No se puede hacer una película con mayor mediocridad y con peores estereotipos que esta. Si la primera era una alabanza a la violencia, ésta es un insulto a la inteligencia.
Mario Casas sigue en ese papel muy plano y simple de chulo violento pero con sentimientos que no cuadra a nadie. Tiene serios problemas de dicción y su rostro transmite poco o nada.
María Valverde sale poco, pero es la misma niña ñoña de siempre, con poco que aportar y pocas ganas de estar allí.
Y así llegamos a Clara Lago, la actriz mimada del cine español actual. Su papel es el de siempre. No tiene ningún registro. Es la chulapa de siempre en cada escena, en cada película. Con aire de niña pija cortante que tira para atrás. En esta no iba a ser menos. Además es un papel indefinido entre poligonera, azafata de programa y candidata de La Voz.
La película en sí es un espanto de proporciones titánicas, un canto a la violencia, la irresponsabilidad, los clichés y la gandulería más atroz. El problema es que se muestra como reflejo de la juventud de veintipocos...Menos mal, que nuestra juventud en esas edades no es así en su gran mayoría.