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España España · Cáceres
Voto de Sinhué:
9
Drama Andreas (Rutger Hauer) es un vagabundo más de los muchos que viven bajo los puentes de París. Cuando recibe de un desconocido la suma de doscientos francos, con la única condición de devolverlos como ofrenda a la imagen de una santa, emprende un peregrinaje de carácter fundamentalmente espiritual para ser digno del favor recibido. Fábula sobre la redención y la dignidad personal. (FILMAFFINITY)
31 de diciembre de 2016
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
La novela de Joseph Roth (1894-1939), adaptada por Ermanno Olmi y Tullio Kezich, fue publicada en 1939, meses después de la muerte del escritor ucraniano. Está impregnada pues de los últimos pensamientos de un hombre que se mira a sí mismo para crear el personaje de Andreas Kartak, vagabundo en París, también austrohúngaro y, como él, buscador de la lucidez que proporciona el alcohol.

Olmi hace una larga lectura de una breve narración, respetando el espíritu y tratando de trasladarlo al celuloide con el mínimo desgaste, y subido a los hombros de un persuasivo Rutger Hauer lo consigue con creces.
Andreas, a lo largo de algo más de dos horas, se redime ante nuestros ojos que en definitiva es lo que anda buscando, desde el momento en que un viejo desconocido le encarga la entrega de doscientos francos a la santa Teresa de Lisieux.

Las calles adoquinadas, los alrededores del Sena, sus puentes, las tascas en que la gente se dispara cañonazos de absenta, la iglesia de Batignoles a la que siempre llega tarde, conforman el hábitat físico de quien vino a París para quedarse. En medio los recuerdos, las oportunidades perdidas, la añoranza de sus padres, sus mujeres, sus amigos...; y los ríos de vino, capaces aún de encender su sonrisa y de conseguir por un momento que lo negro se torne rosado.
El inmigrante, que a veces se convierte en un individuo con suerte, ya no tiene sueños; en su empantanado cerebro abundan las apariciones. Cada día tiene más difícil la distinción entre lo real y lo imaginado, ¿pero eso importa?. Tal vez, cuando cumpla con Teresa le llegue la hora del descanso y podrá dormir, dormir, dormir...sin miedo al frío y la lluvia, sin miedo al desamor y la enemistad.

Curiosamente esta crónica terminal resulta reconfortante y nos reconcilia con aquellos que escogen, en un exceso de inteligencia, beber hasta reventar. Cuando la veas, pocos personajes te resultarán más tiernos que el Kartak que busca periódicos para arroparse y ha decidido regresar a la niñez, al útero, a la patria de los inocentes. Indudablemente, si existía algo de maldad en el alter ego del relato de Roth, el realizador italiano se encarga de limarlo convirtiéndolo en un buen ángel caído.

Para terminar, no me resisto a incluir las palabras de Carlos Barral en un prólogo del libro:
«De cómo el vino transforma el mundo, cambia sus leyes, todas incluso la virtud de los santos, para hacerlo habitable y agradable a los que creen en él.»
Sinhué
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