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Críticas de Luis Guillermo Cardona
Críticas 3.333
Críticas ordenadas por utilidad
7
2 de enero de 2011
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jane Hudson, es ya una mujer madura cuando ha logrado reunir el dinero suficiente para realizar su soñado viaje a la romántica Venecia. Sigue soltera, y ha decidido hacer sola este viaje, porque le gusta conservar su independencia. Se hospeda en el hotel Fiorini, donde se hará amiga de la propietaria, y pronto sale a recorrer aquella singular y poética ciudad en la que abundan los enamorados que pasean en góndola por los canales. Tras hacer amistad con los simpáticos esposos McIlhenny, y con Mauro, un recursivo chaval vendedor de baratijas, miss Hudson conocerá al vendedor de antigüedades Renato di Rossi… y comenzará así un despertar de sentimientos y emociones que la harán ver los colores del cielo que aún no había visto, y le permitirán maravillarse con aquella magia que, entonces, transforma a la cálida Venecia.

David Lean vuelve a jugársela con un tema que ya había forjado una de sus más encantadoras y románticas películas: “Breve encuentro”. Y otra vez se ocupa del amor entre seres ya maduros que aún conservan en sus corazones el hálito del enamoramiento. Éste, como aquél, es un filme para mayores, quiero decir, para aquellos que tienen grandes aspiraciones respecto del amor y, contra toda debilidad, saben volver al cauce del equilibrio y el auto-respeto. Porque, el mayor alcance de la libertad es elegir la dirección correcta aunque ésta vaya en contra de mis propias ansiedades.

Katharine Hepburn recrea a un mujer colmada de ilusiones y esperanzas, pero dispuesta a ser ella misma en su más plena esencia. Y Rossano Brazzi es el hombre que vuelve a creer en el amor, sin comprender que ha dado inicio a un nuevo proceso sin haber concluido el que ya tiene iniciado.

La película está basada en la obra de Arthur Laurents que Shirley Booth representara en los escenarios, pero Lean y Bates han hecho un guión bastante personal, limando debilidades y fortaleciendo el encanto de esa mujer que vino a Venecia con la esperanza de alcanzar el cielo y, con su gracia, consigue acariciar a una estrella.

Es este un filme que recomiendo a todas aquellas mujeres que –ilusamente- ven, en su relación con un hombre casado, una seria posibilidad de encontrar su propia felicidad.

Título para Latinoamérica: “LOCURA DE VERANO”
Luis Guillermo Cardona
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9
23 de noviembre de 2010
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entre las cosas que pertenecían a la First National, cuando la Warner la compró, en 1929, había un guion basado en la novela de, Rafael Sabatini, “El Halcón del Mar”. Después de reescribirlo al menos un par de veces, y cuando de la novela de, Sabatini, no quedaba más que el nombre, dicho guion le fue entregado a, Howard Koch, para que lo retocara, y éste, al estar escribiendo, en 1939 -pleno inicio de la II Guerra Mundial-, consiguió, creo yo, algo más original que permite ver la historia desde dos perspectivas: La primera, como un acercamiento semi-ficticio a los ataques que, por allá por 1580, realizara el corsario inglés, Francis Drake (en el filme llamado, Geoffrey Thorpe), contra las colonias españolas en América y contra los exacerbados intereses del rey Felipe II, quien, como su padre Carlos I, ansiaba con locura el dominio de todo el planeta tierra. Con todo, el resultado pretendido por Koch, de dejar un pronunciamiento anti-fascista y anticolonialista… que toca, inevitablemente, a la triunfante Inglaterra de la película, se cumple a cabalidad… aunque sea en boca de la misma, Elizabeth I, que se haya puesto el discurso.

La segunda perspectiva, nos lleva a una visión soterrada de lo que ocurría en la historia actual: el también megalómano, Adolf Hitler, estaba ansiando, como Felipe II, apoderarse del mundo. Ese excelente plano al inicio del filme, con la silueta del rey sobre el mapamundi clamando su afán de poder, es bien significativo. Después, Inglaterra (entre otros países) se opondría a sus intereses… y el resto ya es historia.

Con un, amén, a todo esto, sin duda lo más relevante de este gran clásico de, Michael Curtiz, es la aventura, en la que la acción es rodada con grandes medios técnicos y con la habitual creatividad del gran maestro húngaro. La fotografía de, Sol Polito, es esplendorosa y de enorme calidad pictórica, y la composición de planos en las escenas de combate resulta ejemplarizante. A esto, añádase la majestuosa partitura de, Erich Wolfgang Korngold y la atinada presencia de todo el reparto -en donde sólo se extraña la siempre grata presencia de Olivia de Havilland-, y se tiene al alcance un filme de alta calidad y de placenteras aventuras.

