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Críticas de Juan Marey
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Críticas 638
Críticas ordenadas por utilidad
8
2 de noviembre de 2014
13 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vida y andanzas del compositor y cantante popular Woody Guthrie, el padre de todos los cantautores protesta, brillantemente interpretado por David Carradine.

Woody Guthrie (1912-1967) fue un prolífico trovador estadounidense de herencia rural, conocido por sus ideas afiliadas al socialismo y su identificación con la gente común, los pobres y los oprimidos, o, puesto en contexto, con las víctimas de la Depression que asoló los EEUU tras el crack bursátil de 1929; autor de imborrables himnos como “This land is your land” o “Pastures of Plenty”, se puede hablar de Guthrie como el padre espiritual del movimiento folk que a mediados de los cincuenta empezó a cobrar fuerza en el panorama cultural norteamericano. Además de su importante repertorio musical, Guthrie también nos legó un libro autobiográfico, Bound for Glory, publicado en 1943 y en el que, mediante el vitalista dibujo de diversas de las experiencias que jalonan su trayectoria, imprime con inteligencia y mucho sentimiento su ideología y reflexiones sobre el periodo y lugar concretos en los que le tocó vivir. Precisamente esa autobiografía da título (original) a la película.

El film no parece de los 70 (aunque tiene mucho de road movie), sino de los 40 o incluso de finales de los 30, casi de la época que retrata, la Gran Depresión en Estados Unidos. Es una película sobre la verdadera América y sobre su música popular, que comprende su belleza y el poder para conmover, alegrar o ayudar a la gente, todo el film desborda humanidad y veracidad, con esas imágenes de las familias de América durante la “Gran depresión, la América de los campamentos de trabajadores y del nacimiento de los sindicatos, pero en ningún momento Ashby glorifica, ni oculta la mezquindad ni las contradicciones (Guthrie tomará un tren por primera vez con una mezcla de ingenuidad y sentido aventurero y lo primero que se encontrará será reyertas a navajazos, robos y aspereza, muy lejos de la idílica imagen que se había formado), no cae en la loa estúpida del pobre pero feliz, sino que lo convierte en una mirada que comparte por igual rabia, orgullo y miseria. Un film íntegro y emocionante.
Juan Marey
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8
6 de abril de 2014
13 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Asistir al debut de Spencer Tracy y prácticamente de Humphrey Bogart en 1930 de la mano de John Ford es una auténtica gozada. Cine imposible de encasillar como simple comedia porque John Ford se salta los géneros alegremente en esta historia de gangsters que acaban reuniéndose en un presidio sureño, como digo, 1930, así que el sonido es todavía primario, la música bastante rústica, pero la cosa va a todo ritmo y el Ford de 36 años se luce a la hora de narrar historias personales entrañables, es un gran observador, amante de detalles para otros sin importancia, una suma de factores que altera para bien un guión que en el fondo es bastante corriente. Cine ante todo de hombres, de camaradería, de amistad, con unas buenas dosis de humor y de retranca.

Spencer Tracy debuta pues con 30 años, hombre cotizado del teatro, Tracy había hecho pruebas para la Metro, Universal y la Warner, pero le habían dado calabazas, John Ford insistió ante la Fox y, luego de ver el resultado, el estudio le ofreció un contrato de cinco años, estuvo tan convincente Spencer Tracy en “Río arriba” que luego, en sus inicios, le caían con frecuencia papeles de gangster. Bogart era un año mayor que Tracy, 31 años, y sólo tenía en su haber un cortometraje, poco tardaría la Warner en contratarlo por 550 $ semanales y ponerlo a trabajar a destajo en docenas de películas. Warren Hymer hace su consabido papel de iletrado patoso, como contrapunto de Spencer Tracy, este actor, muy popular entonces, era en realidad diplomado por la universidad de Yale, tenía muchos problemas con el alcohol y más de una vez se había caído redondo en medio de una frase en pleno rodaje, cuando perdía la paciencia era terrible, como colofón de una bronca fenomenal con Harry Cohn, el patrón de la Columbia, le orinó en el despacho, el gesto le costó muy caro y apenas volvió a trabajar, Warren Hymer falleció a los 42 años.

En “Río arriba” John Ford les saca chispas a todos, incluido a Bond, Ward Bond. Por cierto, no os perdáis la inesperada versión del tradicional “Saint Louis Blues” que popularizó sobre todo Louis Armstrong, en versión musical carcelaria aquí.
Juan Marey
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9
7 de julio de 2019
14 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si hay una película que representa el espíritu de las fiestas navideñas, esa es seguramente uno de los títulos más célebres de la rica filmografía del maestro Frank Capra: “¡Qué bello es vivir!”. Sin embargo, durante estas fechas también es usual que las distintas cadenas de televisión emitan alguna de las múltiples adaptaciones cinematográficas de “Cuento de Navidad”, una de las mejores y más populares obras de uno de mis autores favoritos: el gran Charles Dickens. Publicada en el año 1843, esta pequeña novela nos relata la historia de Ebenezer Scrooge, un hombre avaro y egoísta que experimenta una profunda transformación tras la visita de tres fantasmas (pasado, presente y futuro) en Nochebuena. La novela corta consiguió un éxito inmediato y el aplauso de la crítica; a ello contribuyó el perfecto retrato de su personaje y la sincera hermosura de su mensaje.

