Esta película para mí tiene un significado especial. La vi de pequeño, con mi padre. Recuerdo que lei la crítica en el períodico al mediodia y, no se decir por qué, me llamó la atención. Por aquel entonces (tendría unos diez años ) yo no sabía ni quién era Robert de Niro, ni Sergio Leone, ni James Woods, ni tenía ni idea de cine de ningún tipo, pero lo cierto es que ahí fue donde lo descubrí, y me quedé alucinado. Me quedé alucinado con De Niro, con su carisma y su magistral forma de interpretar, con la música de Ennio Morricone, con los sombreros, los trajes oscuros y los abrigos largos, y con la forma pausada y detallista de narrar la película, con fuerza pero sin ninguna prisa. Lo cierto es que a pesar de mi edad, la vi de un tirón y ni me di cuenta que duraba casi cuatro horas.
En ese momento, no alcancé a ver la importancia que tendría para mi el ver lo que estaba viendo. Ahora, con los años, me doy cuenta que fue un momento importante, que me abrió los ojos y me enseñó qué es el cine y alentó mi curiosidad para descubrir más.
Sobre la película en sí, poco más puedo decir que no se haya dicho aquí ya: cuatro horas de un lirismo impresionante, de grandes interpretaciones, banda sonora, fotografía increible y sobretodo una grandísima dirección. Sergio Leone estuvo planeándola en su cabeza durante diez años y yo se lo agradezco.
Para relajarse y disfrutar.
Imprescindible.