Errol Flynn, se reafirma en el solio de los grandes héroes del cine de aventuras, y pese a sus continuas peleas con el director que prácticamente lo había hecho estrella, logra dar a su personaje suficiente entrega y notable encanto. Flora Robson, a quien se llamó, en vista de que se tuvo que descartar a, Bette Davis, porque su rol no era protagónico, consigue una Isabel I llena de gracia y picardía que complementa cálidamente las hazañas de su querido corsario Thorpe. Faltó, quizás, un contrincante un poco más aguerrido, pero, el filme tiene encanto a borbotones y uno se la pasa, muy gratamente, viendo como los reyes se pelean por lo que JAMÁS podrán poseer.

Título para Latinoamérica: <<EL HALCÓN DE LOS MARES>>
Luis Guillermo Cardona
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7
22 de septiembre de 2010
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
A menos que uno sea un verdadero “catrasca” o uno de aquellos apesadumbrados individuos que piensan de sí mismos que son unos imbéciles o unos buenos para nada, no debe resultar muy placentero despertarse un día sin saber el propio nombre, donde se vive, que edad se tiene, y ni siquiera quien te quiere… o quien te odia. A esto se le llama Amnesia, pérdida de la memoria que se sufre a consecuencia de un trastorno psíquico o de una lesión cerebral, y es lo que padece George Taylor, el hombre que, en 1942, durante la 2a Guerra Mundial, se encuentra en el hospital naval y tendrá que ser licenciado cuando consigue que se le dé de alta.

Lo que se aviene entonces, es la búsqueda de sí mismo, y la única pista que Taylor tiene para iniciar este proceso es una nota de un hombre llamado Larry Cravat donde dice que ha depositado en un banco, a nombre suyo, la suma de cinco mil dólares. Esto lo llevará a conocer a Christy Smith, una chica que le abrirá las puertas de su casa y luego las de su corazón. A Mel Phillips, el amigo de Christy, bien interesado en participar de la búsqueda de un botín de dos millones de dólares que tiene más pretendientes que la linda Anne Hathaway. Y, entre otros, al inspector Kendall, un sabueso al que no se le escapa una y dispuesto a la verdad absoluta antes de meter en la cárcel al primer “georgepechoso” que se ponga en su camino.

El filme es una atinada incursión del polifácetico director Joseph L. Mankiewicz en el Cine Negro y nos introduce en un laberinto, certeramente trazado, donde un puñado de personajes entra y sale de escena dejando, cada vez, una nueva intriga y un nuevo embrollo que agita nuestro raciocinio permanentemente. Los diálogos son fluidos, elegantes y se entrelazan con la aventura abogando para que, como espectadores, hagamos nuestro propio esfuerzo para desenmarañar el conflicto.

Aunque se toma un tiempecito para involucrarse en su rol como es debido, John Hodiak cumple como el amnésico sabueso quien no se rinde ante los peligros que lo acechan. Y Nancy Guild, Richard Conte y Lloyd Nolan, le hacen una buena segunda en este filme que consolida la presencia en el séptimo arte de un director que se haría acreedor a merecidísimos laureles y por el cual siento una honda estima.

Y no olviden el consejo de los celebérrimos Mankiewicz-Confucio: “Si algo huele mal, límpiate bien la nariz, o mejor, hazte a nuevos amigos".
Luis Guillermo Cardona
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7
28 de julio de 2010
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras un fuerte torrencial, en un barrio de clase media se produjo una inundación de tales proporciones, que la corriente arrastró consigo a decenas de personas que ahora luchaban para no ahogarse. Un helicóptero llegó entonces con el propósito de rescatarlas y media docena de ellas se aferraron a una cuerda que colgaba de la nave. El piloto les gritó que la cuerda no soportaría tanto peso y que era necesario que, al menos una persona se soltase, si querían que los demás subieran.

Todos se miraron entre sí, como esperando que otro fuera el generoso... y nadie tomaba la iniciativa. La única mujer aferrada a la cuerda, una psicóloga, habló entonces con voz muy dulce, de esta manera: “Las mujeres estamos acostumbradas a dejar en segundo término nuestros intereses: Como hijas, nos sacrificamos por nuestros padres; como esposas, nos desvelamos para cuidar a nuestros maridos; como madres, nos quitamos la comida de la boca para dársela a nuestros hijos; como profesionales, muchos de nuestros logros se los atribuyen los hombres; y como mujer -concluyó levantando la mirada al cielo-, sacrificar nuestra vida por la de los demás lo vemos como un privilegio. Seré entonces yo quien me suelte”.

