Pudiera parecer excesivo este thriller de Park Chan-wook que forma parte de una trilogía sobre la venganza, en la que brilla de manera especial Old Boy, si no concluyeras tras su visionado en la necesidad explícita de la violencia. O sea: que el guión exige esas escenas, que no son gratuitas aunque resulten desagradables y que los coreanos sienten diferente aún sufriendo lo mismo.

La joven que vuelve a la calle tras trece años de prisión, acusada del secuestro y muerte de un niño de seis años, ha calculado metódicamente cada segundo de su largo y elaborado desagravio. Pero esta vendetta, a pesar del tiempo transcurrido, no se servirá fría.

El terror y el demoníaco escalofrío, nos cuenta el buen director coreano, no son cosa del más allá o de desconocidas latitudes, están muy cerca de nosotros y habitan en personas que pueden pasar perfectamente desapercibidas; aunque los métodos para hacerles pagar sus monstruosos desvaríos son, cuanto menos, discutibles. Pero, ¿puestos en el lugar de las víctimas, y pudiendo elegir, actuaríamos de otra manera?......... Estos puntos suspensivos también dan auténtico miedo.