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España España · Laguna de Duero
Críticas de mantaypeli
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Críticas 20
Críticas ordenadas por utilidad
5
8 de enero de 2021
24 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
Drama familiar repleto de metáforas y subrayados, Minari (apio de agua, en coreano) es una de esas películas intimistas que cada año nos llega desde el festival de Sundance. Solo que en este caso, la historia es tan decididamente personal que corre el riesgo de no conectar con todos los públicos por igual. Relato autobiográfico escrito y dirigido por el interesante realizador Lee Isaac Chung, su tono intimista se apoya en una narración lenta, pausada, en ocasiones reiterativa en su planteamiento fílmico y con múltiples guiños al cine de Terrence Malick. Algo que en sí mismo no es ni bueno, ni malo, pero que infunde al producto final una pretendida y altisonante trascendencia. Los innegables méritos técnicos del filme, junto a la acertada selección del elenco, no consiguen minimizar los múltiples escollos a los que se enfrenta Chung en el intento de recrear su infancia junto a sus padres, su hermana y su abuela materna en la inhóspita Arkansas y convertir este relato rural en universal (más allá de que pueda serlo para la comunidad asiática).

Quizá el defecto más palpable sea la marcada carga machista que impregna la obra y que en ningún momento se enjuicia, más bien al contrario. Prueba de ello es la discutida decisión del realizador y guionista de invisiblizar la presencia de su propia hermana en el filme. Ambientada a principios de los años 80 en el medio oeste norteamericano, la historia del joven David es en realidad el negativo del sueño americano para millones de inmigrantes que creyeron ver en los Estados Unidos la tan cacareada tierra de las oportunidades. Esa dicotomía, simbolizada por la lucha de ambos progrenitores (Jacob y Monica) en pantalla, pretende ser asimismo un fiel reflejo de las dificultades que aguardaban a los esperanzados extranjeros en pos de una vida mejor. El compromiso de Chung con su narración le lleva a priorizar el uso del coreano frente al inglés como lengua vehicular de su propuesta. Del mismo modo que el título mismo del filme es fiel reflejo del intento del cineasta por reafirmarse en el relato identitario y defender sus raíces.

Las interpretaciones de la pareja protagonista, que conforman Steven Yeun y Yeri Han, junto con la abuela Soonja (Youn Yuh-jung) se encuentran entre lo mejor de una película cuya mayor baza reside en su impecable factura técnica. Las tribulaciones de la pareja de sexadores de pollos para sacar adelante a sus dos hijos pequeños y los esforzados intentos del padre por ‘triunfar en la vida’, al más puro estilo americano, sin renegar de sus raíces surcoreanas centran el grueso de las casi dos horas de película. Un filme que transita por los muy trillados derroteros del drama social, con ligeras pinceladas cómicas a cargo de la abuela y su relación con el pequeño David. Por desgracia, la resolución del último acto fílmico es harto previsible y el conjunto aguanta con dignidad gracias a la cautivadora fotografía de Lachlan Milne (Hunt for the Wilderpeople, Stranger Things) así como al acertado score que firma Emile Mosseri (The Last Black Man in San Francisco, Kajillionaire). La película pasó sin pena ni gloria por la 65 edición de la Seminci vallisoletana pese a haberse alzado con los premios a Mejor Película y Premio del Público en Sundance.
mantaypeli
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5
19 de enero de 2013
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
La vuelta de Robert Zemeckis al cine convencional tras casi una década de devaneos con la animación digital llega con un producto hecho a medida del lucimiento interpretativo de Denzel Washington. El vuelo es una correcta película sobre catástrofes que pretende ahondar en la psique del individuo sin lograrlo. También aspira a ser un retrato social, con descenso a los infiernos de las adicciones incluido, repleto de moralina de mercadillo. Por todo esto, una muy prometedora película, con un soberbio arranque y una no menos magnífica planificación de su primera media hora, queda reducida a un soporífero bluff. Nada ni nadie puede salvarla una vez finiquitado el clímax inicial. Ni la actuación de su rutilante estrella principal, ni la cohorte de secundarios colocados de manera estratégica para mantener la atención del espectador. Nada funciona después de esos primeros 25 minutos.

Las casi dos horas siguientes de metraje se hacen interminables. Lo que en un principio parecía una interpretación digna de la estatuilla para el bueno de Denzel termina atufando a impostura. Un tic detrás de otro, unido a un guion deslavazado -obra de John Gatins-, consigue sacarte de la película. Por su parte, Zemeckis recurre a las mismas argucias que Washington; aunque al realizador se le descubre antes el cartón. El abuso de la música -y no hablo del aceptable score de Alan Silvestri- para subrayar la acción que se desarrolla en pantalla demuestra una falta de confianza en el talento propio que en ocasiones sonroja.

