Cómo lo vivió la sociedad, negros y blancos? ¿Cómo lo llevaron las familias de los implicados?

El deseo por hacer una llamamiento directo al sentido común, por demostrar las barbaridades que se cometieron, por señalar víctimas y culpables, elimina una dimensión fundamental que invita al debate y a la reflexión sobre el porqué de la impunidad policial, del racismo, de la paranoia, de la violencia como método de ruptura, pero también de sometimiento etc.

Tanto es así, que la cinta pierde su naturaleza documental y termina convirtiéndose en un thriller dramático. El conflicto queda reducido a: los malos son terriblemente malos con los buenos que aun siguen siendo buenos todo el rato. Basta con ver el casting: los dos policias más malos tienen cara de psicópatas, mientras que el negro bueno tiene gesto de cordero degollado.

Igualmente, 'Detroit' solo nos permite conocer a las victimas. Los muestra además vulnerables, cariñosos, soñadores, con todo un futuro por delante. En cambio, los culpables, los malos, son utilizados como mecanismos unidimensionales, o bidimensionales como mucho, de mal y de poder. En algunos momentos existen matices que añaden algo de produnfidad psicológica y emocional, pero durante demasiado metraje 'Detroit' simplemente funciona como una cruda viñeta con enseñanza.

Esa parcialidad al final queda patente en todos los aspectos de la cinta y ensombrece su valor testimonial. Aun así, sigue siendo una buena película que te hace revolverte y sufrir y que, con suerte, concienciará a quien todavía necesite abrir los ojos. Lamentablemente, en USA, de momento, no está haciendo muy buena taquilla.
Arendar
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7
13 de febrero de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primer trabajo que disfruto de Todd Haynes que, a partir de ahora, no será el último.

Aunque no comparto la pasión con la que otros han recibido a "Carol", es cierto que posee virtudes que la hacen una gran película.

La primera, sin duda, la gloriosa Cate Blanchett. Con su voz oscura y aterciopelada, con sus miradas de pantera poderosa pero llena de cicatrices, con una figura y unas maneras que provocan nuevos niveles de deseo en cualquiera que la vea caminar o mover los labios. Su impecable actuación es otra muestra de versatilidad que le agura buenos años de nominaciones para la pedazo de mujer que parió Australia.

La segunda, pisándole los talones en un papel mucho más discreto, Rooney Mara. Su fisonomía acompaña a una timidez, a una indecisión y a una vulnerabilidad que casi la convierten, en la mayor parte del film, en un colibrí al lado del águila real de Blanchett. Su trabajo en "Carol" también es excepcional, pocas veces se ve una inseguridad tan segura.

Otras de sus virtudes, el maravilloso vestuario, la bellísima ambientación, la delicada fotografía, y en todo esto último tengo que detenerme: en el apartado estético. Es evidente que la paleta de color, el tratamiento de la luz y la disposición de los cuerpos en el plano están medidos con un cuidado y una sensibilidad estética de agradecer. Todo resulta agradable, casi se podría decir inmaculado, la cinta siempre se orienta al refinamiento, a la elegancia, al pudor estético. Y no sé si esta sobrecarga de intención artística acaba por destruir el calor del realismo. Todo está tan metidato, tan bien acabado, que el romance se vive desde una distancia bastante grande. Además, para apostar tanto visualmente, "Carol" me ha resultado más lustrosa que poderosa, a pesar de contar con dos mujeres que se comen la pantalla.

Sumándole que los personajes son bastante herméticos y que el guion tarda en arrancar y, por evitar el melodrama, no consigue ahondar en el drama, "Carol" acaba siendo una película bastante fría sobre un romance que debería remover entrañas.

Bien cierto es que, en el fondo, es un trabajo lo suficientemente bien fundamentado como para que de él puedas sacar unas conclusiones bien claras sobre el conficto sexual en los 50s, pero la forma en la que elige contarlo no resulta tan apasionante, arrebatadora, desgorradora o cualquier otro adjetivo superlativo, como yo esperaba de un romance tan lleno de pasión, de dificultades y de dolor.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Arendar
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5
13 de febrero de 2016
15 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin rodeos: "The Hateful Eight" es para mí la peor pelicula de Tarantino.

Lo que sabía de ella me sugería mucho, quizás demasiado: un grupo de diablos conviviendo en una cabaña, aislados por una ventisca de nieve; conociendo las virtudes de Quentin, el banquete estaba servido, ¿no? A todo el que le apasionen las historias de ratoneras, de secretitos y mentiras, de deslizar objetos por las mangas, de muertes sin asesino... estaría, como yo, bastante ilusionado con su lanzamiento. Sin embargo, me tocó sufrir un desvanecimiento gradual de todas las esperanzas que había puesto en "The Hateful Eight" conforme la película iba avanzando hacia, lo que parecía, la deriva más insalvable, pues está muy lejos de resultar un juego de personajes como el de "Reservoir Dogs" o de volver a crear momentos de tensión tan sobervios como la cena con Leonardo Dicaprio en "Django".

El gran grano en el culo es que Tarantino subraya todo lo visceral y se olvida de trabajar todo lo demás. Lo que antes en su cine era una de las especies, aquí es el ingrediente principal, dando un plato indigesto.

