Un adolescente de baja condición social conoce a una joven aristócrata e inician un pequeño idilio que parece imposible, por lo que se ven forzados a separarse. Quince años más tarde vuelven a reencontrarse, pero la chica está con un príncipe. Argumento gastado donde los haya, llevado con una sensibilidad romántica bajo cero.

La peculiaridad aquí es que ese adolescente se convierte en un famoso mago, sus actuaciones encandilan al público de Viena y en ellas reside también el mayor encanto de la película, con el inconveniente de que lo que en el año 1900 se consideraba magia o algo sobrenatural, los espectadores actuales sabemos que son sólo trucos de PC. El secreto de algunos trucos debería haberse desvelado, quizás ello hubiera, de paso, añadido credibilidad a la historia de amor o a la intriga del film.

La música del experimentado Philip Glass acompaña proporcionadamente la acción de este pasatiempo liviano, de actuaciones sin carisma, sin diálogos originales, sin provocar sentimientos, sin reflexiones acerca de nada, pero eficaz porque no decae a la hora de atraer al espectador. Por desgracia para Hollywood, al espectador no le gusta que le tomen por tonto y ésa es la única justificación para la resolución de esta historia, entretenida hasta que nos desvelan el truco.

Película del cara a cara en las tormentosas relaciones familiares, sustentada por densos diálogos entre los 4 protagonistas principales, muy bien interpretados:
- Johan.
- Marianne, ex mujer de Johan.
- Henrik, hijo de Johan.
- Karin, hija de Henrik y nieta de Johan.

Una de las grandes particularidades de la película es que nunca aparecen más de 2 personas en cada secuencia. La trama transcurre en las casas de Johan y Henrik, a base de diálogo constante, pero ¿qué es lo que nos quiere contar?

La idea básica transmitida en el conjunto de la historia es la independencia y egoísmo que demuestran los padres, incapaces de darse cuenta de lo necesitados que están sus hijos. Esto se manifiesta en cada relación padre-hijo de la película:

- A Johan nunca le gustó la actitud de su hijo Henrik, siempre fue a lo suyo y su desprecio ha crecido con los años. Ante la falta de cariño por parte de su padre, Henrik explota en la adolescencia y frente a la indiferencia y humillaciones de su padre no puede más que sentir odio. Pero no sólo sufre una dolorosa carga en el plano emocional, pues aún con 61 años se siente dependiente de Johan económicamente.

(el resto de manifestaciones de este egoísmo/dependencia en el spoiler)