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Argentina Argentina · BsAs
Críticas de pjrf
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Críticas 7
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
6
5 de julio de 2017
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Familia y honor: dos pilares de la sociedad japonesa. Y no van separados sino que son interdependientes, se entrelazan. Así lo muestra el director de Maravillosa familia de Tokio, el ya grande Yôji Yamada, de 85 años. Este señor se encarga de cuestionar qué ocurre cuando la familia que protagoniza el film desafía la tradición en el país del sol naciente.

En la película, la abuela de una gran familia nipona detona la frágil estabilidad que los mantiene a todos unidos más allá de la regla social. Quiere divorciarse de su marido, uno desconsiderado y huraño. Los tres hijos del matrimonio, ya todos adultos e incluso alguno con niños, colapsan con la noticia y pasada la frontera de la incredulidad, deciden intervenir en la decisión de la abuela. Familia y honor; el divorcio, a pesar de legal, no está moralmente permitido, es un ultraje. Es por este motivo que se reúne la familia entera en casa a escuchar lo que la abuela tiene que decir. Sus argumentos punzantes y verdaderos, unidos a la acusación estúpida del marido de la única hija del anciano matrimonio, llevan al viejo a un fallo cardíaco. Por suerte, la novísima integrante de la familia, recién apalabrada novia del hijo rarito, es enfermera. Ella logra que acabe en susto lo que podría haber sido tragedia. Este punto de inflexión no es suficiente para que la abuela cambie de opinión: ella quiere divorciarse. Pero la joven enfermera, de nuevo, en su rol de ángel salvador, deconstruye en un momento los oxidados esquemas de un anciano al que la vida ha endurecido. Siguiendo los consejos de la chica, decide, por primera vez, expresarle un poquito de corazón a su compañera de vida, su aliada y mujer. Es esta la cuerda que obliga por dictamen anímico a la vieja a demoler la idea del divorcio.

Es una historia hermosa tristemente fracasada. Tal vez no necesariamente por la elección del director de contarla en clave cómica sino por la forma concreta que adoptó como comedia. Los gags continuos y fáciles no están a la altura de la madurez argumental del film y esto hace que todo se hunda sin supervivientes. Hay, además, todo un aire más del cine occidental que oriental que resulta decepcionante por ordinario. La película se puede ver cómodamente. Pero no trasciende, habiendo tenido por desgracia tantas papeletas.
pjrf
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6
13 de junio de 2017
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Leemos la realidad a través de símbolos. El lenguaje, sin ir más lejos, nos permite categorizar la masa de energía ante nosotros y dentro nuestro. A nivel inconsciente -ese terreno metafórico- el agua se identifica con el mundo emocional. No es de extrañar pues que los protagonistas de Las confesiones, dirigida por Roberto Andò, se pasen las casi dos horas de película nadando, mirando el mar o aflojando, por el agua de sus ojos, si entendemos quiénes son y qué es lo que tienen que hacer.

Cumbre del G8: la cúpula del Fondo Monetario Internacional se reúne en un hotel rodeado por el mar. El director, Roché, interpretado por un decidido Daniel Auteil, tiene algo que comunicarles. A la lista habitual de asistentes se le suman tres personajes que desencajan: un monje italiano, una escritora de cuentos infantiles y un músico. Nadie, ni ellos mismos, sabe qué hacen ahí. Crisis económica, son tiempos de austeridad y culpa; lo segundo sólo en las almas más claras. Se deben llevar a cabo nuevas reformas que ahogarán aún más a tantos ciudadanos europeos. Roché, el director del Fondo, abrumado por toda una vida dedicada a la jeta y a la plata, anuncia finalmente que ha invitado al monje Salus para que le confiese. La misma noche en que Salus procede, Roché aparece muerto. El italiano se convierte en primer sospechoso y se niega en rotundo a revelar las confesiones de Roché. A partir de aquí las piscinas, bañeras, lágrimas, mares y lagos de cada uno de los integrantes de la situación van saliendo a la superficie. El acto de Roché obliga así a todos a remover sus propias profundidades, en busca de un rinconcito de luz o del perdón. En busca de un lugar que habían dejado olvidado y que, si no fuera por el azar de un espejismo, nunca hubieran mirado.
pjrf
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7
21 de noviembre de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Elegir, por ejemplo, seguir caminando - los pasos de mamá. Y teorizar, por qué no, sobre mariposas amarillas. Refrescar piedras antiguas. Que la ruta de papá sea sólo una opción más, no por imposición. Porque a Yukari le gustan artistas, afinadores de pianos, pintores. Y Ryota dibuja una nueva rama en el árbol familiar, elige, sí, seguir caminando, pero de otra manera. Caminar distinto. Elige las ruedas, que son más manejables, para cambiar de rumbo, y llegar, tal vez, más lejos. O más cerca. O lo que él desee.
pjrf
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3
19 de octubre de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Montemos un grupo de danza clandestino, que "we are all in this together". De la nada y sin demasiado interés por ninguno de los miembros surge la compañía. La madre de Afshin decide desaparecer del film sin aportar explicación alguna. Irán es un concepto sobre el que se supone fundamenta la película; lo único que hay de Irán son los dos planos de la ciudad y la excusa del contexto -que podrían haber exprimido tantísimo más-, ni el idioma de la película ni nadie en el equipo técnico o el reparto tienen relación alguna con el país de Oriente Medio.

Diálogos simples y superficiales que recuerdan a blockbusters americanos. Fallos importantes de guión que reducen una idea que tristemente podría haber sido una muy bella realización a una película cualquiera. No era necesario europeizar Irán; todo se siente falso. El papel de la policía moral es de risa. Lo único que se salvan son las dos coreografías y media, estropeadas también por ciertos innecesarios juegos de plano/contraplano con el espectador. Eso y la mágica Freida Pinto.
pjrf
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8
17 de mayo de 2015
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Y la abuela -la no lechuza- dijo que ni en su coche ni en su casa se llora. Los sentimientos, las emociones, se guardan en frascos. Niño, no llores, que los niños no deberían estar tristes/vivir su tristeza. Pero cuando ríen nadie los reprime, nadie los cuestiona. Ningún sentimiento se debe embotellar: esta es la valiosa enseñanza de una película para todos los niños, también los de los adultos que se alejaron y olvidaron del suyo.
pjrf
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