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Voto de Juan Marey:
8
Cine negro. Drama A su llegada a Barcelona, Miguel es despedido de su trabajo de marinero y los problemas financieros con los que se tendrá que enfrentar a partir de ese momento harán que poco a poco se introduzca en el mundo de la delincuencia. El poco dinero que hasta entonces había conseguido reunir Inés, su esposa, gracias a su duro trabajo, será dilapidado rápidamente por él... (FILMAFFINITY)
25 de septiembre de 2016
13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
1953 fue un año prolijo para Rovira Beleta. Ese año dirige “Hay un camino a la derecha”, la primera de sus tres películas en las que la delincuencia aparece como personaje principal (las otras son de 1956 y 1961). Éste fue su primer gran éxito, el público y la crítica aplaudieron la película que cuenta con un espléndido Paco Rabal como Miguel, el protagonista abocado a la perdición, un Paco Rabal de rostro casi adolescente (contaba, a la sazón, 27 años) que ganaría en San Sebastián el premio a mejor actor, al igual que su compañera de reparto Julia Martínez (entonces Julita), la abnegada Inés que se afana en subsanar con su ternura y empeño de madre de familia los arrebatos del impetuoso marido.

La película es una mezcla de elegancia y sencillez, valga la paradoja: la sencillez de centrar su interés en personajes de extracción popular, de rodar en las calles de Barcelona; la elegancia de un director que supo darle a su trabajo, pese a la modestia de la producción, un toque que poco o nada tenía que envidiar al cine de Hollywood.

Nos encontramos ante una mezcla entre cierto documentalismo social de corte neorrealista y la temática negra o criminal (en cierto modo, algo similar a lo que se apuntaba en "Surcos", de Nieves Conde), lográndose un acertado retrato de ambientes y personajes populares de la Barcelona de la época. Las localizaciones tienen una importancia mayúscula, reduciéndose al puerto y los barrios del Raval y Somorrostro, todos ellos magníficamente captados por una cámara frecuentemente elevada, que filma desde los balcones amplias panorámicas de las callejuelas bulliciosas (en el Raval), o documenta el ajetreo del puerto y la miseria de las chabolas (en Somorrostro). También debe destacarse el hábil empleo que hace Rovira Beleta de la escalera interior de la casa que habitan los protagonistas, presentada así como lugar de encuentro entre todos los personajes y realidades del barrio. De este modo, bajo el envoltorio de un drama criminal, asoma un eficaz análisis de ciertas zonas y colectivos de Barcelona, que lejos de presentarse bajo el estigma del delito, aparecen retratados con naturalidad y cierto rigor documental.

Una muy interesante película, quizás su principal “hándicap” es el exceso de una más que discutible moralina conformista, expuesta a través de una innecesaria voz en off que enmarca el relato, pero ello no impide que sus imágenes posean una notable fuerza, en una formulación bastante sofisticada para los parámetros del cine español de la época.
Juan Marey
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