Hay momentos en la historia del cine en que aparecen productos destinados a satisfacer los sueños más húmedos del cinéfilo freak. La última moda en este clase de eventos fueron la aparición de las películas de enfrentamiento de mitos de sagas diferentes, por un lado el "Freddy Vs Jason" y por otro el que nos ocupa.

Aunque ya lo dijo Calderón de la Barca, "la vida es sueño y los sueños sueños son", porque viendo en manos de quién dejaron la película era evidente que nada bueno podía salir de ella. Efectivamente los peores presagios se cumplen, y Paul W.S. Anderson nos factura un productillo de acción en el que se pasa por el forro de sus caprichos toda mitificación y respeto por las criaturas y en cambio se centra en unos humanos patéticos a los que sólo quieres ver morir para que empiece lo bueno.

Todo ello enmarcado en un argumento delirante sin pies ni cabeza rodado de forma rutinaria que induce al sufrido espectador a despotricar contra el director por rodar semejante despropósito. Lo que hay es mucho ruido, muchas explosiones, alianzas imposibles, desarrollo previsible y cabreo monumental del espectador. Eso sí, de cine poco y de respeto por los clásicos nada. Desastrosa.

Lo mejor: Que la idea mola y era deseada por legiones de freaks
Lo peor: Que la idea ha sido destrozada sin piedad.