Cualquier persona puede echar la vista atrás para recordar cuando era niño. Incluso rememorar la inocencia de antaño, que se perdió en algún lugar en el camino hacia la madurez. Una de las cosas que a todos nos pasaba cuando éramos pequeño es que el tiempo pasaba tremendamente lento. Una tarde sin nada a lo que jugar parecía durar eternamente. Los veranos eran larguísimos. Y cuando deseábamos algo parecía que no iba a llegar nunca. Quien más y quien menos deseó en alguna ocasión ser mayor, para poder hacer aquello que nos estaba prohibido, o simplemente para hacer lo que quisiésemos. Ahora ya somos adultos, pero, ¿qué hubiese pasado si nuestra voluntad se hubiese convertido en realidad en ese momento?

Juzgar hoy en día una película como Shrek es algo complejo. En el cine de animación hemos vivido un desarrollo en los últimos años sin igual, donde cada una de las películas de Pixar (la compañía rival de Dreamworks) han ido poniendo el listón cada vez más alto, no solo en la calidad de la animación, si no también en la profundidad de los guiones. Es tentador comparar este filme con producciones como Buscando a Nemo, Wall-E o la reciente UP, sin embargo, a pesar de que se engloben todas estas películas en el mismo género llamado “animación”, en realidad ponerlas al mismo nivel para juzgarlas sería como hacerlo, por ejemplo, con una cinta de cine bélico y otra de comedia romántica. Sí, las dos están rodadas con actores reales y con equipos similares de grabación, pero cada una está enfocada para un público distinto.

Shrek es un ogro que tiene una vida tranquila y feliz en una solitaria ciénaga. Debido a su aspecto no tiene problemas para mantenerse así, ya que todos le temen y piensan que es una bestia terrible. Sin embargo, el sosiego se ve un día perturbado cuando, en un reino cercano, el nuevo regente decide expulsar a todas las criaturas fantásticas de sus dominios, las cuales deciden acampar en sus terrenos, sin otro lugar a donde ir. Shrek, que no está dispuesto a sacrificar su tranquilidad, se embarca en una cruzada para echar a sus nuevos vecinos y recuperar su soledad. Pero al final las cosas no salen tal y como pretendía.

Lo primero que se debe señalar es que nos encontramos ante una película de humor, donde se aprovechan las historias de los cuentos clásicos y sus personajes, siempre desde un punto de vista cómico, en una sucesión de escenas y gags que hacen reír a cualquiera. No se puede pedir profundidad de guión a un filme planteado con ese esquema, así que cumple su papel sobradamente. Bien es cierto que muchas de las veces el metraje llega a un extremo tan sumamente inundado de clichés del cual es difícil abstraerse, y no se puede negar que es irritante en algunos momentos el uso de temas musicales sumamente trillados. Pero teniendo en cuenta que fue una película pionera en este tipo de uso tramposo de recursos, y pensando en el público hacia el que está dirigido, se le perdonan estos detalles.

En definitiva, es evidente el efecto inspirador que ha provocado esta producción en tantas otras películas que han venido después. Muchos han intentado copiar el estilo, en vistas de su éxito, pero ningún filme, ni por supuesto las secuelas de esta saga, han conseguido mantener la frescura y ese punto de humor que en su día aportó Shrek, y que aún hoy hace que sea una comedia de animación imprescindible para cualquiera que le guste el género.

Si se menciona la historia real de un atracador de bancos en los años treinta, y a un misterioso y hábil agente del FBI que intenta atraparle, vienen a la mente bastantes ejemplos, tanto cinematográficos como literarios. Sin embargo, si a esto se le añade un presupuesto alto, la dirección de Michael Mann y las actuaciones de Johnny Depp y Christian Bale, las expectativas crecen bastante. Pero por desgracia en este caso, nada más lejos de la realidad.

El principal problema del filme, sin duda, gira en torno a sus dos protagonistas. Dos actores muy de moda en estos momentos en Hollywood, que nos ofrecen en este trabajo su peor versión. Depp ha sido criticado en varias ocasiones por su incapacidad de salirse de ciertos papeles establecidos, que parecían hechos a su medida. Y sin duda, su actuación como John Dillinger no consigue despejar dichas dudas, si no más bien acentuarlas. El personaje en ningún momento inspira sensación de realismo. Y más que con un villano inteligente y despiadado, parece que nos encontremos con un indolente ejecutivo amargado. Christian Bale, como siempre, muestra una actuación más que discreta, con un repertorio de gestos muy limitado, e intentando hacer a su personaje más misterioso con una actitud indolente y carente de interpretación. Lo que bien podría ser un personaje memorable, a la altura del encargado de atrapar a uno de los criminales más importantes de su época, no pasa por ser un pelele que muestra cualidades de buen tirador y una cuestionable inteligencia.

La larga duración de la película, y el encorsetamiento tan exagerado a la historia real en la que está basada, lastran aún más las nefastas actuaciones antes mencionadas, y hacen que cada uno de los minutos se hagan interminables. No se puede negar que la actuación de algún secundario es bastante correcta, sin embargo, una vez más, se ven empañadas por todo lo que le rodea, y por sobreactuaciones concretas de algunos de dichos secundarios.

En definitiva, una película bastante discreta, y muy poco recomendable. Una verdadera decepción vistas las expectativas creadas.

Existe, desde hace ya bastante tiempo, un debate sobre la capacidad de renovación del cine. Muchos tienen la sensación de que está estancado y que no hay nuevas ideas. Otros, entre los que yo me incluyo, opinamos que lo que está algo estancada es la capacidad de crear historias que usen los recursos de los que se disponen hoy en día, y no al revés. Y es que es muy habitual, desde que el ordenador ha conseguido mostrar en pantalla cualquier cosa, el abuso de esta tecnología para hacer filmes visualmente atractivos, pero que ven relegado al segundo plano el uso del guión y la trama, perdiendo parte del encanto que poseían las películas más antiguas que tenían que limitarse a esbozar en todo caso, y que no necesitaban estos artificios para crear auténticas obras de arte. Aún así, todos los años se producen un buen puñado de películas de gran calidad, el problema es que el público en general se mueve hacia el cine que precisamente critica. Y en ese tipo de cine más popular nos encontramos a Distrito 9.

El principio del filme es francamente desconcertante y descorazonador. Una serie de escenas se suceden, mostrando una realización de estilo documental. En ella esbozan las explicaciones de la llegada de los extraterrestres a la Tierra, el desconcierto inicial y la solución que se adopta para acoger a los visitantes. Todos estos detalles son contados de forma bastante inconexa por una serie de individuos que son entrevistados por el reportero, con bastante poca fortuna. El aburrimiento y el tedio son altos, y muchas veces dan ganas de coger al cámara y darle un curso acelerado de rodaje, o al menos ejecutarle para que deje de sufrir. Por suerte no todo el metraje está rodado de esta forma.

Esta es una película que, si te tomas el argumento en serio, puedes acabar echando pestes cuando llegan los créditos. Desde el comienzo, donde el superior de los protagonistas hace el cliché de malo malvado (papel que no abandona en ningún momento), o donde lo que va a ocurrir se ve venir de forma demasiado descarada, ya te puedes hacer a la idea de lo que te vas a encontrar.

Sin embargo, como parodia del envejecimiento de chicos duros, y sobre todo como una comedia espacial, la película entretiene de principio a fin.

Está claro que en la realidad no se habrían dado la mayoría de situaciones que vemos en el filme, pero quien diga que no se lo ha pasado en grande con una gran sonrisa en su cara de principio a fin seguramente mienta.