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España España · Laguna de Duero
Críticas de mantaypeli
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Críticas 20
Críticas ordenadas por utilidad
9
13 de noviembre de 2012
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Adentrarse en el maravilloso micromundo de la isla de New Penzance es una experiencia única y conmovedora. De la mano -y la imaginación- del cineasta Wes Anderson descubrimos cómo un amor de verano puede ser más fuerte, puro y verdadero que una relación insulsa -perpetuada a lo largo de los años- y desprovista de sentimiento. Son los riesgos de no vivir la vida como una aventura continua. La emoción de partir al alba dispuestos a enfrentarnos a las fuerzas de la naturaleza armados del valor que nos infunde caminar al lado de la persona a la que amamos. Pero en esta deliciosa historia también descubrimos el valor de la amistad, la camaradería, la importancia de cumplir las promesas… Y la magia de la música. Esta antropológica revisión de los recuerdos infantiles del cineasta es también una oda a la infancia perdida -o no-, un canto vitalista que no se resigna a verse consumido por el paso del tiempo. Una negación del olvido. Una reivindicación de la memoria como parte importante -y decisiva- de nuestra propia existencia. Y, sobre todo, es cine. En estado puro. Desde la secuencia inicial hasta los títulos de crédito finales. Una experiencia inolvidable que merece la pena revivir cada cierto tiempo para recordarnos a nosotros mismos lo que fuimos. Y lo que aún podemos ser.
mantaypeli
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8
13 de noviembre de 2012
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ben Affleck está empeñado en asegurarse un futuro como realizador más allá de la interpretación y poco a poco lo está consiguiendo. En su tercer largo y con sólo 40 años, Affleck puede jactarse de haber conseguido algo que otros muchos colegas de profesión ansían: estilo. Si bien sus dos anteriores trabajos tras las cámaras (Adiós pequeña, adiós y The Town. Ciudad de ladrones) partían de guiones originales, con Argo se enfrentaba al reto de reconstruir una historia real, aunque inverosímil, que a la vez es un reflejo de la tensión geopolítica que se vivía a principios de los años 80. Varias cosas se agradecen en esta película. La primordial es que estamos ante un verdadero vehículo de entretenimiento que consigue que la atención no decaiga a lo largo de los 120 minutos de metraje. Pero no sólo el tiempo se pasa volando, sino que la acción avanza con brío, una vez superado con maestría el primer tercio de la cinta. Para cualquier aficionado coetáneo de Affleck, el indisimulado homenaje al cine de Spielberg y Lucas es otro de los ingredientes que emparentan esta película con los clásicos de los 80; por cierto, al igual que intentó -con peor suerte- J. J. Abrams en Super 8. También se agradece el pulso del que está dotado el Affleck director, tanto en las secuencias de acción como en el último tramo de la película, donde el prodigioso montaje te deja clavado a la butaca. Para Affleck, el espectador es lo primero y se agradece. La dirección de actores es efectiva, aunque cuando cuentas en el reparto con John Goodman y Alan Arkin ya tienes mucho ganado. Por buscarle algún ‘pero’, podríamos entrar en si la película hace gala de un excesivo patriotismo o no… La verdad es que particularmente me da igual. No dudo de que estamos ante una de las firmes candidatas a hacerse con alguna estatuilla en la noche de los Oscar®. Para disgusto de Spielberg, claro.
mantaypeli
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10
21 de mayo de 2012
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Acudir a una sala de cine es para algunas personas una liturgia. Cuando tienes doce años visitar cada sábado por la mañana tu tienda de cómics favorita también lo es. Se trata de la culminación de una interminable semana de espera para conocer las nuevas aventuras de tu héroe favorito. Spiderman al principio, luego Batman, después Conan -y su espada salvaje-, para, años más tarde, comenzar a proliferar esas colecciones en las que se reunían diversos personajes pertenecientes a una misma editorial. Recuerdo que Bruguera publicó en España a principios de los 80 una serie llamada Pocket de ases. Luego llegaron Watchmen, La muerte del Capitán Marvel… Uno se fue haciendo mayor, pero trató de conservar intacto en su memoria el recuerdo de esas mañanas de paseo -yo incluso diría que de carrera- en pos de una nueva aventura de tu personaje favorito.

