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España España · Cáceres
Voto de Tiggy:
7
Thriller Tres hombres casados ricos se reúnen para su juego de caza anual en el desierto. Pero esta vez, uno de ellos viene acompañado de su amante Jen, una mujer joven y muy atractiva que despierta rápidamente el interés de los otros dos. Las cosas se complican dramáticamente para ella... Dada por muerta en medio del infierno del desierto, la joven vuelve a la vida y el juego de caza se convierte en una venganza implacable. (FILMAFFINITY)
19 de marzo de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tres años antes de que Emerald Fennell reformulara el rape & vengeance bajo el muy recomendado título Una joven prometedora, su compañera de oficio francesa, Coralie Fargeat, ya exploraba los hostiles terrenos de este subgénero para encontrar, tallar y vendernos, a muy bajo precio, un sucio diamante de sangre bautizado como Revenge. Con muy pocos medios, la directora francesa crea, extirpando elementos de películas como Desierto (Jonás Cuarón, 2015), El renacido (Alejandro González Iñárritu, 2015) o Posesión infernal (Sam Raimi, 1981) una descarnada y enérgica reproducción de la sociedad machista disfrazada de wéstern clásico cuya forajida protagonista, Jennifer (Matilda Anna Ingrid Lutz), en busca y captura por su desafío a la autoridad patriarcal, se suma al grupo salvaje de antiheroínas que Quentin Tarantino nos regaló bajo títulos como Grindhouse (Death Proof) (2007), Kill Bill. Volumen 1 (2003) o Kill Bill. Volumen 2 (2004) y cuyas raíces se nutren del fantasmagórico clasicismo de las primeras obras de Clint Eastwood, esencialmente, Infierno de cobardes (1973).

Este todoterreno de serie B es conducido excediendo todos los límites de velocidad por una directora absolutamente espídica que no necesita un guion elaborado para narrar su historia de venganza. Únicamente imágenes, exageradas y extremas, en las que su reivindicación feminista se diluye en los litros de sangre con los que empapa cada escena fundiéndose a la perfección con la acción y la comedia negra característica del mejor cine de Raimi y con las que nos pasa por encima moviéndose libremente por los terrenos más fantasiosos. Fargeat conduce, como una auténtica kamikaze, a su antiheroína por la desoladora hostilidad del desierto en el que su presencia se antoja como una fantasmagórica sublevación ante la injusta sociedad machista que construye empleando únicamente tres personajes al servicio de la misoginia más cruel que, salvo matices, funcionan como un todo. Como un implacable monstruo tricéfalo que representa, de forma muy efectiva, las tóxicas conductas que aquejan una sociedad acostumbrada a escuchar sobre violaciones, acostumbrada a ignorarlas e incluso acostumbrada a culpar a la víctima.

Esto es llevado a la perfección por el reducidísimo elenco que compone la obra. Matilda Anna Ingrid Lutz se muestra explosiva, inocente y sugerente en el intencionado paralelismo con la Lolita de Stanley Kubrick (1962) con el que la directora plantea la película, transformándola, con la resolución del primer arco, en el combativo, imbatible y misterioso arquetipo de justiciero que Clint Eastwood patentó en wésterns como El jinete pálido (1985) o la ya mencionada Infierno de cobardes (1973). Y es que la directora francesa muestra un encantador interés por este género. Las escenas de acción son capaces de transportarnos a los incansables duelos entre riscos de Anthony Mann cuando esta se desarrolla en espacios abiertos, pero también a la frenética violencia de Sam Peckinpah cuando esta se desarrolla en espacios cerrados.

Pero el resto del elenco no se queda atrás. Kevin Janssens, acosador implacable a lomos de su corcel motorizado en su imitación del Harry Powell de La noche del cazador (Charles Laughton, 1955) consigue transmitir verdadero terror gracias al disfraz de psicópata que Fargeat le diseña desde el arranque de la película y con el que se viste de dominancia, egolatría e inmoralidad, construcción expuesta desde sus primeras líneas de diálogo. Aunque, si hay un actor que pueda hacer frente a Ingrid Lutz, ese es Vincent Colombe. Que no te engañe su entrañable aspecto. El personaje más complejo de la obra (el único que presenta un fuerte conflicto interno) es con el que la directora nos ofrece otro perfil del machismo. La frustración por el rechazo es lo que define a su personaje; descuidado, impulsivo e inseguro, si el personaje de Janssens es el macho alfa de la manada, el de Colombe sería el macho beta, bajo tutela y puesto a prueba por el primero en su misión comunitaria.

Revenge es toda una joya que, con muy poco, consigue elevar su reivindicación a terrenos inaccesibles para tantos directores que pretenden calar con mensajes hiperbólicos y forzados, resignados a la superficie y que, a pesar de tener más medios, como Christopher Renz o Gerard Bush en la ya olvidada Antebellum (2020), solo pueden soñar con el profundo salvajismo del debut de esta increíble directora francesa cuyo nombre espero sea habitual dentro de la serie B que tanto adoro. (7.5).
Tiggy
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