La dirección de personajes brilla por su ausencia. El tono de desgana generalizada se hace más patente en el tramo final de la cinta. Cuando ya todas las cartas están sobre la mesa y hemos asistido al desfile de un tópico detrás de otro. Es en ese mesiánico instante final en el que tanto actor como director tratan de congraciarse con el público cuando el espectador asiste a una catástrofe aun mayor que la aérea. Lo han engañado de manera deliberada y, por si fuera poco, han dejado un rosario de pruebas a la vista de todo el mundo.
mantaypeli
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9
13 de noviembre de 2012
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tome tres medidas del agente secreto creado por Ian Fleming, una de Bruce Wayne, media medida de Tony Stark. Sacuda la mezcla muy bien hasta que esté fría como el hielo, y sírvala con una filigrana de limón. Skyfall es mucho más que la película número 23 de la saga James Bond. Es LA película de James Bond. Literalmente. Bien es cierto que esta nueva entrega de 007 camina por la senda marcada por sus predecesoras, pero posee algo a lo que muchas de ellas ni siquiera aspiraban. Estamos ante un clásico. En esta entrega, el espectador no se encuentra sólo ante un ejercicio de entretenimiento, sino ante la película más elaborada que se hubiera producido nunca antes en la franquicia. Precisamente ahora que ésta cumple 50 años. Todo en ella es redondo. Desde el guion firmado a tres manos por Neal Purvis, Robert Wade y John Logan (especialmente la aportación de este último) a la fotografía de Roger Deakins (habitual de los hermanos Coen), pasando por la banda sonora de Thomas Newman (que sigue en estado de gracia), la magistral dirección de Sam Mendes (haciendo propio un encargo) y, como no, el reparto. A estas alturas nadie va a descubrir a Judi Dench o a Ralph Fiennes, pero es de agradecer la composición que hace Daniel Craig de un atormentado Bond y, sobre todo, la soberbia actuación de su antagonista, Javier Bardem. Cine con mayúsculas a lo largo de los 143 minutos de metraje.

Skyfall posee una de las mejores secuencias de presentación de la saga, unos créditos elegantes, un tema principal a cargo de Adele que no desmerece… Pero es el propio corsé de la franquicia el que le impide crecer más argumentalmente. Es la necesidad de estirar el chicle lo que no permite ese último giro de tuerca que implora este nuevo Bond. Corre la saga, además, el riesgo de adentrarse en un callejón sin salida. Está elevando tanto el listón en esta última etapa que va a ser difícil que una vez que expire el contrato de Daniel Craig -con la franquicia, no con el MI6- se pierda el interés por las aventuras del agente con licencia para matar.
mantaypeli
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6
20 de enero de 2013
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pocos directores han sido capaces de infundir a sus películas su propia personalidad con la desmesura que desde sus inicios lo ha hecho Quentin Tarantino. El único filme que sortea esta máxima es Jackie Brown, quizá porque parte de una idea ajena -la novela Rum Punch, de Elmore Leonard-, cinta que supuso su homenaje al género blaxploitation de principios de los años 70. Con aquella película, quizá su obra más madura tras Reservoir Dogs y Pulp Fiction, al de Knoxville le llovieron las críticas. Sobre todo, por parte de los acólitos que le recriminaban precisamente eso, haber suavizado su impronta. Ahora todos aquellos seguidores de su cine, si es que aún lo siguen siendo, están de enhorabuena gracias al estreno de Django desencadenado (Django Unchained). Esta desmesurada película pretende ser un homenaje al spaghetti western, rendir cuentas con el blaxploitation y fardar, una vez más, de discoteca. Porque junto a la excelente fotografía de Robert Richardson, la acertada selección musical de su banda sonora está entre lo mejor de esta exageración de filme. Todo está hinchado en la película de Tarantino, desde el cameo del propio realizador a la duración del metraje (165 minutos). El director explota su apabullante personalidad y se regodea en autohomenajes -amén de los esperados, Franco Nero incluido- en este ejercicio de pirotecnia para el lucimiento de Jamie Foxx, que pierde todo interés cuando Christoph Waltz no está en pantalla.

Tarantino es un fetichista. Un cinéfago y plagiador confeso. Un tipo con un ego mayor que su talento, que ya es decir. Pero este más que aceptable guionista no es nadie sin sus actores (Keitel, Roth, Jackson, Travolta, Grier, Thurman, Madsen, Pitt) y este Django revisitado, ampliado y ensangrentado no es nada sin el actor austriaco. Waltz compone un King Schultz lleno de matices que se come con patatas a todo el que se le pone por delante. Empezando por un pinturero Jamie Foxx y terminando por un Leonardo DiCaprio que sólo es capaz de caricaturizar un personaje que le viene todavía muy grande. Samuel L. Jackson recurre también, con mejor suerte, a la caricatura para componer su Stephen. Antítesis de todo lo que este lenguaraz Django, que no hace honor a la D de su nombre, pretende simbolizar. Una suerte de Malcom X del lejano Oeste dispuesto a dinamitar -literalmente- los cimientos del sur profundo.