En aquellos años apenas se podían vislumbrar los cambios que la tecnología ejercería en el cine. Para una generación que asistió ojiplática al primer vuelo de Superman, por cortesía de Richard Donner, todo lo que vino después eran mortales carpados con triple tirabuzón. Alardes técnicos difíciles de digerir y en ocasiones ampulosamente innecesarios. Los años fueron pasando y los héroes personales se tornaron mucho más carnales, aunque no por ello menos épicos. El cine, como industria, también se vio obligado a reinventarse y optó por los atajos. Simplificar, cortar y pegar, repetir fórmulas hasta la saciedad. Hasta el punto de, sin ningún atisbo de rubor, reinterpretar -en ocasiones plano por plano- éxitos pretéritos. Reboot. Erase and rewind. Pero unos cuantos seguimos aferrándonos a nuestros recuerdos. Guardamos las entradas de las películas que nos gustaron -incluso todas- y conservamos apilados en el rincón de un armario todos aquellos cómics que nos acompañaron a lo largo de nuestra infancia y juventud. Los restos de aquel naufragio emocional son perfectas tablas de salvación en los angustiosos tiempos que corren. Necesitamos héroes, pero tenemos demasiados dioses.

Éste es el espíritu que subyace en la última apuesta de la industria hollywoodiense por el cine de superhéroes. Después de haber abierto el melón con no menos de una decena de títulos, la franquicia también tenía que dar su triple salto mortal. Más allá de especualciones, Bryan Singer demostró con X-Men (la Patrulla X, de toda la vida) que eso de juntar a varios tipos embutidos en mallas funcionaba. Sobre todo si detrás de la pirotecnia de los efectos especiales había una historia que contar. No me cabe ninguna duda de que Joss Wheldon (director y guionista de Los Vengadores) tuvo muy presente desde un primer momento que la historia era todo. Que sin ella, su película no sería más que una sucesión de secuencias de presentación de personajes hasta llegar a la batalla final, noventa interminables minutos más tarde, y después la nada. Ningún recuerdo. Erase and rewind. “No pasa nada, si ésta no ha funcionado siempre podremos volver a hacerla dentro de tres o cuatro años”. Pero Wheldon no quería eso, así que urdió una precisa y calculada trama en la que enredar tanto a los espectadores más jóvenes como a los antiguos devoradores de tebeos. Una historia que dura casi dos horas y media, pero que en ningún momento resulta larga o pesada. El primer volumen de una serie limitada convertido en película. Esto es Los Vengadores. La mejor película de superhéroes que se haya hecho nunca. La mejor, teniendo en cuenta que Watchmen es una novela gráfica y nuestros queridos Vigilantes, antihéroes.

Los Vengadores se puede, y debe, disfrutar de forma aislada del resto de títulos que componen la franquicia. Una retahíla de ese cine sin ideas, que se ha visto obligado a recurrir a los cómics como fuente de inspiración y vehículo de consumo rápido e inocuo. Por suerte, estos Vengadores contienen mucho más cine que todos los anteriores pastiches juntos. Pese a ser una recreación se atisba desde su arranque el respeto y la fidelidad con el original en papel. Desde la presentación de la historia, pasando por la captación de los héroes y su llegada a S.H.I.E.L.D., todo sucede como lo haría en las páginas de un cómic.

El excesivo final es el habitual en todas estas crossovers. Muerte y destrucción. De nuevo el centro de Manhattan es víctima del caos, pero ahora -una década después- los espectadores yankis -a quienes va dirigida la película, no nos engañemos- ya pueden enfrentarse al 11-S desde otra perspectiva. A ello ayuda el humor. Inteligentemente diseminado en pequeñas dosis a lo largo de los toma y daca verbales -en ocasiones más dolorosos que los físicos- a los que se enfrentan los integrantes de este supergrupo. De todos ellos, destacar la presencia, ¡por fin!, de un Hulk bastante más fiel al espíritu original. Bueno, ésta es sólo la opinión de un joven lector de cómics que, aunque algo más crecidito, se ha vuelto a encontrar con aquellos personajes que le animaban las tardes de los fines de semana y alentaban su imaginación. Supongo que para quien no haya vivido algo así esto no será fácil de entender.