-¡No lo haga! –Exclamaron conmovidos los hombres e irrumpieron en aplausos… y claro, de inmediato todos cayeron al agua, mientras la psicóloga ascendió libremente hasta llegar al helicóptero.

Las mujeres, hay que tenerlo muy claro, pueden ser humildes, modestas y a ratos tontas, pero cuando de veras quieren salirse con la suya… ¡Cuidaos de sus argucias!, ¡No hay hombre que las supere!

“UN ESPÍRITU BURLÓN” nos ilustra a tres ejemplares femeninos de esta índole. La primera, Madame Arcati, es una alocada médium, ya entradita en años, pero quien conserva intacta la alegría por la vida y en pleno vuelo sus afanes de superación. Ruth, es la segunda esposa de Charles Condomine, una belleza clásica con muchas sospechas sobre la cordura de su marido. Y Elvira, es la ex que regresa del plano astral, con deseos y planes para recuperar lo que “es suyo”.

Ver en acción a estas tres damas, no deja muy bien parado nuestro “sexo fuerte” y, para colmo, el Rex Harrison que les pusieron de galán, no nos hace ¡pero para nada!, favor alguno. Los nubarrones que se van formando en el horizonte lo envuelven entre sus humos y todo resulta, con aroma a rosas, para beneplácito de las féminas.

Pese a su encanto visual, y a los aciertos de la trama, me parece no obstante, que la película pierde peso porque excasea la agudeza en los diálogos y le sobra aceleramiento en los mismos; son pocas las situaciones donde el ingenio brille con su presencia; y a las damas –y más aún al caballero- les faltó donaire para generar comicidad.

En definitiva, una entretenida comedia para un modesto disfrute.

Título para Latinoamérica “UN ESPECTRO TRAVIESO"
Luis Guillermo Cardona
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8
26 de mayo de 2010
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
John Ford fue un hombre impredecible. Se movió siempre en un estira y afloje que nos deja con cada película sin saber a qué atenernos. Ahora, quizás renovado por los cambios sociales que se venían dando en los años 50: descrédito y condena del tristísimo senador Joseph McCarthy, promotor de la “Caza de Brujas”; inconformidad de la raza negra por los absurdos atropellos sociales (una dama arrestada por no ceder, ella, el asiento a un blanco en un bus; servir de pies a los negros en los comedores…), y sobre todo, por la magna presencia de Martin Luther King promoviendo la civilización de la todavía primitiva raza blanca, Ford nos viene con un filme progresista donde, un sargento negro, es juzgado con cargos de violación y asesinato. Esto da pie a un interesante estudio del racismo del que Ford sale avante en una primera lectura.

Así, nos encontramos con aquellos personajes cuyo racismo es directo y apenas atado por la prudencia debida al recinto en que se encuentran: la Corte de los Cuarteles del Ejército del Sudeste. Éste lo representan: el fiscal Shattuck, tendencioso y oprobioso, y la señora Fosgate, esposa del coronel que dirige el proceso, y quien sirve de condenatoria testigo. El racismo indirecto lo representa la corte, la cual se sorprende con cualquier testimonio que favorezca a Rutledge, pues presiente como consabida la condena final de éste. Y el racismo latente o arraigado, lo develan su amigo y abogado defensor, Tom Cantrell, quien, a pesar de la gran admiración y aprecio que siente por el llamado Capitán Búfalo, le coloca sin reparo las esposas cuando siente que algún hecho lo condena. Y también carga con sus dudas, Mary Beecher, la bella rubia que ha podido comprobar, con su propia experiencia, la dignidad de Braxton Rutledge, pero, quien no puede evitar sentirse intimidada ante algunas actitudes de quien ha sentido como un amigo.

Hasta aquí todo brillante, elocuente. Una atinada fotografía y una satisfactoria construcción de escenarios complementan los hechos, y la película se mueve por un sendero humano y evolucionado que se ajusta con la nueva luz que la sociedad americana viene alcanzando en esta nueva década (1960).

Pero, John Ford, se sintió siempre más forzado que sincero a encomiar al ejército del norte, pues son muy evidentes sus simpatías con la causa de los sureños (véase “Misión de Audaces” donde desborda esta tendencia) y, también aquí suelta su puntillazo cuando, el asistente de Fosgate –un humorista, por demás, fuera de lugar-, le dice a éste durante el juicio y refiriéndose a un whisky: “Lo robé en Atlanta la noche que sus hombres arrasaron la población, incluido el convento”. Por lo demás, un filme sin duda, interesante y significativo.

Título para Latinoamérica: “EL CAPITÁN BÚFALO”.
Luis Guillermo Cardona
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