De ese precioso relato se han hecho múltiples versiones cinematográficas, a mi particularmente, ésta de la que hoy os hablo, es la versión que más me gusta. Su director es el irlandés Brian Desmond Hurst, del que se dice que es uno de los directores más prolíficos del cine en Irlanda durante el siglo XX, también fue amigo personal de John Ford al que asesoró durante el rodaje en Irlanda de “El hombre tranquilo” (1952). En cuanto a los conocidos personajes de la novela, creo que el escocés Alastair Sim, -leyenda en Inglaterra pero no muy conocido fuera de las Islas (aunque es prueba de su grandeza que un tótem del Séptimo Arte como Alec Guiness lo considerara su maestro) y además famoso en el Reino Unido por interpretar un personaje femenino, Miss Fritton, en la exitosa comedia “The Belles of St. Trinian's” (1954) - es un Ebenezer Scrooge perfecto, es decir, un egoísta, tacaño, avaro, solitario e inaguantable y cascarrabias viejo al que la vida -o mejor dicho, la muerte- concede una segunda oportunidad para cambiar su futuro.

Técnicamente es una delicia, la ambientación recreando el Londres victoriano está llena de realismo. La puesta en escena cautiva, la música que acompaña durante casi toda la película no cansa ni estorba y los efectos especiales están realmente bien logrados. Muy recomendable, una versión del clásico entrañable y emotiva, todo un canto a la vida, ¡todo un canto a vivir y a disfrutar de la Vida!
Juan Marey
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7
8 de abril de 2012
14 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película muestra la guerra de trincheras entre republicanos y nacionales en una posición conocida como "la sartén" por su propensión a hacer saltar las chispas. Pero Lazaga no nos narra un simple episodio bélico, sino que se aproxima a la guerra de un modo mucho más intimista. Los ejemplos de heroísmo o incluso el elogio del "militarismo" están ausentes o bien aparecen envueltos por tonos de humor ("¡Ánimo muchachos, que son pocos y además no hablan en español!"). Por cierto, parece ser que Berlanga se inspiró en esta película para hacer La Vaquilla.

Seguramente una de las mejores películas de cine bélico español de todos los tiempos, con una fotografía de Cecilio Paniagua absolutamente deslumbrante y un reparto espléndido (Manuel Zarzo y Luis Marín -fantásticos- al lado de Antonio Ferrandis, Tomás Blanco, Manuel Tejada (en unas de sus primeras apariciones) y Manuel Manzaneque, todos ellos sensacionales), la película es una lección de emocionante y buen cine.
Juan Marey
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8
25 de septiembre de 2016
13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
1953 fue un año prolijo para Rovira Beleta. Ese año dirige “Hay un camino a la derecha”, la primera de sus tres películas en las que la delincuencia aparece como personaje principal (las otras son de 1956 y 1961). Éste fue su primer gran éxito, el público y la crítica aplaudieron la película que cuenta con un espléndido Paco Rabal como Miguel, el protagonista abocado a la perdición, un Paco Rabal de rostro casi adolescente (contaba, a la sazón, 27 años) que ganaría en San Sebastián el premio a mejor actor, al igual que su compañera de reparto Julia Martínez (entonces Julita), la abnegada Inés que se afana en subsanar con su ternura y empeño de madre de familia los arrebatos del impetuoso marido.

La película es una mezcla de elegancia y sencillez, valga la paradoja: la sencillez de centrar su interés en personajes de extracción popular, de rodar en las calles de Barcelona; la elegancia de un director que supo darle a su trabajo, pese a la modestia de la producción, un toque que poco o nada tenía que envidiar al cine de Hollywood.

Nos encontramos ante una mezcla entre cierto documentalismo social de corte neorrealista y la temática negra o criminal (en cierto modo, algo similar a lo que se apuntaba en "Surcos", de Nieves Conde), lográndose un acertado retrato de ambientes y personajes populares de la Barcelona de la época. Las localizaciones tienen una importancia mayúscula, reduciéndose al puerto y los barrios del Raval y Somorrostro, todos ellos magníficamente captados por una cámara frecuentemente elevada, que filma desde los balcones amplias panorámicas de las callejuelas bulliciosas (en el Raval), o documenta el ajetreo del puerto y la miseria de las chabolas (en Somorrostro). También debe destacarse el hábil empleo que hace Rovira Beleta de la escalera interior de la casa que habitan los protagonistas, presentada así como lugar de encuentro entre todos los personajes y realidades del barrio. De este modo, bajo el envoltorio de un drama criminal, asoma un eficaz análisis de ciertas zonas y colectivos de Barcelona, que lejos de presentarse bajo el estigma del delito, aparecen retratados con naturalidad y cierto rigor documental.

Una muy interesante película, quizás su principal “hándicap” es el exceso de una más que discutible moralina conformista, expuesta a través de una innecesaria voz en off que enmarca el relato, pero ello no impide que sus imágenes posean una notable fuerza, en una formulación bastante sofisticada para los parámetros del cine español de la época.
Juan Marey
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