Ah, se me olvidaba. Si vas a verla al cine no te marches hasta que no acaben los títulos de crédito. Aunque si has llegado hasta aquí después de leerte todo lo anterior, ya sabías esto.
mantaypeli
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8
13 de noviembre de 2012
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se define el metalenguaje como el lenguaje que se utiliza para hablar de otro lenguaje. El acertado uso de este recurso narrativo es lo que convierte a Ruby Sparks en una película notable, justo en ese momento del metraje en que el espectador cree encontrarse ante algo mil veces visto. Pues bien, nada de eso. Esto no es un remedo de (500) días juntos. De hecho, esta nueva incursión tras las cámaras del dúo de realizadores formado por Jonathan Dayton y Valerie Faris, tras el -merecido- éxito de Pequeña Miss Sunshine, está más cerca del cine de David Lynch que de la agridulce historia de amor que Marc Webb dirigió en 2009. Estamos ante una lúcida reflexión sobre el proceso creativo que lleva a fraguar una obra (literaria, cinematográfica, etc.) y todo lo que ello supone. Las renuncias, los miedos, las inseguridades que debe superar el autor. La tiranía de la rutina diaria. La pérdida del sentido de la realidad. El poder de dar y quitar. La posibilidad de jugar a ser Dios. Todo esto en un acertado giro de guion que sitúa al espectador ante el truco, pero sin que éste pueda intuirlo hasta que ya es demasiado tarde. Interesante debut como guionista de la actriz Zoe Kazan, la Ruby que da título al film, y muy sólido trabajo de Paul Dano, actor de moda al que también pudimos ver en Looper, que encarna al joven e inseguro escritor Calvin Weir-Fields. Un nombre de pila que recuerda, indefectiblemente, al niño protagonista de la tira cómica escrita y dibujada por Bill Watterson, Calvin & Hobbes.
mantaypeli
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8
13 de noviembre de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antes de su reciente estreno no quise saber nada de esta película. Hui de todos y cada uno de sus trailers, promos, cómo-se-hizo y demás zarandajas con las que ahora, a poco cine que hayas visto, te destripan el argumento y te quitan las casi ningunas ganas que te queden de ir a ver una película -española, para más inri- a un cine. Y lo logré. Sin embargo, cada vez que escuchaba hablar de Grupo 7 a mis recuerdos regresaba aquella cinta titulada Nadie conoce a nadie, ópera prima en largo de Mateo Gil. La aparente sinrazón de mis enlaces mentales era, claro, Sevilla. La verdadera protagonista de ambas películas. Empero hay una diferencia abismal entre ambas. Si bien aquella películilla de finales de los 90 supuso el titubeante debut del escudero de Alejandro Amenábar, este serio policíaco supone la consagración de Alberto Rodríguez como un solvente cronista social.

Grupo 7 es una buddy movie a la española ambientada a finales de los años 80. Un país que comenzaba a despertar del sueño del Mundial 82 y se preparaba para organizar, una década después, una Exposición Universal que colocaría a Sevilla como referente de modernidad y progreso. O no. Eso es lo que esta película nos cuenta y para ello utiliza como pretexto el ascenso y declive de un grupo especial de la Policía famoso por sus poco ortodoxos métodos de trabajo.

Prácticamente todo funciona a la perfección en este thriller policíaco en el que la dirección de actores y la ambientación son sus puntos fuertes. No tanto la historia que se nos cuenta, la cual tras una aparente sorpresa inicial se torna muy convencional y más preocupada del cómo que del qué. En este punto cabe destacar el soplo de aire fresco que supone la presencia en el casting de dos excelentes actores secundarios: Joaquín Núñez (Mateo) y Estefanía de los Santos (‘Caoba’). Por su sola presencia se justifica el precio de la entrada. Pero hay más. Antonio de la Torre vuelve a erigirse en el auténtico protagonista de esta cinta que cuenta con el gancho para el gran público de Mario Casas, un actor aún por hacer, mientras que Inma Cuesta defiende con profesionalidad su episódica participación en el filme.

El director Alberto Rodríguez (7 vírgenes, After) demuestra conocer a la perfección cómo moverse por las intrincadas callejuelas y los punzantes descampados sevillanos. Las localizaciones son espléndidas y transportan al espectador a esa España que estaba por hacer y que quizá nunca terminó de construirse. Aquellas ruinas de la presunta modernidad, del espejismo de una Europa que veíamos a años luz, se nos muestran con intención naturalista y, lo más curioso, sin efectos especiales. Resulta quizá más impactante comprobar cómo 20 años después aquellas barriadas siguen estando ahí. Quizá eso es lo que más nos hace pensar, por encima de la traición, la ética, la vanidad, la avaricia o la ambición sin límites. A esto ya nos hemos acostumbrado a fuerza de verlo a diario.
mantaypeli
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