En este nuevo western, la puesta en escena y el plantel de actores son formidables; no se puede negar que Tarantino sigue conservando un gran gusto estético y una buenísima mano para diregir actores, (actuación increíble de Jennifer Jason Leigh), pero en eso se queda Quentin revisitando y tuneando el género del honor y el gatillo flojo.

El argumento me recuerda a la sosería de Jackie Brown. El enredo es simplón; la averiguación, en lugar de desmontarse por capas que vayan descubriendo a los personajes y sus intenciones, y hagan al espectador partícipe del gran juego de sospechas y culpables, se precipita reduciéndose a una detonación absurda que se queda sin mecha durante demasiado tiempo, desechando el principal potencial de este tipo de historias: los pequeños gestos, las mentirijillas, las dudosas alianzas y los giros que te hacen dudar hasta el último incluso del más bobalicón.

Además, no consigue salvarlo con sus otras bazas. Los gags, los monólogos y las replicas mordientes se repiten una y otra vez con menos ingenio, perspicacia y coherencia narrativa que nunca, creando a unos personajes de nulo calado dramático, que son puro exhibicionismo Tarantinesco, y que no consiguen ganarse ni el interés ni la simpatía del espectador. Del mismo modo, el trasfondo histórico americano se convierte en un marco infantilizado con el único proposito de dar rienda suelta a los vicios de Tarantino.

Esta forma de desenvolver el argumento, más una trama que solo aumenta el lamento, crea una película que nunca encuentra ritmo, se aletarga y se estira hasta producir hastío y hartazgo.

Por si fuera poco, la violencia es más gratutita que nunca, deja de ser una parte satisfactoria para resutar una confirmación de que Tarantino en "The Hateful Eight" ha puesto más sangre que ideas.

Al final todo resulta burdo, vanal y repetitivo. Ni historia de venganza, ni reflexión macarra sobre los problemas raciales, ni oda a la justica inmoral. Es el morbo y la verborrea con factura millonaria.

"The Hateful Eight" sigue siendo cine de Tarantino, pero del Tarantino más desatinado que sorprende con una película que lejos queda de cualquiera otra que haya filmado. Es un disparo al bosque por la simpe satisfacción de tirar, que se pierde en una trayectoria que no apuntaba a ningún blanco.
Arendar
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6
23 de enero de 2016
1 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Edward Scissorhands" es el progresivo empobrecimiento de una semilla extravagante en una gira de conocer a personajes insustanciales, de vivir situaciones de dramatismo de medio pelo en un entorno pobre, que no provoca nada, lleno de colores pasteles.

La cinta se queda tan solo en la idea, en el chico de las tijeras en lugar de manos, en el laboratorio, la mansión en ruinas y el inventor, porque una vez que salimos fuera todo se vuelve una sucesión de malentendidos engorrosos que tan solo dan metraje, pues no consiguen añadir una pizca de valor a la historia ni a los personajes.

Puede que las fantasías de Tim Burton sean potencialmente atractivas visualmente, pero aquí no consigue en ningún momento alimentar a la película de sensaciones, ni de regustar sus propios ambientes. Si su mayor singularidad es siempre la estética, ¿no debería al menos intentar narrar de una forma que la aprovechase?

Lo único que destaco de "Edward Scissorhands" son las composiciones de Danny Elfman, El resto es todo aceptable o insuficiente. Al final es una fábula que no consigue trascender en ningún aspecto.
Arendar
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7
14 de noviembre de 2015
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
La visión que Andersson tiene de la sociedad sueca y, por ende, de todas las que comparten el mismo sistema de vida, es lo más pesimista que uno se puede echar a la cara. No hay ni un rayito de luz. Los tonos son sucios, apagados, hospitalarios. Todos los personajes producen rechazo. Aspectos repugnantes, de cara pálida, pelo grasiento, ojos enrojecidos y grandes tripas. La mujer en camisón, en bata, medio desnuda o desnuda, pero sin erotismo. Pinta el sexo como un anestésico; no hay pasión ni calor ni amor, tan solo fornicación virulenta. Las conductas son pasivas, lastimeras, egoístas, ignorantes; todas despreciables.

El atasco infinito, la "locura" del poeta, el chico ahorcado, el despido, los Cristos que no se venden, personas azotándose por las calles, la niña sacrificada, la carrera de equipajes, el mago y el truco, el loco con bata, la pitonisa y la bola de cristal entre ejecutivos...Todas las situaciones muestran a una humanidad errática, bárbara, apática, supersticiosa y condenada a ser su propia víctima.

Porque parece que el mal no es nadie, que aparece de la nada y toca sitios; países, ciudades y personas. Como si fuera una plaga bíblica, cuando la verdadera plaga es el propio humano. El que huye de los estragos que provoca. El que hace daño, el que crea catástrofes y nunca se culpa a sí mismo.

Es irrepochable su valor crítico y su potencial expresivo; con la cámara fija en planos abiertos recuerda a una puesta en escena teatral. Pero hay que echarle paciencia y temple. No es fácil aguantar una hora y media siendo testigo de vidas tan deplorables, aunque, como decia el señor de la tripa, no es fácil ser humano.

Andersson cree que es el fin de toda esperanza. Demasiado derrotista para mi gusto, aunque hay que admitir que todos los males de "Canciones del segundo piso" recuerdan todas las taras de las sociedades modernas. Y da miedo.
Arendar
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