Encaro esta crítica desde el punto de vista que da el haber pertenecido al equipo que la parió. Sí, porque esta película alemana, se coció a fuego muy lento en los desaparecidos estudios Alfonso Productions de Madrid, poniendo por nuestra parte mucha carne en el asador para que no quedara del todo mal. Pero los alemanes, ¡tan listos y trabajadores ellos!, se lucieron con un trabajo indecente de edición y, sobre todo, una pesadilla de montaje; y este "lucimiento teutón" hizo que todo el equipo de sufridos españolitos se quedara con tal cara de tonto al ver el resultado, que a duras penas pudimos sostenernos las quijadas en su sitio. Una pena, porque aunque el guion fuera tan manido y maniqueo como pobre y los personajes una burda copia de la factoría de papá Disney, nos hacía ilusión demostrar que aquí también se podía hacer animación tradicional con una factura más que digna. ¡Lástima! No pudo ser...

... a mí me hizo gracia. Y reconozco que la película es una soberana estupidez, pero a mí me hizo gracia. Admito que el personaje que hace de mono (¿Chakka?) y que se intenta zumbar a toda costa a la "prota", es fusilable, pero, ya veis, me hizo gracia. Doy por sentado que Will Ferrel es un actor con registros muy limitados: lucir tipo-tren con bermudas y botas de explorador con calcetines y hacer gala de unos de los desnudos masculinos más incómodos de la historia del cine, no tendría que bastar para sustentar toda una película, pero, ¿qué queréis? a mí me hizo gracia. La historia es absurda y los personajes no alcanzarán un lugar el el Olimpo del Cineasta, lo sé... No obstante, ¡me hizo gracia! Porque el cine, muy en contra de lo que algunos pretenden, no es sólo otra forma de arte; también es divertimento y evasión. Y esta peliculeja, infame y sin sentido, sucia y carente de trascendencia, me saca de las profundidades del pensamiento intenso, del letargo del erudito a tiempo total y de la incomodidad de esa impostura intelectual que tanto lastra a algunos... ¡Pienso, luego me río! (¿o es al revés?) Eso es todo lo que necesito.

(Recomiendo que prestéis atención a la lucha con el tyranosaurus rex y reparéis en el impecable salto de pértiga del protagonista.)

Me senté esperanzado a ver esta película pero mis expectativas se me fueron esfumando a medida que me adentraba en su historia. La trama, básicamente, gira en torno al robo de unos jamones y de las dificultades con las que se encuentran los afectados para que el seguro les cubra las pérdidas. Hasta aquí, todo más o menos normal. Lo malo es el aderezo: una sucesión de gracietas sin sentido que se valen del "caca-culo-pedo" como esencia, giros locales, reflexiones etílicas tan ridículas como inentendibles, y secuencias escatológicas gratuitas que hacen que te levantes de la butaca en busca de aire limpio que respirar. Uno de los puntales de esta "cinta" es la desenvoltura de su protagonista y su buen hacer ante la cámara pero, si uno se ocupa durante una hora y pico de hacer de uno mismo, muy negado ha de ser para que no clave la interpretación. En cuanto a la dirección, pues nada de nada... Algún plano bonito y poco más.
El único buen momento que consiguió que me reconciliara con el cine, fue cuando apareció el fondo negro del final y pude dar por terminado semejante engendro. ¡Bravo, Paco León! Si el Luisma levantara la cabeza...

Sólo por poder escuchar la música de Joe Hisaishi, ya merece la pena. Luego, a pesar de su crudeza, la película es pura poesía: la supervivencia a través del nokan o el ritual del buen morir y la nueva relación del protagonista con lo irremediable... Pero la sonrisa se sabe imponer a veces a lo tremendo y la lágrima surge desde la hondura, desde la sensibilidad más limpia, no por lo terrible del acontecimiento ni por el miedo que la muerte infunde. El nuevo "nokanshi" tendrá que enfrentarse primero a los vivos y luchar contra el rechazo y la repulsión; luego, a los muertos, que le aguardan calladamente... No es plato de gusto para el músico, pero consigue sobreponerse. Entonces, poco a poco, descubre la verdad, y la ternura y la delicadeza le van poniendo el en camino de acometer su tarea... ¡Maravillosa película!

Recuerdo el trabajo de campo en la elaboración de los fondos de esta película, porque yo fui uno de los sufridos trabajadores españoles que colaboraron en la producción. No diré más que fue un infierno. Trabajar a las órdenes de uno de los grandes de este mundillo (Marcos Mateu fue el director de arte) fue sumamente duro. Pero centrémonos en el resultado y olvidémonos de los entresijos.

Aunque estéticamente tiene una factura interesante (qué voy a decir yo, ¿verdad?) el planteamiento es terriblemente aburrido. No se pronuncian más que unas pocas palabras y ya están todos los personajes liados con otra tanda furibunda de saltos y volatines a ritmo de tarantella... De sobra es sabido que la mayor parte de las producciones animadas están llenas de tópicos y, sobre todo, son tremendamente maniqueas (con la honrosa excepción de las del maestro Miyazaki y pocas más). Pues bien, ésta no es una de esas excepciones. Todo acaba oliendo a copia, a refrito predigerido. Y ésta no es, precisamente, una buena cosa, sobre todo cuando se trata de una película que habla de la "historia de la pizza". A pesar de todo, recomiendo que la echéis un vistazo para ver los ambientes, el color y los efectos. ¡Pero quitad el sonido, insensatos, si no queréis sufrir las consecuencias del golpe brutal en vuestros oídos y cerebelo de varios festivales de San Remo ( y alguno de Benidorm) concentrados en muy pocos minutos! No hay mucha gente que sea capaz de aguantar semejante tormento.

No sé quién fue este personaje -reconozco mi ignorancia- pero supongo que, a la vista de la cantidad de restaurantes con el nombre de Totó Sapore repartidos por ahí, debe de ser una figura importante relacionada con la gastronomía italiana. Y ha de ser así y no al contrario, porque, sinceramente, dudo mucho que fuera esta película la que inspirara a algunos empresarios del ramo para bautizar sus negocios. ¡Ya me habría gustado a mí que hubiera sido al contrario! No sé, a lo mejor -¿quién sabe?- habríamos podido engancharnos en la producción de una segunda entrega. Asumiendo, eso sí, el riesgo de que el público sufriera una grave indigestión.