Todo ello rodado a golpe de zoom que sonrojaría al mismísimo Valerio Lazarov y sin el más mínimo interés por ahorrarnos ni una gota de sangre ni un minuto de metraje. Un par de elipsis y el paso por la sala de montaje para aligerar 45 minutos habrían hecho de esta gamberrada autocomplaciente una película notable. Pero claro, eso no encajaría con el estilo de Tarantino.
mantaypeli
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9
13 de noviembre de 2012
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El estreno de ‘The Dark Night Rises’ (El caballero oscuro: La leyenda renace) supone el fin de la trilogía que el cineasta británico Christopher Nolan dedica al atormentado héroe enmascarado que surgió de la imaginación del dibujante Bob Kane. Si bien el sutrato utilizado por el director y guionista británico en estas tres películas (‘Batman Begins’, ‘The Dark Night’ y ‘The Dark Night Rises’) le debe mucho más al universo creado por Frank Miller en sus cómics ‘Año Uno’ y ‘El Caballero Oscuro’ (y sus series de libros correspondientes). A partir del ingente material existente, los hermanos Nolan (Chris como realizador y Jonathan, guionista) se encuentran con el encargo de resucitar una franquicia sobreexplotada durante casi una década a partir del éxito cosechado por la versión que Tim Burton dirigió en 1989. El reto era considerable. El traje de murciélago le vino grande a Michael Keaton (‘Batman’ y ‘Batman Returns’) e inmenso a Val Kilmer (‘Batman Forever’) y George Clooney (‘Batman & Robin’). Nolan apuesta por Christian Bale para encarnar al muchimillonario Bruce Wayne y a su alter ego enmascarado (¿o es al revés?) y acierta de pleno. Del mismo modo que da en la diana al recoger la iconografía y ambientación de Miller como evolución lógica del personaje surgido de la pluma de Kane. Con estos mimbres se articula una saga que, de forma épica, se cierra con esta tercera entrega que ha dividido, aún más si cabe, a los fanáticos del vengador de Gotham.

Sin avivar mayores polémicas (en el alma de cada fan mora un crítico despiadado) la trilogía Nolan me parece una rendida declaración de pleitesía a los clásicos del cómic así como un ejemplarizante ejercicio de estilo que trasciende el ámbito del cine de superhéroes. La verdadera protagonista de esta terna de películas no es otra que la ciudad en la que se ambientan. Gotham como epítome de una Nueva York herida tras el 11-S. Por extensión, sus habitantes. Estados Unidos, la televisión, internet y, por fin, el mundo. La globalización del terror. El caos absoluto. Hay un terrorista entre nosotros. Quizá usted mismo. Un sistema corrupto. Sus representantes. La gente en las calles. Y de nuevo el miedo. El pánico en alta definición. Millones de visitas en Youtube. Anonymous. El Joker. Occupy Wall Street. Bane. Y Batman, en fin.

Esta ópera del terror en tres actos utiliza a los personajes (héroes, villanos, comparsas…) como meros vehículos que transportan emociones. Resulta encomiable que actores curtidos -y de vuelta de todo- como Michael Caine y Gary Oldman se tomen su trabajo en serio y no sólo como un entretenimiento alimenticio. Sus composiciones son el contrapunto perfecto al estoicismo de Christian Bale y su impecable personificación del combo Wayne/Batman. De las tres películas sin duda la segunda ‘The Dark Night’, es la mejor. La más densa, la más redonda, la que cuenta con mejores interpretaciones… En conjunto, la saga de los Nolan me recuerda a la de ‘El Padrino’. También he leído por ahí que hay mucho de Charles Dickens en los guiones. No seré yo quien pretenda hilar tan fino (esto no es ‘Origen’), pero todas ellas son referencias válidas cuando se habla de la vida, y, sobre todo, de la muerte.

El viaje iniciático que emprende el joven Wayne junto a Henri Ducard, en quien después descubriría su némesis más que su mentor, deviene en una espiral de furia, caos, desorden y corrupción elevado en esta tercera entrega a la enésima potencia. Si bien esta conclusión de la trilogía posee momentos más irregulares debido a la abundancia de personajes y tramas que discurren en paralelo hasta precipitar el final. Un cierre anunciado, épico y complaciente con el espectador. Porque, no se nos olvide, el cine sigue siendo industria y estamos hablando de una película con un presupuesto superior a los 250 millones de dólares.
mantaypeli
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